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Gerardo Pérez, el hombre que tiene 50 años llevando a Medellín en la piel

Con este hombre profundamente ligado a la ciudad comienza la serie “Liderazgos que Inspiran”, que busca resaltar a personajes que contribuyen a formar el tejido social en la urbe.

  • Gerardo Pérez nació en el Valle de Cauca hace 70 años, pero desde los 17 años generó un vínculo profundo con Medellín y desde entonces ha estado gestando proyectos sociales. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    Gerardo Pérez nació en el Valle de Cauca hace 70 años, pero desde los 17 años generó un vínculo profundo con Medellín y desde entonces ha estado gestando proyectos sociales. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
17 de noviembre de 2024
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Si a Gerardo Pérez Holguín se le llama un día a la semana probablemente conteste desde un sitio de Medellín al que pocas veces o nunca usted haya ido; si un amigo lo llama al día siguiente es casi seguro que estará en el otro extremo y si lo hace otro día, le hablará desde otro sitio, y así sucesivamente.

Lo que define a este hombre es su espíritu andariego y explorador de los entresijos de la urbe; esa esencia no la abandona, a pesar de que está cumpliendo ya la séptima década de vida.

Gerardo no es de los que alardean haber nacido en el Parque Berrío como señal de arraigo con el suelo medellinense, pero lleva ya 52 años bien contados viviendo acá y se ha comprometido como pocos con la generación de propuestas para el mejoramiento de vida de la gente, sobre todo de los que habitan los sectores periféricos.

Él estuvo en el inicio de organizaciones que marcaron el devenir de Medellín en momentos cruciales. En la década de 1980, en plena crisis por el florecimiento del narcotráfico, participó en la creación de varias oenegés que surgieron como respuesta para construir opciones distintas en la ciudad. Estuvo en el Instituto Popular de Capacitación (IPC) y luego hizo parte del sisma que originó la Corporación Región, tan importante en el proceso de generación de alternativas de futuro para Medellín dentro del trabajo que impulsó la Consejería Presidencial para Medellín.

En 1997 salió de Región a trabajar con la corporación Convivamos en la zona nororiental y dos años después de nuevo emprendió otro camino para crear y dirigir la Corporación para el Desarrollo Comunitario y la Integración Social (Cedesis), que alcanzó a abrir 50 sedes en sectores periféricos donde otros no querían entrar con educación mediante el modelo de Ampliación de Cobertura.

En 2011 a Gerardo le picó el bicho de la política; de nuevo dejó lo que venía haciendo y se lanzó al Concejo por el Partido Verde, pero como su aspiración no fructificó, en 2012 tomó nuevos rumbos, dirigiendo la recién parida Casa Morada en la Comuna 13, un espacio donde buscaban acompañar a los jóvenes a gestar sus proyectos de vida.

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Entre 2014 y 2015 coordinó la estrategia de participación de las Unidades de Vida Articulada (UVA) y en los dos años siguientes estuvo con la Secretaría de la Juventud coordinando la estrategia pedagógica del programa Medellín en la Cabeza.

De la misma manera ha sido consultor para la formulación de políticas sociales, en particular en temas de educación y participación, los que siempre lo han ocupado.

A finales de 2016, Gerardo se jubiló pero, lejos de entrar en estado de quietud, siguió en las lides sociales, haciendo voluntariado. Hasta hace poco estuvo en la veeduría Todos por Medellín que fue artífice de sonadas denuncias de corrupción contra la anterior administración de la ciudad. Y en ese tiempo conformó también la Corporación Bajo la Piel Medellín que se enfoca en buscar que las personas penetren en la dermis de la ciudad a punta de recorridos, con el fin de que germine otro relato desde las periferias para superar el estigma que cubre a muchas comunas debido al desencuentro y desconocimiento que existe entre quienes habitan distintos sectores.

“No podemos superar las situaciones que hoy tenemos si no nos sentimos todos habitantes de la misma ciudad y si no entendemos que los problemas y potencialidades de unos y otros son de todos”, dice.

De todo ese trasegar, lo que más valora Gerardo son las relaciones que ha construido y acumulado, porque no acostumbra dejar atrás los territorios que pisa en esos recorridos donde lo que importa es el camino mismo, no llegar a ninguna meta en especial.

Su historia comenzó en 1954, siendo el penúltimo de los doce hijos de un empleado de la Cámara de Comercio de Buga, una ciudad cercana a esa Cali embebida del movimiento cultural y literario.

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Recuerda patente que a Medellín llegó en octubre de 1972, sin tener ni un conocido, ni un familiar, tras graduarse de bachiller a los 17 años. Decidió matricularse en la Universidad Nacional, considerando que no contaba con recursos para un centro educativo que cobrara más caro. Su aterrizaje fue en una residencia estudiantil en la cual se relacionó con jóvenes que tenían algo en común con él: la pobreza.

“La mayoría de mis amigos eran bastante pobres; fue la primera relación que tuve con el tema de la pobreza, de lo popular, pero también con el tema de los barrios”, apunta.

Hizo sus pinitos en el movimiento estudiantil y finalmente terminó la carrera de ingeniería industrial, la misma que ejerció muy poco tiempo porque se dedicó a cosas que han tenido que ver menos con optimizar procesos de producción y todo con temas relativos a las transformaciones sociales.

De hecho, cuando alguien le pregunta por su profesión rehusa contestar apoyándose en títulos académicos y solo contesta: “Soy un ciudadano y un caminante”.

Explica que otra máxima de su vida ha sido no tener metas, solo vivir la vida al ritmo que se le presente, un concepto que chocaría con el deber ser dentro de una sociedad en la que las personas valen por lo que consiguen. “Prefiero el relato de ser un ciudadano, que es un honor”, recalca.

Curiosamente, asegura que esa ha sido la clave para vivir las múltiples experiencias que determinan lo que es hoy.

Lo que queda claro conversando con Gerardo es que si antes no le interesaron los protagonismos porque siempre prefirió moverse sin alardes, manteniendo el bajo perfil aun cuando ha detentado puestos de dirección, ahora le interesan todavía menos los aspavientos.

Por eso está dejando de a pocos los últimos cargos y se ha concentrado en simplificar su vida, conservando solo su rol como parte de las juntas directivas de los colegios Eduardo Santos y Santa Rosa de Lima, de la comuna 13. El resto del tiempo es para hacer recorridos guiados de La ciudad en la Piel y aceptar las múltiples invitaciones que le llueven desde los barrios para “echar carreta” sin pretensiones.

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