Inició sus compromisos académicos a los cinco años, sin perder uno solo de ellos y con intachable hoja disciplinaria. Trece años después y faltando dos horas para la ceremonia de grado, le informan que no fue proclamado y que tiene que esperar a enero para recibir el acta de grado (cartón de bachiller). Hoy, ya profesional, sólo cruza por su mente la universidad y a ella todo el respeto y dignidad que recibió en sus cinco años de estudio. El colegio para él y toda su familia, sin pena ni gloria, quedó en el olvido. Recuerdo este caso en estos días cuando se realizan las graduaciones de bachilleres, porque me duele ver cómo se repite la historia con tantas familias. Faltando pocos días y ya con todos los preparativos reciben el mismo lacónico aviso: "Su hija no fue proclamada". En enero recibirá su grado por ventanilla.
De su grupo de compañeras sólo esta niña y una amiga pasaron a la universidad, todas las demás a proclamar en ceremonia tendrán que esperar otro semestre para ver si pasan a cursar estudios superiores. No puede existir tanta majadería como privar a un bachiller de una ceremonia de grado porque en alguna materia no alcanzó el logro.
Y en enero ni los refuerzan ni los evalúan, como cualquier trámite de mensajería les entregan déspotamente las certificaciones que ya hace rato tenían merecidas.
El Ministerio de Educación debería ponerse al frente de estos atropellos.
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