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De Medellín a Netflix: así se exporta nuestra música al mundo

Productores y realizadores del mundo se reúnen en la ciudad para descubrir y comprar temas que bailamos hace medio siglo.

  • De Medellín a Netflix: así se exporta nuestra música al mundo
  • escena de la película Nebraska donde suena El santo cachón. FOTO: imagen tomada de redes.
    escena de la película Nebraska donde suena El santo cachón. FOTO: imagen tomada de redes.
  • Pieza publicitaria de la serie El juego del Calamar. FOTO: imagen tomada de redes.
    Pieza publicitaria de la serie El juego del Calamar. FOTO: imagen tomada de redes.
hace 5 horas
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¿Qué hace en un planchón en Guatapé una realizadora de videojuegos de Londres? ¿Por qué hay un publicista canadiense en los estudios de Latina Stéreo? ¿O un productor de televisión japonesa en las oficinas de Discos Fuentes? ¿Un cineasta gringo tropezando pasos en Son Havana? Vienen a escuchar música, pero no precisamente a Karol G o a Maluma. No porque no les gusten, sino porque ya los conocen.

En el planchón, en la discoteca, en la emisora, en el bus que los transporta, en el restaurante donde almuerzan van escuchando música hecha en Medellín: porros, cumbias, salsas, temas hechos hace 20, 30, 50 años; otros que solo se escuchan en diciembre, así estén en agosto del 2025.



Están en el Colombian Synk Market, un evento que reúne a productores, cineastas, documentalistas, publicistas, realizadores audiovisuales de todo el mundo en Medellín para mostrarles la música que se hace aquí para que luego puedan comprarla para una serie de Netflix, una película de Hollywood o un comercial de flores en Japón.

La capital antioqueña se ha convertido en un epicentro para los supervisores musicales globales, esos profesionales que compran la música para grandes series, películas y videojuegos. El negocio que se mueve tras bambalinas es la sincronización (sync), un mecanismo por el cual una canción que ya existe se utiliza en una obra audiovisual, como una película, una serie de televisión, un videojuego o un anuncio publicitario, con el objetivo de hacer que el audio y el video calcen perfectamente.

José Miguel Gómez, director de Comunicaciones y Sync de Discos Fuentes, una de las empresas musicales que más se ha involucrado en el mundo de la sincronización como nueva fuente de generar ingresos, explica que para que una canción pueda sonar legalmente en una de estas producciones, no basta con una simple suscripción a una plataforma de streaming, sino que se requiere la gestión de licencias muy específicas y la negociación de dos derechos principales: el derecho de la obra (composición, derecho de autor o editorial) y el derecho del fonograma (la grabación de audio, derecho fonográfico o del sello discográfico).

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Los autores, o su editor musical, deben autorizar el uso de la obra, y si se usa una grabación específica, también se debe obtener autorización del titular del fonograma. Aunque para el mercado fonográfico global este segmento representa solo alrededor del 0,2% de los ingresos, para las editoriales que manejan los derechos de las obras puede significar aproximadamente un 30% de sus ganancias.

Las tarifas son siempre negociables y dependen de múltiples factores, pero si una canción se vuelve famosa, su valor aumenta dramáticamente.

Una gran sincronización es para la industria una catapulta que le da visibilidad global, ingresos inmediatos y prestigio en apenas unos segundos. Canciones clásicas colombianas han demostrado este alcance, como El Santo Cachón (que sonó en la película Nebraska en 2014, nominada al Óscar), Tabaco y Ron, Rebelión, La Noche, y La Cumbia Sampuesana (usada en Narcos).



Frente a los mercados de sincronización tradicionales, que a menudo se centran en métricas y fórmulas, el Colombian Sync Market (CSM), dirigido por el músico y empresario Alejandro Santa, propone una ruta alternativa donde el “alma precede al acuerdo”. El propósito del CSM es llevar la riqueza sonora de Colombia a nuevas audiencias, conectando música con proyectos audiovisuales de todo tipo, como cine, televisión, publicidad y videojuegos.

Santa explica que buscan activamente mostrar la diversidad musical colombiana, ya que muchos compradores internacionales solo identifican dos o tres géneros bajo el amplio paraguas de “latino”. La metodología se concibió como un “fantrip” o turismo musical que dura cuatro días, que se aleja de las ruedas de negocios convencionales (speed meetings) para transformarse en una “ceremonia sensorial en torno al poder emocional, cultural y estratégico de la música”.

La curaduría del encuentro está diseñada para involucrar los cinco sentidos: ver, oler, comer, escuchar y sentir. La inmersión empieza en las montañas de Santa Elena, en el Hotel Jardín de los Silleteros, donde el primer día no hay música, permitiendo que los participantes “entren en resonancia” con el entorno.

