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Con dos mujeres guardando su espalda, Joe Biden hizo un corte adelantado a sus primeros 100 días de gobierno. Ante un Congreso que no controla del todo y en el que tiene en parálisis varias de sus propuestas más importantes, el presidente de Estados Unidos celebró en la noche del 28 de abril el reinicio del tiempo que prometió como candidato.
Una y otra vez hizo alusión a esos 100 días en los que EE. UU. “regresó”, “reanudó” o “progresó”. En ámbitos tan disímiles como un plan de vacunación, un programa de revitalización económica o una estrategia de relaciones internacionales, Biden celebró lo que se puede asemejar a una maquinaria que vuelve a andar tras años de letargo. Cómo vuelve a hacerlo es la cuestión.
Hacia un país sano
“Biden fue elegido para gobernar a un Estados Unidos en pandemia, y ha gobernado para eso”, resume Rafael Piñeros, analista internacional de la Universidad Externado. Llegó a la Casa Blanca en un momento, si bien no de crisis plena, de menos esperanza. Un día antes de su posesión, el 19 de enero, el país superó los 400.000 muertos por covid.
Ya era entonces, y lo sigue siendo, la nación que en números brutos concentra la mayor cantidad de personas contagiadas y fallecidas debido al coronavirus. Pero ahora también es la que más dosis de vacunas ha suministrado. “Prometió la aplicación de 100 millones de dosis para sus primeros 100 días y superó la meta con creces. Es sin lugar a dudas su mayor éxito hasta ahora”, asegura Piñeros. Con corte hasta este 29 de abril, el país había suministrado 234 millones de dosis.
El propio Biden se encargó, en el discurso que pronunció ante el Congreso, de resaltar la hazaña. “Cuando juramenté el 20 de enero, menos de la mitad de la gente mayor estaba vacunada, 70 % de las personas por encima de los 65 años ahora están protegidas, las muertes de los mayores vienen decreciendo en un 80 % desde enero”. Su éxito no se reduce solo a la vacunación.
“No ha bajado la guardia en todos aquellos otros elementos epidemiológicos en los que la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha insistido”, señala Yessica María Giraldo Castrillón, médica epidemióloga clínica y docente investigadora de la Universidad CES, “me refiero a la realización de pruebas, al uso del tapabocas, rastreo de focos de contagio y demás. Está claro que la vacuna por sí sola no es una solución definitiva”.
Si bien la rápida distribución de las dosis no es solo un logro suyo, pues fue Donald Trump el que se encargó de que el país tuviera millones de dosis disponibles antes incluso de que las vacunas estuvieran aprobadas para su uso en ese país. Es cierto, según los analistas, que Biden dio un nuevo impulso al proceso de vacunación, asumiendo un control desde Washington que su predecesor había dejado a cargo de los estados. También lideró un discurso de cuidado y protección que en el gobierno Trump brilló por ausente.
Consolidado ya ese proceso, Biden confirmó ante el Congreso su intención de contribuir en la vacunación del resto del mundo. Recibió aplausos de los demócratas y silencio de los republicanos. En sus primeros 100 días, Joe Biden se ha graduado, también, de malabarista.
Al interior, división
“A Biden se le ve como un hombre de centro. En estos cien días ha ido tomando decisiones por una línea media y cauta en la que mantiene, en algunos temas, las políticas de Trump, y en otros saca un talante mucho más demócrata”, apunta Piñeros.
Un ejemplo claro de eso parece ser el tema racista que involucra a la Policía de Estados Unidos. En campaña, Biden se comprometió con la conformación de una comisión nacional para la reestructuración de la Policía. “Para eso no ha habido fuerza política y tampoco intenciones, pero aprovechó la reciente sentencia en el caso de George Floyd para calmar al ala más radical de su partido que se lo exigía, ¿cómo lo hizo? Con una declaración muy disiente”, explica Piñeros. Biden no solo celebró la sentencia sino que la consideró insuficiente para los retos que, según dijo, tiene el país al respecto.
“Otro caso muy similar es la legislación para el control de armas en el Congreso, que tampoco se ha presentado”, dice Piñeros. Aún así, el pasado 8 de abril presentó al legislativo un paquete de acciones limitado que propone un control mayor a las llamadas “armas fantasma”, esas que no cuentan con un número de serie que permita su rastreo. “Lo más seguro es que en estos temas no haya rápidamente un consenso político”, finaliza el profesor.
No son los únicos ámbitos en los que el reinicio de tiempo que prometió Biden ha sido matizado por un pasado nacional que se niega a cambiar:
“Estados Unidos está de vuelta”
A un mes de su posesión, Biden anunció con pompa el regreso de su país a la esfera internacional. Lo hizo el 19 de febrero en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich, una reunión anual en la que los líderes más importantes del mundo comparten sus visiones sobre los retos de la seguridad global. “Estados Unidos ha vuelto”, dijo, en una promesa que, tras 100 días de gobierno, tiene matices.
