El martes 24 de octubre a las 8:30 p.m. realizarán en Bogotá, lo que muchos denominan: “los Óscar de la cocina”. Hoy, esta columna me enviará al más profundo infierno de los calderos hirvientes de las altas cocinas.
Toda cocina sofisticada es producto de las cocinas patrimoniales de cada cultura, lo que para el propio es aburrido y repetitivo, para el foráneo es exótico, digno de admiración, foto de Instagram y al Facebook. Así que ustedes, mis queridos pollitos que comienzan en los fogones y dudan de sus capacidades en la cocina, pero sueñan con ser ovacionados en una gala como las de los Latin America’s 50 Best Restaurants, miren sus cocinas autóctonas, esa es su mina, la veta, su oro.
Lo de la fiesta de los tales Óscar no es más que un negocio de un grupo de personas que descubrieron que con esa publicación podían hacer platica, lo que me parece muy bien, para ellos, pero muy triste para la cultura.
Los egos son enormes, los cocineros llegan a la reunión muy tiesos y majos, abren los ojos y buscan a sus amigos cercanos, todos aquellos con los que se entienden y con los que pueden vituperar de los que les caen mal o consideran malos en la cocina.
Los unos miran a los otros con recelo, ¿seré el número uno otra vez? ¿subiré al puesto dos este año? ¿sí habré podido convencer a los jurados y periodistas que pasaron a comer por mi restaurante, de que yo debo ser el número tres? Alguien dice en la gala:
-Mira, allí va fulanito, del restaurante Aguasal.
-Ah sí -dice el otro- Claro, pero ese está tres puestos abajo del mío.
Los comensales nos dejamos meter por los ojos la imagen de un cocinero, su sonrisa, su apariencia higiénica en su chaqueta blanca, como si comiéramos cocineros y no comida.
Las listas deberían ser de platos, luego de cocineros, es decir, yo no salgo a buscar a Pepe Pérez en La Pilarica, uno sale a buscar la sobrebarriga de los García, ¿usted acaso va a Cali por Zutanito Tal? No, usted va a la Sultana del Valle por el pollo en sus jugos, de Hilda Cuero. ¿Quién de ustedes se pone el moño y la pinta para ir donde Fulanito a comer hueso de marrano y morcilla? Lo que uno quiere es ir a comer donde Las Ojonas, punto.
Con la alta cocina pasó lo que puede ser, para los que defienden este tipo de eventos, algo que mueve dinero, la economía y los negocios, pero para muchos, no es más que otro ingrediente en la olla de la futilidad, de la apariencia, de los egos enardecidos.
Amigos que comienzan en las lides del fogón, hagan lo suyo, no miren para allá, no se dejen seducir por una lista que les traerá decepción, usted será el número uno siempre que tenga comida sabrosa, producto de los ingredientes vernáculos y las tradiciones de sus papás .