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Una revolución industrial se caracteriza por hacer modificaciones disruptivas en sectores transversales de la sociedad. Primero fueron las máquinas de tracción mecánica, luego las de vapor y ahora el conocimiento asociado al desarrollo de tecnología para, a través de la explotación de datos, transformar la forma como funciona la medicina, el transporte terrestre y aéreo, o el sistema financiero.
Para dejarlo claro: la Cuarta Revolución Industrial va más allá de que un carro pueda estacionarse o manejar sin la ayuda de un ser humano, o que un dron reemplace las funciones de un domiciliario.
Supone, entre muchos otros, que el ejercicio tradicional de los bancos cambie, y la regulación centralizada sobre las actuaciones financieras de una persona desaparezca, para darle paso a una red (que se compone de establecimientos comerciales o personas naturales) que genera información más completa acerca de si alguien es buena paga o no.
El economista Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial (FEM), y uno de los teóricos de esta era, dice que el cambio debe pensarse para que la innovación se materialice en el cuidado medioambiental, el aumento de la riqueza de las naciones más pobres y el cierre de brechas sociales.
“Aquellos que tenemos la suerte de estar vivos, tenemos la responsabilidad, ante las generaciones futuras, de garantizar que puedan vivir y encontrar sentido en un mundo sostenible”, sentencia Schab en el libro Dando Forma a la Cuarta Revolución Industrial.
Por lo demás, este gran cambio da cuenta de que algunas tareas desaparecerán, como las de los conductores de transporte público.
Un informe del FEM de 2019, dice que la automatización de procesos y la llegada de robots para atender algunos oficios acabaría con 75 millones de trabajos en los próximos seis años. Sin embargo, el revolcón tecnológico crearía otros 133 millones de empleos (59.000 de esos llegarían a Colombia), siempre y cuando la nueva fuerza laboral se capacite para las nuevas demandas del mercado: perfiles tecnológicos y desarrollo de sistemas.
Además, podría generar la entrada de inversión extranjera directa, que iría más allá de la circulación de dólares, con la adecuación de infraestructura: laboratorios de procesamiento de datos, centros de desarrollo urbano o ensambladoras de carros.
Tal es el interés por esta nueva era que Softbank, una de las inversionistas más grandes del sector, anunció 5.000 millones de dólares para proyectos en América Latina. Colombia está a la expectativa de recibir parte de esa inversión .