La posible certificación del derribamiento del vuelo ruso el 31 de octubre mientras sobrevolaba por Hassana, en la península del Sinaí (Egipto), en el cual perecieron 224 personas, hizo reconsiderar a las autoridades aeronáuticas de Gran Bretaña suspender —por seguridad— el uso de esta ruta para los aviones que pasarían por el sitio donde se estrelló la aeronave.
Versiones de investigadores estadounidenses y británicos basadas en información recuperada en la zona del desastre, sugieren que el avión pudo ser derribado por un explosivo que incluso, sería llevado dentro de la cabina de pasajeros bajo una silla.
“Las comunicaciones interceptadas desempeñaron un papel en la conclusión tentativa de que los combatientes en el Sinaí afiliados el grupo extremista Estado Islámico plantaron un artefacto explosivo en el avión”, informó un funcionario estadounidense.
Por su parte, el canciller británico Philip Hammond reafirmó que hay una “posibilidad significativa” de que el choque haya sido provocado por un artefacto explosivo.
Ante la medida de suspensión de los vuelos por la península del Sinaí adoptada por Gran Bretaña, Hany Ramsay, subjefe del aeropuerto Sharm el-Sheij, aseguró fue una decisión tomada a la ligera, y dijo que la conclusión de los británicos de que el avión se desplomó por la explosión de una bomba es “muy prematura” y podría tener la intención de dañar el sector turístico vital para la economía de ese país.
“Otros países podrían seguir sus pasos. Quieren perjudicar al turismo y provocar confusión”, dijo Ramsey, y agregó que la declaración de Gran Bretaña podría tener motivos políticos y comerciales ocultos.