Los incendios forestales que arrasan Los Ángeles por sexto día consecutivo ya dejan un saldo mortal de 24 personas, casi 30.000 hectáreas en destruidas y miles de personas desplazadas.
Las ya incontrolables llamas, tanto en Palisades como en Eaton, están aumentando debido a un nuevo fenómeno natural, los temidos vientos de Santa Ana. Un fenómeno meteorológico que según las autoridades “convierte cualquier chispa en una llamarada”.
Con ráfagas de viento que alcanzan hasta 110 km/h, secan la vegetación y avivan las llamas al transportar brasas a nuevas áreas. “Las condiciones son extremadamente peligrosas, y las próximas 48 horas serán críticas”, advirtió Rose Schoenfeld, del Servicio Meteorológico Nacional.
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Los incendios de Palisades han consumido 9.500 hectáreas, mientras que los de Eaton, que iniciaron siendo más pequeños ya han consumido 14.000 hectáreas. Según los bomberos, las ráfagas no solo aumentan la propagación de las llamas, sino que también crean tornados de fuego, “un fenómeno destructivo donde los incendios generan su propio clima”.
Cerca de 100.000 personas ya han debido ser evacuadas de sus propiedades para evitar que aumente la cifra de muertes, sin embargo, muchos de estos intentan salvar sus viviendas y quedan atrapados entre las llamas.
SI bien la labor de los bomberos y de las autoridades ha sido aplaudida por su agilidad y oportuna respuesta, los recursos disponibles causan serias limitaciones que impiden atender mejor la situación. Sumado a esto, durante los primeros días del desastre, varios hidrantes se quedaron sin agua, complicando aún más las tareas de extinción.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, aseguró que la ciudad ha tomado medidas para facilitar la labor de las unidades de emergencia, pero el jefe de bomberos Anthony Marrone afirma que la des financiación que sufrió el Departamento de Bomberos evitó una respuesta más contundente al inicio del fuego. “Estamos enfrentando una situación sin precedentes; hemos reforzado nuestras filas con equipos de otras ciudades y países, pero el fuego sigue siendo un enemigo formidable”, afirmó.
Los vientos de Santa Ana, característicos del sur de California, son un ingrediente clave en la escalada de los incendios. Estos vientos, además, son secos y calientes, vienen desde los desiertos del este empujados hacia la costa del Pacífico y a medida que desciende por las montañas, el aire se comprime, se calienta y pierde humedad, creando condiciones ideales para la propagación del fuego.
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En los últimos años, el cambio climático ha exacerbado estos incendios que si bien son “típicos” de esta época del año, nunca se presentaban con esta magnitud. “Los ciclos de sequías más prolongados y las temperaturas más altas intensifican la vulnerabilidad de la región”, señalan los expertos.
Con miles de estructuras destruidas y los desplazados en aumento, el impacto de estos incendios deja una tragedia sin precedentes en Estados Unidos. Aunque el Gobierno de Joe Biden ya ha desplegado nuevos apoyos, la proporción de las llamas hace que el accionar de las autoridades quede acorralado.
Se cree que los vientos continuarán azotando la región hasta mediados de la semana, complicando las operaciones de rescate y extinción. Las autoridades locales y federales aseguran que el peligro no disminuirá hasta que las condiciones climáticas cambien, lo que preocupa a millones de residentes, pues hasta ahora son cientos de miles las casas que se encontrarían bajo riesgo.
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