La lección es clara: nunca se debe dudar de Usain Bolt. No hay lesión ni rival que puedan detener al hombre supersónico que, a pesar de otra largada desprolija, y superado por su rival Justin Gatlin al alcanzar la mitad de la distancia, la superestrella jamaiquina exhibió su remate demoledor y conquistó en Río de Janeiro su tercera medalla olímpica de oro consecutiva en los 100 metros.
Ninguno de sus rivales fue capaz de hacerle sombra, pese a que hace solo un mes había tenido problemas físicos. Usain Bolt (9,81 segundos) volvió a pasar, a zancadas, por esa meta que para él ya es la historia. El jamaiquino hizo enardecer a los asistentes al Nilton Santos, estadio abarrotado por 56.000 espectadores que calló cuando venía el momento del disparo, que indicó la partida de los más veloces del mundo. Al final, fue aplaudido como el más ilustre de los brasileños, un ídolo que se llevó hasta más vitoreos que Neymar.
Con once títulos mundiales a sus espaldas, Bolt eleva a siete su colección de medallas olímpicas y logra el primero de los tres objetivos que se ha propuesto en Río. Ahora le quedan los 200 metros (martes) y el relevo 4x100 (jueves) para rematar su triple-triple olímpico. Justin Gatlin volvió a ser plata con 9,89 y el canadiense Andre de Grasse completó el podio con 9,91.
El Rayo ensancha su nombre en la eternidad olímpica como el más rápido