Buscando descolgarse a más de 80 kilómetros por hora por la vía Las Palmas, en Medellín, Yosman Stiven Cossio Urrego y su novia, ambos de 17 años, se montaron en una bicicleta equipada con pesas de gimnasio para el gravity bike. En el descenso, cuando pasaban por el restaurante El Zarzal, él perdió el control en una zanja y se golpearon violentamente contra el pavimento. Yosman se fraturó en varios pedazos el cráneo, murió en el acto; ella logró salvarse y fue trasladada al Hospital Manuel Uribe Ángel, de Envigado, donde le encontraron múltiples lesiones.
Todo sucedió el pasado 20 de diciembre entre los kilómetros 12 y 13 de Las Palmas, en el sector Las Mercedes. Dos días después, con un féretro cubierto con banderas de Atlético Nacional y con la compañía de varios de sus amigos de descolgadas, se hizo su velación en la sala Villanueva, en la tarde de ese lunes 22 de diciembre fue sepultado en el cementerio San Pedro, de Medellín.
Los amigos lo despidieron como un héroe caído.
Así es la practica
El gravity bike es una práctica en la que los jóvenes toman bicicletas tradicionales y las equipan con varillas para ponerles pesas, lo que les permite obtener mayor aceleración en las pendientes.
Su nombre en inglés hace referencia a que el fin de esta actividad es jugar con la gravedad a favor de la velocidad que puede desarrollar la bicicleta en un descenso. Estos muchachos logran velocidades superiores a los 100 kilómetros por hora.
¿Y los frenos? Tenerlos es un sacrilegio, no hay escapatoria en el descenso, el vértigo y la adrenalina no se pueden evadir. Los zapatos son el único freno permitido para moverse en las curvas de los peligrosos corredores viales por los que descienden: la vía Las Palmas, la autopista Medellín-Bogotá y la variante a Caldas, entre otras.
Para lograr la velocidad deseada y que les permita tener un mínimo control de la bicicleta, estos jóvenes ponen entre 70 y 80 kilos sobre la parte delantera del marco de su máquina.
En algunos casos en esta bicicleta viaja una persona, pero en otros se acoplan dos, como ocurrió en el fatal accidente del pasado 20 de diciembre en Envigado.
Aunque hay algunas entidades que apoyan esta actividad en todo el mundo, siempre y cuando se haga de manera controlada, en Medellín, por sus inclinadas vías, se suele practicar de manera irregular y quienes lo hacen provienen de las zonas periféricas.
Yosman Stiven, precisamente, venía desde el barrio Bello Oriente, en la parte más alta de la comuna 3 (Manrique), de donde acostumbraba salir frecuentemente con la bicicleta que consiguió hace cinco años y que comenzó a modificar para poder descolgarse a la mayor velocidad posible.
“Era una persona muy apasionada por esta práctica y siempre se solía parchar con algunos de los amigos en las distintas vías en las que nos ubicamos, porque no siempre nos vamos para la misma”, dijo uno de sus allegados.
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Sus propios familiares, consternados por la tragedia, destacaron que a Yosman le apasionaba mucho el gravity bike, que por un amigo comenzó a descolgarse desde los 12 años.
Pero la realizan a su propio riesgo y en ella muchos se quedan en el camino, como ocurrió con Yosman Stiven, quien se convirtió en la octava víctima este año por accidentes del gravity bike este año, según los registros oficiales. En todos los casos se presentaron golpes contra separadores, postes, zanjas y demás objetos fijos que conforman las vías.
Un golpe, una larga agonía
Pero mientras los familiares de Yosman Stiven lo lloran por su muerte, en el municipio de La Ceja, Oriente antioqueño, una madre no cesa en su lucha por cuidar a su hijo, quien lleva 12 años postrado en una cama por cuenta del golpe contra el pavimento de una bicicleta modificada, durante la tarde del 4 de abril de 2013.
Se trata de Gloria Patricia Morales López, una cantante y decoradora a la que le toca buscar sin descanso los recursos para costear todos los tratamientos médicos de su único hijo, Emmanuel Vallejo Morales, quien a sus 34 años apenas se puede mover por su cuenta. Por los múltiples traumatismos que sufrió, producto de esta caída, él tiene graves lesiones en la cabeza, no ve por el ojo izquierdo y por el derecho ve con muchas limitaciones, hasta en ocasiones se le debe dar alimento a través de sondas, debido a la dificultad que tiene para digerir por sus propios medios.