El itinerario incluye lugares icónicos de la región, como Guatapé, donde la visita se convierte, en palabras de Santa, en un “poema en movimiento” con música colombiana en un bote. También se recorre la memoria sonora de la ciudad con visitas a Discos Fuentes y a la estación Latina Stereo, donde la salsa es un “acto de fe diario”. El cierre del evento se realiza en la Comuna 13, un espacio donde la música es entendida como herramienta de transformación y construcción de memoria, con presentaciones de rap, beats y tambores.

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El calibre de los invitados demuestra la proyección internacional del CSM, el cual atrajo a cerca de 20 compradores (15 internacionales y 5 de Colombia). Entre ellos se encontraron supervisores musicales de Canadá, Reino Unido (Londres), Países Bajos, México y Estados Unidos (Los Ángeles, Nueva York), además de desarrolladores de videojuegos y ejecutivos de grandes estudios como Anthony David Scudellari, Vicepresidente Senior de Música de Sony Pictures Television, y expertos de Japón.

Los invitados quedaron dichosos no solo con la música que los hacía moverse casi que por reflejo sino por la comida, el ambiente, la gente y sus anfitriones. Por ejemplo, Irma de Wind, una supervisora de música para videojuegos con sede en Londres, se fue con la idea de usar música colombiana para ambientar un videojuego de surf o en la recepción de un hotel en un juego de parques temáticos. Un experto de Japón destacó que la música colombiana es un “sabor nuevo” que puede hacer que las producciones, especialmente la publicidad japonesa, sobresalgan.

El Colombian Sync Market ha generado resultados tangibles desde su inicio, ya que la edición pasada (la de este año fue la segunda) consolidó cerca de $300 millones en negocios, incluyendo sincronizaciones con medios como RCN, Teleantioquia y canales en México.

Discos Fuentes, por ejemplo, ha logrado cerrar negocios significativos a través de las conexiones generadas en el evento. La experiencia de inmersión que ofrece el CSM es crucial, pues al generar confianza y conectar a los creadores globales con el territorio, sienta las bases para mejores conversaciones de negocio.

Medellín, aunque pocos lo sepan, es reconocida por la UNESCO como Ciudad de la Música desde el 2015, y ahora busca en el turismo musical una puerta para el desarrollo empresarial no solo de sus disqueras sino de sus artistas.

Alejandro Santa enfatiza que la música funciona como un conector que activa otros sectores de la economía, como el transporte, la hotelería, el baile, la fotografía y los restaurantes. Al atraer a creadores globales de esta manera, el Colombian Sync Market no solo facilita la exportación de música, sino que proyecta a Medellín como un foco de inversión extranjera y un centro cultural clave, invitando a los creadores del mundo a conectarse con Colombia y su diversidad sonora.



El Santo Cachón en los Óscars 20 años después

No fue uno ni fueron dos, tampoco tres. 20 años después de que Romualdo Brito escribiera y Los embajadores vallenatos grabaran el Santo Cachón, la canción llegó a los Óscar en el 2014 una producción inesperada: Nebraska, una película gringa a blanco y negro en la que un anciano hace un largo viaje en carretera. En una parada en un taller de mecánicos atendido por latinos suena el himno cuyo video se grabó en Sopetrán.

escena de la película Nebraska donde suena El santo cachón. FOTO: imagen tomada de redes.
escena de la película Nebraska donde suena El santo cachón. FOTO: imagen tomada de redes.

La cumbia sampuesana en Cien Años de Soledad

Cuenta la leyenda que al acordeonero Joaquín Bettín le surgió la melodía de la cumbia sampuesana una noche mientras en su casa trataba de imitar el titilar de las luciérnagas con el acordeón. El tema, de anécdota macondeana, compuesto en 1952, llegó a Netflix el año pasado en el quinto capítulo de la primera temporada de Cien años de soledad. Fue una de las pocas piezas no originales que se usaron en la historia que ocurría en el Siglo XIX, antes de que en el país hubiera registro de música grabada.

Pieza publicitaria de la serie El juego del Calamar. FOTO: imagen tomada de redes.
Pieza publicitaria de la serie El juego del Calamar. FOTO: imagen tomada de redes.

Traicionera para promocionar el juego del calamar

¿Qué tiene que ver la canción Traicionera, de Pastor López, con una serie surcoreana sobre un desafío de supervivencia? Probablemente nada, pero aún así Netflix escogió la icónica canción colombiana de diciembre, para promocionar la segunda temporada de la serie en el país. La escena ocurre en una casa colombiana, donde el árbol de navidad ya está prendido y hay música y baile. Allí aparece una muñeca que hace parte de la serie y que va eliminando a quien se quede mirándola fijamente, incluida la oveja del pesebre.

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