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Científicos en Antioquia libran ‘guerra’ contra las superbacterias que acechan en el agua y el aire

Fortalecidas por la contaminación y algunas malas prácticas, aceleran su evolución y amenazan la salud pública. La ciencia tiene varios frentes abiertos.

  • Investigaciones diversas han encontrado presencia de bacterias con resistencia y también de antibióticos al ingreso y salida de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Se han convertido, en consecuencia, en reservorio de bacterias patógenas que evolucionan rápidamente. FOTO: EL COLOMBIANO
    Investigaciones diversas han encontrado presencia de bacterias con resistencia y también de antibióticos al ingreso y salida de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Se han convertido, en consecuencia, en reservorio de bacterias patógenas que evolucionan rápidamente. FOTO: EL COLOMBIANO
  • Esta placa contiene fagos que destruyen bacterias, arrojando alternativa para el tratamiento de infecicones. FOTO cortesía grupo microba
    Esta placa contiene fagos que destruyen bacterias, arrojando alternativa para el tratamiento de infecicones. FOTO cortesía grupo microba
  • Una investigación que acaba de conocerse, encontró que en el material particulado que pulula en el Valle de Aburrá viajan bacterias que podrían potencialmente atacar a población vulnerable. Es un hallazgo fundamental que exige tomar decisiones urgentes para reducir drásticamente la contaminación atmosférica FOTO Camilo Suárez
    Una investigación que acaba de conocerse, encontró que en el material particulado que pulula en el Valle de Aburrá viajan bacterias que podrían potencialmente atacar a población vulnerable. Es un hallazgo fundamental que exige tomar decisiones urgentes para reducir drásticamente la contaminación atmosférica FOTO Camilo Suárez
hace 5 horas
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Hace dos años y medio EL COLOMBIANO publicó la historia de una familia de migrantes varada en Medellín porque no tenían un peso para seguir su largo tránsito hacia el Darién. Mientras, pasaban sus días malviviendo a orillas del río Medellín y los niños nadaban y jugaban en el pútrido río.

Entre las reacciones que suscitó la historia muchos ciudadanos conjeturaron sobre las horribles enfermedades que padecerían con fiebres de muerte y enfermedades gastrointestinales en medio de su travesía, tras esos días de exposición extrema a la podredumbre del río Medellín. Y posiblemente fue así, expertos en salud pública explican que un solo contacto con estas aguas sería suficiente para que un niño contraiga infecciones que pueden condicionar el resto de su vida.

Fueron imágenes de horror, un drama humano con todos sus agravantes. Pero no menos horroroso es el hecho de que no es necesario, como miles de ciudadanos piensan, zambullirse en las aguas del río Medellín para quedar a merced de sus peligrosas bacterias patógenas.

Una de las amenazas silenciosas que se ciernen sobre las ciudades son las bacterias que se mueven en el ambiente; cada vez más masivas, cada vez más resistentes, cada vez más letales. Y el Valle de Aburrá no es la excepción.

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Desde hace más de una década los investigadores de la Escuela de Microbiología de la Universidad de Antioquia se han dedicado a desentreñar los microorganismos que oculta el río Medellín. Los hallazgos han sido fundamentales para entender la amenaza de salud pública que tiene el área metropolitana.

En un vaso de agua extraído a la altura de Moravia, los investigadores encontraron un millón de bacterias de Escherichia coli, común responsable de graves afecciones gastrointestinales y hasta meningitis, septicemia y neumonía. Pero también salmonela y todo tipo de hongos que pueden destrozar la piel lenta y dolorosamente.

Dirá la mayoría que nadie con medio dedo de frente se expondría a estas aguas hediondas. Pero justo ahí está lo inquietante del asunto: no se necesita el contacto directo. De hecho, ese peligroso ciclo que está acelerando la evolución de bacterias arranca en las casas y a las casas vuelve.

La automedicación, el uso indiscriminado de antibióticos en ganado y animales de producción, y las malas prácticas a la hora de desechar medicinas caducas en casa tienen mucho que ver en el problema, según Judy Natalia Jiménez Quiceno, doctora en Ciencias Básicas Biomédicas, docente e investigadora del grupo de investigación Microba, de la Escuela de Microbiología de la UdeA.