“Hay continuidad en unos temas y cambio en otros”, resume David Castrillón, docente e investigador del Observatorio de Análisis de Sistemas Internacionales de la Universidad Externado. “Desde que Donald Trump señaló a China y a Rusia como amenazas para Washington, la retórica de EE. UU. no ha cambiado”. Biden llamó al presidente ruso, Vladimir Putin, “asesino” durante una entrevista a medios locales a finales de marzo, en una acusación sin precedentes en la relación de ambos países.
Hacia China tampoco ha tenido gran viraje respecto a Trump. Ha continuado las críticas sobre el manejo chino en las primeras semanas de la pandemia y ha tildado a su presidente, Xi Jinping, de ser un “autócrata”.
“Esa confrontación será uno de sus mayores retos”, apunta Castrillón, “aún así, hay una diferencia respecto a Trump y es que Biden se permite esferas de colaboración”. Un ejemplo es la última cumbre de medio ambiente que organizó y en la que logró consensos con ambos países. Si hay un regreso pleno de EE. UU. al multilateralismo tiene que ser en el ámbito del medio ambiente, donde el compromiso del presidente es completo. “Ese tema, más su reintegro a la OMS (Organización Mundial de la Salud) y su acercamiento inicial a Irán para retomar el acuerdo nuclear, son grandes mensajes de este presidente”, remata el analista.
Migración y América Latina
Los tiempos en los que los latinoamericanos eran inmigrantes “estafadores” o “violadores” (como llegó a llamarlos Trump), y el mayor propósito de EE. UU. era construir un muro en la frontera con México que impidiera su llegada, han terminado. No está claro, sin embargo, qué tiempo ha iniciado.
Durante sus primeros 100 días en el Gobierno, Biden sufrió su primera crisis migratoria, sin que su desempeño haya sido vitoreado. La cifra de personas que intentaron cruzar la frontera con México pasó de 7.000 en enero a cerca de 19.000 en febrero, según el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).
El presidente no solo nunca fue a la frontera, algo que criticó la oposición republicana, sino que aún insiste en no llamar a la situación una “crisis”. “Su respuesta revela que el tema migratorio no es su prioridad”, explica Castrillón. Eso pese a que presentó una reforma migratoria al Congreso que pretende regularizar a 11 millones de indocumentados pero que a todas luces, según analistas, no será aprobada tal cual. La relación de Biden con América Latina se ha quedado allí y en Venezuela, el otro gran tema regional.
“No se ven cambios”, señala Ronal Rodríguez, del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. “Biden sigue reconociendo a Juan Guaidó como el actor opositor más importante, no obstante la realidad es que al interior de Venezuela Guaidó tiene casi la misma popularidad que tiene Maduro. Eso marca un punto complejo para los norteamericanos, que pareciera están cometiendo los mismos errores que en su momento se cometieron con los cubanos: concentrarse tanto en los antirégimen que terminan un poco desenfocados de lo que sucede en el país”.
Respecto a Cuba tampoco hay mayores cambios. Si bien la retórica violenta ha sido eliminada, Biden no ha derogado ninguna de las más de 200 sanciones que les impuso Trump.
Es la economía...
Tres planes billonarios han concentrado la gestión económica del presidente Biden durante los primeros 100 días de gobierno. A inicios de marzo logró sacar adelante, pese al rechazo republicano, un rescate de 1,9 billones de dólares por los efectos de la pandemia, el tercer paquete de estímulos económicos que aprueba EE. UU. y el primero del nuevo presidente.
“Esta legislación histórica trata de reconstruir la columna vertebral de este país y dar a la gente de clase media una oportunidad de salir adelante”, dijo Biden en la firma de la nueva ley. Los estadounidenses que ganen hasta 75.000 dólares anuales recibirán un cheque de 1.400 dólares. La normativa también prevé ayudas a los gobiernos locales y mayor financiación en distribución de vacunas anticovid.
Los otros dos grandes planes son hasta hoy apenas una promesa. El de Empleo Estadounidense, valorado en 2,25 billones de dólares, se sigue negociando en el Congreso. “Esta es la mayor inversión en empleos en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial”, subrayó Biden a inicios de marzo. El plan propone un paquete de construcción de infraestructura como autopistas y puentes; o modernización de aeropuertos y puertos, entre otros.
Para recaudar el dinero, el demócrata plantea una subida del impuesto a las grandes empresas, que pasaría del 21 % al 28 % (estaba en 35 % antes de que Trump gobernara). Las toldas republicanas consideran al plan demasiado costoso. Según la prensa local, estarían preparando una contrapropuesta valorada en 650.000 millones de dólares. Biden anunció hace poco su tercera apuesta económica: el Plan Estadounidense para las Familias.
Destinaría 1,9 billones para invertir en educación gratuita, subsidios de desempleo y programas de alimentación, entre otros. La batalla en el Congreso no se pinta fácil, tal como lo dejó entrever el republicano Ted Cruz, ante las pretensiones del presidente: “Lo que está diciendo es radical”.