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Las revueltas juveniles en 2011 no llevaron a la democracia, sino a un gobierno,
el de Abdel Fatah al Sisi, que pretende perpetuarse, al menos, hasta 2030.
Abdel Fatah al Sisi, el presidente de Egipto al que una reforma constitucional aprobada en el Parlamento este martes le abrió la puerta para permanecer en el poder hasta 2030, llegó a su cargo hace seis años luego de cometer una traición.
Entonces, siendo jefe del Ejército y ministro de defensa de Mohamed Morsi –el primer presidente elegido democráticamente en la historia de Egipto, tras las revueltas de la Primavera Árabe en 2011– Al Sisi salió en televisión pública el 1 de julio de 2013 y le dio al mandatario 48 horas para renunciar “o atenerse a las consecuencias”.
Su amenaza marcó, no solo la salida del poder Morsi, sino el cierre de un breve ciclo que había iniciado tan solo dos años antes, en 2011, cuando por unos días, durante las manifestaciones juveniles que lograron el fin del régimen militar luego de 60 años, las plazas egipcias “fueron un lugar para la utopía”.
Así las describió Sally Zohney, una de las manifestantes, citada en un artículo de 2011 de ONU mujeres, en el que agregó que ese proceso, considerado por algunos como la primera revolución convocada a través de redes sociales, era irreversible.
Pero, ocho años después, los hechos han demostrado lo contrario. Aun más tras las reformas constitucionales de ayer, las cuales ampliaron el periodo presidencial de 4 a 6 años y, pese a limitar la reelección a máximo dos periodos, incluyeron una cláusula que excluye a Al Sisi de esta restricción.
En suma, los cambios plantean el más que probable escenario de que, durante la próxima década, Egipto sea gobernado por un hombre con uniforme.
Para Hassan Türk, analista internacional experto en Oriente Medio, “Al Sisi es el resultado del temor de los países de la región, y del mundo occidental, ante la llegada de grupos radicales como Estado Islámico”.
Como explica el académico, si bien en un principio occidente vio con buenos ojos estos alzamientos populares por su carácter juvenil, pronto tuvo recelo frente a los gobiernos que estos generaron.
En el caso de Egipto, el presidente Morsi llegó al poder apoyado por los Hermanos Musulmanes. Este hecho inquietó a su vecino, el Estado judío de Israel y llevó a que los aliados de este, entre ellos Estados Unidos, apoyaran de forma tácita el golpe de Estado de Al Sisi en 2013.
No obstante, el actual presidente no solo llegó al poder con la venia de la comunidad internacional. De acuerdo con Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, el militar aprovechó el miedo de los egipcios “que veían las atrocidades cometidas en Siria e Irak por parte de Estado Islámico”.
Al Sisi, pese a todo, ha significado estabilidad para Egipto en un Oriente Medio que atestigua guerras en Siria, Yemen y el riesgo de una nueva en Libia.
El precio de la calma ha sido el silencio. Según comunicados de organizaciones como Human Right Watch y Amnistía Internacional, en Egipto impera un régimen autoritario que criminaliza la oposición y, la reforma constitucional aprobada ayer, solo profundiza ese escenario.
“Siempre supe que sería presidente de la república”, dice Al Sisi en un fragmento no publicado de una entrevista con el diario Egypt Today en 2013, que terminó filtrado a través de Youtube.
Según cuenta allí, la revelación le llegó a través de un sueño en el que blandía una espada con el mensaje “No hay otro Dios que Alá” grabado en ella, mientras el difunto expresidente, Anwar Sadat, le anunciaba que era su destino gobernar Egipto.
El sueño, abundante en detalles, no especificaba sin embargo hasta cuándo duraría ese gobierno profetizado y, ni siquiera ahora que se ha cumplido, es claro ese punto final.
La respuesta, para Türk, sería clara: el militar egipcio gobernará todo lo que le sea posible. De hecho, la reforma aprobada ayer en el parlamento inicialmente proponía en su versión preliminar que su mandato pudiera extenderse hasta 2034 y solo sus modificaciones posteriores fijaron el 2030 como límite.
Entretanto, las calles inundadas de jóvenes que el mundo admiró en 2011 permanecen vacías, mientras el presidente renueva su mandato en el elecciones en las que obtiene más del 95 % de los votos.
Según dijo a Reuters Amr Magdi, investigador sobre Oriente Medio y África, “el gobierno arrestó a los opositores clave o los intimidó hasta sacarlos de la carrera electoral”. La represión, afirma, “es peor ahora de lo que era bajo Mubarak”.
Como señala Víctor de Currea Lugo, experto en Oriente Medio, luego de 8 años quedó demostrado que “las vías democráticas que la gente buscó en 2011 fueron traicionadas”. Al Sisi, un militar educado en la comunión entre Ejército y empresa privada que la Primavera Árabe trató de revocar, fue uno de esos traidores