Por un lado está el hábito masificado de tomar antibióticos sin revisión médica, como los que acuden a la azitromicina cada vez que les duele la garganta o interrumpir los tratamientos recetados. Por el otro, el desconocimiento sobre la correcta disposición de medicamentos en casa, que terminan, en miles de hogares, yéndose por el sanitario. Incluso también las arrojan directamente, como ocurrió hace un par de semanas en Altavista, donde decenas de bolsas con medicinas y desechos hospitalarios fueron arrojados al borde de la quebrada. Y, finalmente, la nociva práctica de productores de saturar animales con medicamentos que no necesitan para, supuestamente, mejorar sus condiciones.

Todo esto es caldo de cultivo para la llamada RAM –resistencia antimocrobiana– que durante décadas estuvo confinada a hospitales, pero ahora está en todas partes.

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El asunto es que, ya sea que se diluyan en su viaje por la alcantarilla o lleguen a través de las excretas de las personas, los componentes de estos medicamentos están terminando en ríos como el Medellín. Allí, en esas aguas residuales, es donde el escenario de horror sucede.

Cuando entran en contacto antibióticos y bacterias patógenas y ambientales que ya tienen genes de resistencia, se pone en marcha en esos microorganismos una codificación del ADN de la cual surgen nuevas cepas aún más resistentes a antibióticos, explicó Jiménez Quiceno.

Un estudio publicado en revista científica PNAS Nexus este año concluyó que el 29% de los antibióticos consumidos por humanos terminan en cuerpos de agua y permanecen incluso después de pasar por tratamientos de aguas residuales. Y por supuesto que en el Valle de Aburrá no es la excepción.

Las investigaciones que adelantó el grupo Microba alrededor de una de las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales del Valle de Aburrá describieron la presencia de bacterias resistentes a antibióticos tanto en el ingreso como en la salida de dicha PTAR. Concretamente hallaron Klebsiella pneumoniae, Escherichia coli y Enterobacter cloacae, que hacen parte de los llamados microorganismos oportunistas, pues su interacción con el organismo humano depende de qué tan vulnerable lo encuentren. Por ejemplo, pacientes en UCI, con EPOC o neonatos son más vulnerables a infecciones por bacilos de Klebsiella pneumoniae, mientras que los de Enterobacter cloacae atacan particularmente a personas con inmunodeficiencias.

Investigaciones como la del grupo Microba arrojan nuevas pistas sobre el potencial de las aguas residuales como reservorios aptos para que bacterias adquieran mayor resistencia a los betalactámicos, que engloban a todos los medicamentos más usados como la penicilina, las cefalosporinas y la amoxicilina, que durante décadas fueron tan eficaces y ahora tambalean ante dicha resistencia adquirida aceleradamente.

Los virus contra las bacterias

Aunque ciertamente es un grave peligro de salud pública, por fortuna los investigadores en Antioquia han ido más allá de la identificación del problema y avanzan ahora en las soluciones. El propio grupo Microba, en una línea de investigación liderada por la profesora Jiménez Quiceno y la microbióloga y bioanalista Lorena Salazar Ospina, se concentra ahora en desarrollar el potencial de los fagos, los virus que solo infectan a las bacterias.

Los fagos son munición guiada y de precisión. Atacan concretamente a la bacteria; la invaden, se multiplican en su interior, la destruyen y una vez liberados hacen lo mismo con otras bacterias, todo esto sin involucrar a los microorganismos benéficos para el organismo y el ambiente ni alterar los tejidos.

Las investigadoras replicaron en laboratorio las condiciones de aguas residuales. Aislaron y probaron fagos contra las bacterias con resistencia encontradas al ingreso y salida de la PTAR y lograron la eliminación del 99%. Incluso sobre acero inoxidable, los fagos fueron implacables y removieron el 99% de las bacterias, según detalló Salazar Ospina, estudiante de doctorado en Microbiología y docente de la Escuela de Microbiología.

Esta placa contiene fagos que destruyen bacterias, arrojando alternativa para el tratamiento de infecicones. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> cortesía grupo microba</span></b>
Esta placa contiene fagos que destruyen bacterias, arrojando alternativa para el tratamiento de infecicones. FOTO cortesía grupo microba

Hay en esto algo paradójico. El uso de fagos para combatir bacterias no es nuevo. De hecho, según la profesora Salazar, fue una respetada terapia para tratar infecciones en humanos y animales, hasta que la industria farmacéutica desarrolló y diseminó el uso de antibióticos.

