Rocío aparece en el balcón de su hotel con un sombrero claro que resalta su rostro bajo el sol fuerte de La Pintada. Es alta, rozagante, de una presencia que llena el espacio antes, incluso, de que hable. Su energía es impetuosa, pero su voz es tranquila, con esa seguridad que solo tienen quienes conocen bien su propia historia. Camina con decisión, saluda a todos por su nombre y sonríe como quien está en su territorio, en la tierra que ama. Porque si algo la define es su orgullo por su municipio, o como ella lo dice: “pintadeña de corazón”.
La Pintada, un territorio cálido, bordeado de montañas y convertido en parada obligada del turismo carretero, ha sido su hogar desde siempre. Aquí vive su familia, aquí creció y aquí decidió quedarse incluso cuando sus hijos se fueron para Medellín. En medio de un lugar conocido por sus hosterías y hoteles familiares, el suyo es un negocio que lleva más de 20 años ofreciendo hospedaje, piscina, restaurante, bar, atención a grupos y ese trato cercano que volvió su nombre un referente local: “vamos donde doña Rocío”, dicen en el pueblo.
Su historia en el turismo comenzó mucho antes de que el hotel tomara forma. La finca había llegado a la familia en los años 90, pero fue después de pasar un tiempo en Medellín que Rocío regresó a verla con otros ojos. Don Antonio, el mayordomo que la cuidaba, había improvisado un parqueadero y el lugar estaba lleno de carros. Con la intuición que siempre la acompaña, entendió que ahí había una oportunidad. Vendió una pequeña propiedad en Santa Fe de Antioquia, volvió definitivamente y convirtió las casas en habitaciones. Así empezó a tomar forma el negocio que hoy sostiene a su familia y da empleo a cerca de diez personas.
El hotel tuvo varios nombres, hasta que uno se volvió definitivo, el de Finca Hotel Mirador del Rocío. La gente lo bautizó así antes de que ella lo formalizara, porque todo el mundo la conocía. Rocío es una mujer generosa y directa, querida por la comunidad. “El 90 % del pueblo habla bien de mí”, dice con orgullo y gratitud. Su vocación es el servicio, atiende con calidez, cocina para los transportadores que cada noche llenan 20 de las 30 habitaciones que tiene el hotel. Además, se caracteriza por mantener los precios bajos porque cree en las “cuatro B”: bueno, bonito, barato y bastante.
La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha sido un apoyo clave. Rocío ha participado en capacitaciones y valora que hoy lleguen hasta los municipios a formar a los empresarios. Habla con admiración de la atención en sus oficinas y anima a su equipo a aprovechar cada curso. “Uno no se las sabe todas, y ellos nos enseñan a actualizarnos. Su presencia es muy importante”, asegura.
Mientras camina por las zonas verdes y el calor de La Pintada le sonroja las mejillas, Rocío repasa lo que ha construido, un negocio estable, un equipo fiel y un espacio que acoge a viajeros y personas del pueblo todos los días. Este es su trabajo, su apuesta y su casa. Aquí ha vivido y ha encontrado una manera de seguir adelante.
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