Como esta igualdad, se pueden postular muchas otras similares que impliquen permisos o trámites para realizar acciones por parte de los particulares o, mejor, ciudadanos, y no digo del común, puesto que todos somos ciudadanos y como tal deberíamos ser iguales ante la ley.
Claro está que esto último es un canto a la bandera.
Trámite = corrupción, documento exigido = corrupción, permiso = corrupción, ruta de transporte público = corrupción, explotación minera = corrupción, juicio ante la Corte = corrupción, investigación de la Fiscalía = corrupción, y la reina de todas, o por lo menos la que está de moda: contrato de obra pública = corrupción a la enésima potencia.
Es una breve descripción de las igualdades que se dan en la vida diaria dentro del Estado colombiano que, casi sin temor a equivocarme, es la organización pública dentro de los países en desarrollo más abundante en leyes y trámites para el desarrollo de las actividades privadas.
Ahora dizque estamos en la cruzada para atacar este cáncer que tiene la institucionalidad, pero como todo lo de este gobierno, o mejor lo de esta administración, como suelen decir los empleados públicos, se va en tilín, tilín, ya que el carro no tiene paletas.
Si de verdad se quiere atacar este flagelo endémico y tan antiguo como nuestra independencia, basta empezar a revisar el nivel de vida de muchos de los funcionarios del orden nacional para constatar que es imposible mantener el tren de gastos que muchos de ellos llevan con los sueldos que devengan, en muchas ocasiones inmerecidos por el trabajo que supuestamente realizan.
Poner dentro de la pila de documentos en espera de su atención, la solicitud, el trámite o la respuesta, es lo máximo que sucede hasta tanto haya una manifestación expresa y comprobable de la aceitada de esa maquinaria que conocemos como Estado.
Una vez sucede esto, aparece por arte de magia la solución a la dificultad insalvable que mantenía estancada esa gestión.
Dentro de la conciencia de muchos funcionarios que llegan al servicio público está la consigna de aprovechar ese cuarto de hora que tienen para acrecentar su patrimonio de forma tal que no se vean en la obligación de trabajar más en lo que les reste de vida, mientras más jóvenes lleguen allí más gruesa será la tajada que se llevan en cohechos, coimas y todas esas mañas tan frecuentes en el mundo actual.
Aclaro, esto no solo se da en el sector público, puesto que muchos empleados del privado las usan para mejorar sustancialmente sus ingresos.
Vemos enriquecimientos sin causa, lo que sucede es que estos no provienen de los dineros de todos.
Si de verdad queremos atacar la corrupción, debemos establecer que esos delitos no prescriban. Si hacemos esto muy seguramente la reduciremos a sus justas proporciones, como lo dijo un fallecido presidente.
Postre: Ya lo dije antes: vamos para un Nuevo Caguán y es por el deseo de reconocimiento internacional de gestiones vanas en búsqueda de una paz imposible con unos facinerosos.
Ellos no son nada diferente a una banda de cuatreros.
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