Hace más de dos décadas, dos jóvenes universitarios con más sueños que certezas decidieron apostar por un emprendimiento que les permitiera salir adelante. Lo que empezó como una necesidad, una pequeña producción artesanal de chorizos para sostenerse mientras estudiaban, se convirtió con los años en una de las empresas cárnicas más reconocidas del Norte del departamento.
“Nos casamos muy jóvenes. Yo estaba en segundo semestre y Nelson en sexto. Ya teníamos una hija y necesitábamos vivir”, recuerda Bibiana Pérez, gerente y representante legal de Industrias Alimenticias Petisco. En ese momento, ella estudiaba Administración de Empresas y él, Comunicación Social. La vida los llevó a combinar los libros con el trabajo diario, a vender chorizos los fines de semana y a soñar con algo que entonces parecía improbable, tener su propia empresa.
El impulso vino de la familia. El padre de Nelson, afectado por una enfermedad que le limitó el movimiento en una mano, necesitaba una nueva fuente de ingresos. “Él sabía hacer chorizos y nos enseñó, de esta manera arrancamos”, cuenta Nelson Vélez Lopera, fundador y hoy gerente compartido de Petisco.
Los primeros años fueron de trabajo manual y mucho aprendizaje. Desde una casa en Santa Rosa de Osos, usaban el garaje como una pequeña planta de producción. Con el tiempo registraron la marca y comenzaron a soñar con algo más grande que una forma de subsistir. Cuando terminaron la universidad, en 2008, se radicaron en Santa Rosa. Nelson aceptó un empleo en el municipio y Bibiana se dedicó de lleno al negocio. Ella misma manejaba el carro, hacía las preventas, entregaba los pedidos y visitaba los municipios. Nelson se encargaba de las compras y las formulaciones, mientras su padre atendía el punto de venta.
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