Seguro que entre esos diez cuchos, quienes estábamos en el empantanado potrero auxiliar del estadio Cincuentenario, algunos tuvimos la experiencia de observar el Festival de Ancón... de amor y paz.
Ese estar allí, en medio de miles de jóvenes, casi todos vestidos con una prenda negra, era una especie de deja vu, un regresar en el tiempo, para comprobar cuánto han cambiado Medellín y su gente del 20 de julio de 1971 al 12 de octubre de 2008.
Los de antes soñábamos en esa bella época con que Luciano Gómez, uno de los pocos roqueros de la ciudad, trajera de Inglaterra a sus compañeros de The Musicians. Resultaba como una fábula que estuvieran aquí en una comunidad que siempre ha gustado del rock and roll desde esas épocas inmemoriales de Black Sabbath, The Who, Deep Purple, Led Zeppelin y el Festival de Woodstock.
Por fortuna los tiempos de hoy son otros, pero especialmente de la música, como lo confirmó en la quinta edición -no versión como dicen y escriben hoy- de un renovado Festival Altavoz, al que al igual que Ancón no le faltó su marihuana y otras yerbas, pero en el que se destacó la convivencia de roqueros, punqueros, metaleros y otros géneros, a diferencia de lo que sucede con los barristas verdes y rojos del fútbol a los que les cuesta entender el mensaje de la no violencia dentro y fuera de los estadios.
Esos tres días de Altavoz marcaron un nuevo derrotero, que como dijo Roco, cantante de la siempre atractiva banda mexicana Maldita Vecindad y los hijos del quinto patio, en un escenario atestado de público pese a la lluvia y el lodo, es un puente de unión ciudadana que debe ser aprovechado para que se plasme el registro histórico-musical de la Medellín de hoy dentro de espacios de pluralidad, lo que igualmente reivindica su director Santiago Arango.
En esas 32 horas de música del pasado puente festivo, con la presencia de 28 bandas, 21 locales, cuatro nacionales y tres internacionales (462 han sido los grupos representados en 3.887 músicos de la ciudad, entre eliminatorias y finales en estos años), se confirmó, una vez más, que Medellín necesita un sitio adecuado, en el que no haya que chupar agua y barro por parejo, sin dejar de lado que ese es un lugar del fútbol aficionado que está en los planes de remodelación por parte del Inder local.
Los más de 60 mil espectadores que se dieron cita en el quinto Festival Altavoz, que tuvo excelente transmisión de Telemedellín, pero al que le falta una página web oficial, ratificaron ante la comunidad paisa que el gusto por la música es universal y de amplias tendencias rítmicas.
Llámese ska, reggae, metal clásico, gótico, thrash, death, heavy, speed power, neometal, rapcore, metalcore, metal industrial, love metal, Hardcore, emo, punk clásico, punk rock, skapunk, neo punk, pop rock, latin rock, funky, hip hop y electrónica confluyeron allí como muestra del cambio. Los cuchos comprobamos in situ cómo ha sido esa transformación, al contar con bandas de aquí, incluso con muchas que se dieron a conocer, sin pensar que solo las de afuera son las que valen la pena y que el Festival de Ancón ya es pura historia... de amor y paz.
Pico y Placa Medellín
viernes
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