Ahora con los antibióticos “viéndose a gatas”, los fagos resurgen nuevamente como terapia eficiente. En Estados Unidos y algunos países de Europa ya se usan para casos específicos, pues todavía no directrices generales para su uso masivo como tratamiento. La buena noticia para Colombia es que la investigación del grupo Microba de la UdeA allana ese camino y abre un prometedor frente para combatir en los próximos años a las superbacterias que acechan.

El talón de Aquiles de las PTAR

En otro frente de pelea, investigadores de la Universidad Nacional han buscado fortalecer el talón de Aquiles que tienen las PTAR, diseñadas para remover carga orgánica, moléculas de baja complejidad química, pero no grandes y complejas como los antibióticos.

Una investigación internacional con participación de universidades de España y Antioquia encontró en aguas residuales tratadas de Medellín y Bogotá concentraciones de hasta 50 microgramos por litro (μg/L) de acetaminofén, así como presencia superior a 1 μg/L de azitromicina, ciprofloxacina y norfloxacina; antihipertensivos como losartán y valsartán, lo que arrojó pistas muy claras sobre la imposibilidad de las PTAR de degradar estos componentes.

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Por esto, Alexánder Agudelo, doctor en Ingeniería en Recursos Hidráulicos de la Unal Medellín, desarrolló en 2020 una tecnología de bajo costo, eficiente para degradar antibióticos empleando tecnologías de oxidación avanzada, a través de dos sistemas. Uno la vermifiltración, que utiliza lombrices para mejorar el desempeño a la hora de filtrar el agua. El otro es la oxidación basada en ozono y carbón activado, que desencadenan una reacción química para degradar medicamentos como el meropenem, ampliamente empleado utilizado para tratar la meningitis y la neumonía. Es el antibiótico más usado en las UCI del país.

Lo que se sabe ahora de las bacterias en el aire del Valle de Aburrá

Un trabajo mancomunado de cinco años entre investigadores del Jaime Isaza, la Facultad de Salud Pública de la UdeA y el laboratorio One Health de la Nacional, entregó hace dos meses unos fundamentales –y también inquietantes– hallazgos a la ciudadanía sobre el ecosistema bacteriano en el aire que respira el Valle de Aburrá.

Simón Villegas Velásquez, investigador del grupo One Health, analizó 2.000 microorganismos presentes en el material particulado 2.5 que circula en el Aburrá (el que produce el parque automotor, por ejemplo) y decidió ir más allá de los análisis que existían hasta ahora sobre contaminación y material particulado, centrados solo en medir concentración de contaminantes. Analizó su composición, sus microorganismos.

Velásquez identificó bacterias extremófilas, es decir, están adaptadas a las condiciones adversas del material particulado, como su bajo PH y alta exposición a radiación solar. Estas bacterias resilientes mostraron, además, señales de resistencia intrínseca a algunos antibióticos, una alerta severa para la salud pública que debería atenderse de manera prioritaria.

Estas bacterias oportunistas –viajando en el material particulado PM 2.5 capaz de atravesar las barreras del sistema respiratorio y llegar hasta el torrente sanguíneo y órganos vitales– pueden minar gravemente la salud de población vulnerable: niños, adultos mayores o personas con sistemas inmunocomprometidos.

Una investigación que acaba de conocerse, encontró que en el material particulado que pulula en el Valle de Aburrá viajan bacterias que podrían potencialmente atacar a población vulnerable. Es un hallazgo fundamental que exige tomar decisiones urgentes para reducir drásticamente la contaminación atmosférica <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> Camilo Suárez</span></b>
Una investigación que acaba de conocerse, encontró que en el material particulado que pulula en el Valle de Aburrá viajan bacterias que podrían potencialmente atacar a población vulnerable. Es un hallazgo fundamental que exige tomar decisiones urgentes para reducir drásticamente la contaminación atmosférica FOTO Camilo Suárez

Lo que señaló el investigador es que el verdadero fin de estos hallazgos es llegar a la ciudadanía, a las autoridades que toman decisiones, lograr que se instale en la conversación cotidiana, que las personas entiendan que no es una amenaza apocalíptica, ni ciencia ficción, ni un peligro distante. Es real y está pasando ahora y es posible hacer algo.

Por eso, el cambio de prácticas cotidianas tiene una incidencia en la pelea contra estas amenazas de salud pública. No es solo tarea de científicos devanándose la cabeza en búsqueda de soluciones. Evitar la automedicación, disponer correctamente las medicinas caducas, bajarse cada vez más del carro. Y también exigir respuestas concretas de los gobernantes. Porque este, que es visto como un tema que no da votos, cuesta vidas.

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