“Ha sido un momento muy difícil porque soy madre cabeza de hogar y me toca asistirlo y también buscar cómo trabajar. Ha sido muy duro ver como mi hijo y otros jóvenes han sido víctimas de esta práctica suicida”, relató esta madre.
Por esa razón, para que ninguna madre viva su experiencia por cuenta de esta irregular actividad, Gloria Patricia participa en todas las campañas realizadas por la Policía y la Alcaldía de La Ceja en contra del gravity bike, ya que para ella fue la ruina tanto personal como de su hijo.
“Me gustaría mucho que los jóvenes tomen conciencia, porque a veces en estos accidentes pierden la vida, pero otras veces no, como le pasó a mi hijo. Y mire que las consecuencias son muy graves, tanto para él como para la familia”, señaló esta mujer.
“Si muero en mi bici, soy feliz”
Sin embargo, el clamor de Gloria Patricia pocas veces es escuchado por los jóvenes que buscan cada rato descolgarse por las pendientes de Medellín y Antioquia, argumentando que sentir la velocidad y la adrenalina sobre sus bicicletas se vuelve su razón de ser.
Tal es el caso de Alejandro García, a quien dentro de los grupos de gravity bike del Valle de Aburrá lo conocen como Popeye. Este joven de 21 años ya completa más de una década descolgándose en su bicicleta modificada.
Aseguró que además de hacerlo en las pendientes del departamento, esto lo ha llevado a conocer varios países del mundo en los que se practica esta actividad, como Ecuador, Perú y Brasil.
“Para mí hacer esto significa felicidad, pasión por la velocidad. La verdad, he disfrutado mucho en mi vida descolgándome porque me encanta la adrenalina de las bajadas”, manifestó este joven.
Aunque sus viajes por estos países han sido para descolgarse de la misma manera que lo hace en Medellín, uno de sus sueños es poderlo hacer de manera regulada y con el apoyo de las compañías que incentivan los deportes extremos en el mundo.
Popeye no ha estado exento de los accidentes ni de ver morir a varios de sus amigos, pero esto no calma su deseo de seguirse descolgando por las vías a la máxima velocidad que dé su bicicleta.
Además de la velocidad, en ocasiones tienen que sortear los controles de la Seccional de Tránsito y Transportes de la Policía Antioquia, cuyos uniformados interceptan a los ciclistas que se suben colgados de los camiones hasta la cima desde la cual pretenden descender.
El comandante encargado de esta seccional, mayor Yuber Alexánder Córdoba, explicó que “se incautan bicicletas, se les hace comparendos en los casos que toca y se les hace soltar de los carros”.
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Sin embargo, las autoridades ya no hacen los operativos como antaño y los mismos practicantes de esta actividad lo manifiestan, puesto que en ocasiones hasta les disparaban con balas de goma, mientras que ahora apenas si los paran cuando los ven.
“Hace mucho rato no nos molestan tanto para descolgarnos, porque antes era muy aburridor, cuando nos daban con esas cosas de caucho. Eso nos pegaba durísimo”, señaló este joven.
De hecho, también se le consultó a esta seccional de la Policía sobre cuántas bicicletas se habían incautado este año para evitar esta práctica y no respondieron al respecto.
Esta misma modalidad de operatividad es utilizada por alcaldías como las de Medellín, Envigado y Bello, que con sus agentes de tránsito intentan controlar una actividad, que por su práctica clandestina y por los múltiples horarios en la que se hace, se vuelve muy complejo controlar de forma constante.
“Envigado realiza estrategias de prevención y operativos de control con agentes de tránsito y policía en puntos críticos como la Avenida Las Palmas, enfocándose en evitar que los jóvenes desarrollen este modelo de descenso peligroso y también evitando que se sujeten a vehículos de carga”, señalaron desde esta administración municipal.
Para el caso de Bello, esto viene acompañado de pedagogía, para que los jóvenes que se ubican en la entrada de la autopista Medellín-Bogotá dejen esta riesgosa actividad.
“Venimos haciendo un trabajo de sensibilización, de pedagogía, en el que articulamos con operativos de control para hacer algún tipo de sanciones, principalmente en la autopista, donde se practica este deporte gravity”, explicó Andrés Camilo Montoya, secretario de Movilidad de Bello.
Pero esta práctica, más allá de los riesgos y las tragedias que se gestan a su alrededor para quienes la ejercen, es un espacio en el que a más de 100 kilómetros por hora se sienten retando a la muerte.
En La Ceja prohibieron el ‘gravity’ por decreto