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Macaco de cola larga ratificado como especie en peligro de extinción; se reaviva la polémica sobre la experimentación animal

Tras la noticia, mientras los laboratorios defienden su uso en la investigación médica, organizaciones ambientalistas alertan que el tráfico y la captura de estos primates podrían llevar a la especie a desaparecer.

  • El macaco de cola larga (Macaca fascicularis) habita en gran parte del Sudeste Asiático —desde Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam hasta algunas islas del Pacífico occidental. FOTO: Depositphotos
    El macaco de cola larga ( Macaca fascicularis) habita en gran parte del Sudeste Asiático —desde Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam hasta algunas islas del Pacífico occidental. FOTO: Depositphotos
hace 3 horas
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La decisión de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de ratificar al macaco de cola larga (Macaca fascicularis) como especie en peligro de extinción reabrió un debate global que enfrenta a científicos, laboratorios y defensores de los animales, pues mientras el sector biomédico insiste en que estos primates son insustituibles en la investigación médica, organizaciones ambientalistas denuncian que su captura masiva y tráfico ilegal están llevando a la especie al límite.

Lea también: 21 especies de primates están en alto riesgo en Colombia

Según la World Animal Protection, más de 30.000 macacos son exportados cada año a Estados Unidos, principalmente para experimentación farmacéutica. Su uso aumentó después de que los laboratorios cambiaran los estudios con macacos rhesus (Macaca mulatta) por esta especie, debido a su similitud genética con el ser humano. Desde entonces, las poblaciones silvestres se redujeron cerca del 40 %, por lo que en 2022, la UICN los clasificó como especie en peligro por la pérdida de hábitat, la caza y la demanda de ejemplares para laboratorios.

Ahora bien, los registros revelan una industria millonaria y poco controlada: cada macaco de cola larga puede alcanzar precios de hasta 60.000 dólares en el mercado biomédico y aunque la mayoría se declara como “criado en cautiverio”, investigaciones judiciales han demostrado que muchos provienen de capturas ilegales. Entre 2018 y 2022, el Departamento de Justicia de Estados Unidos calculó que más de 2.600 ejemplares silvestres ingresaron al país con permisos falsificados. La mayoría provenía de Camboya, donde las exportaciones de macacos se triplicaron en apenas dos años, e incluso, en 2023 varios funcionarios de ese país fueron acusados de participar en una red internacional de contrabando.

Pero el debate no es solo ético, también es sanitario porque estos primates pueden ser portadores de tuberculosis, ébola o herpes B, enfermedades que se han propagado desde las granjas de cría hasta laboratorios de Europa y Norteamérica. Por ejemplo, casos documentados por El Diario de España muestran brotes de tuberculosis en centros de investigación europeos y estadounidenses, lo que encendió alertas sobre los riesgos de salud pública asociados con el transporte y hacinamiento de los animales.

Lo cierto es que la clasificación de la UICN, según la Asociación Nacional para la Investigación Biomédica (NABR), “es errónea y pone en riesgo investigaciones esenciales”. Su presidente, Matthew R. Bailey, sostuvo que “la información científica demuestra que esta especie no está en riesgo y, de hecho, es invasora en varios países”. La organización argumenta que restringir su uso afectaría el desarrollo de medicamentos, vacunas y tratamientos experimentales, mientras que recuerda que cinco de los veinte fármacos más recetados en el mundo se desarrollaron con esta especie.

Entérese de más: La crisis climática y la deforestación pueden sacar a los primates de los árboles

En el otro extremo, organizaciones animalistas celebraron la nueva etiqueta. Para PETA es “un golpe para la industria de la experimentación con primates”, al considerar que se basa en evidencia científica y no en presiones políticas. Su asesora Lisa Jones-Engel instó al gobierno estadounidense a “otorgar protección federal antes de que la industria los lleve a la extinción”.

Desde World Animal Protection, Lindsay Oliver fue más tajante: “En peligro o no, capturar animales silvestres está mal. Usarlos para experimentación está mal”. Y su declaración resume una posición que gana terreno en el debate público y que vincula el bienestar animal con el riesgo humano. Además, investigadores como Anne-Lise Chaber, de la Universidad de Adelaida, advierten que las granjas donde se crían estos primates son “bombas de patógenos” que podrían generar nuevas pandemias.

Lo cierto es que la UICN ya tomó posición. Falta ver si los gobiernos harán lo mismo.

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