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Eta: fin a un terror que debió morir en 1982

Intransigencia y odio dividieron a
un grupo independentista que perdió su sentido tras el fin de la dictadura.

  • Eta: fin a un terror que debió morir en 1982
  •  Eta militar marcó con intransigencia el sufrimiento de toda España y del mismo País Vasco. FOTO REUTERS
    Eta militar marcó con intransigencia el sufrimiento de toda España y del mismo País Vasco. FOTO REUTERS
24 de diciembre de 2018
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Todo lo referente al grupo terrorista Euskadi Ta Askatasuna (Eta) es anacrónico. En los días previos a que deje de existir una de las bandas que más sangre y sufrimiento causó en la historia contemporánea de España, a los ciudadanos menos les parece importar lo que ocurra.

Los tiempos han cambiado en el País Vasco. La fuerte identidad de ese pueblo evidente en las señales de tránsito escritas en euskera —esa lengua compleja y hermosa que adorna las calles de Bilbao o Donosti—, en la bandera que se asemeja a un cruce de caminos, y en el sonido de la pelota vasca —el deporte de arraigo que le compite audiencias al fútbol—, ya no pasa de eso ni toma visos violentos.

Los vascos han aprendido a darse la dimensión propia que se merecen sin la necesidad de buscar problemas con España. Por el contrario, han visto más conveniente trabajar de la mano con Madrid para avanzar en esos intereses.

La actual época de prosperidad, de una región que concentra gran parte del poderío industrial español, ha hecho olvidar tiempos pasados: tiempos en los que Eta dividía a sangre y fuego a la sociedad.

Sin pena ni gloria

Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y Libertad) tomará pronto la última acción de su historia terrorista: disolverse. Esto sería, como máximo, a mitad de año. El grupo está preparando, precisamente, el documento en el que plasma su desaparición. El dato surgió desde el núcleo de la inteligencia española, muy fiable si se tiene en cuenta la forma en que ha acorralado y neutralizado a dicha estructura.

“Los ciudadanos tenemos la ilusión de que un periodo histórico termina y empieza otro. Queda la tarea de contar todo lo que ocurrió para las generaciones futuras”, opinó el escritor Fernando Aramburu, quien hoy tiene un bestseller sobre el tema circulando por las librerías, “Patria”.

Pero más allá de eso, ¿qué tanto pesa el asunto de Eta en la actualidad española? Expertos consultados por este diario coincidieron sin matices.

“En los debates sobre cuáles son los problemas de España, el tema de Eta, que estuvo en primer o segundo lugar durante los ochenta hasta casi el final del siglo XX, ha desaparecido casi totalmente. Ese asunto ya no está en las discusiones de los ciudadanos del común, y queda opacado por el problema catalán o la corrupción”, consideró José Ángel Hernández, director del Departamento de Historia de la Universidad Sergio Arboleda.

En este sentido, el recuerdo de lo que dejó como legado Eta solo se puede asociar al dolor de sus miles de víctimas.

1982 y un cálculo nefasto

El grupo surgió en 1959 como respuesta a la dictadura de Francisco Franco. Los primeros integrantes de Eta —muchos de los cuales murieron integrados a la vida civil y en paz, como el caricaturista José Luis Álvarez “Txillardegi”—, fundaron la organización para reconectarse como vascos a un pasado de dignidad, representado por el recuerdo de la adhesión y defensa vasca de la Segunda República Española (1931-1939) ante el fascismo, y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) iniciado por Sabino Arana en 1895 (ver radiografía).

Pero según el funcionamiento de la organización insurgente, en cada asamblea esta podía modificar sus ideas. Eta se fue radicalizando sin que sus fundadores pudieran controlar el resultado.

En 1973, bajo nuevos liderazgos como el de José Miguel Beñarán “Argala”, el grupo asestaba su acción más relevante en el plano histórico: el asesinato de Luis Carrero Blanco, el previsto sucesor de Franco en el régimen militar.

En la llamada “Operación Ogro”, un comando de Eta cavó un túnel debajo de una céntrica calle de Madrid por la que pasaba puntual Carrero al volver de misa, la llenó de explosivos y la detonó contra el número dos del franquismo. La dictadura empezaba a dar visos de su final. “El ataque le dolió a Franco al punto en que por primera vez se le vio llorar. En todo caso el dictador muere de viejo. Pero esto dejó de antemano una sensación de que el régimen estaba feneciendo”, explicó Hernández.

Los cambios se aceleraron desde entonces. Tras el deceso de Franco y sin un sucesor claro, asumen líderes que propenden por la democracia. Se aprueba en referendo la Constitución de 1978. Las cosas empiezan a mejorar para los españoles. Al País Vasco le devuelven su estatus de comunidad autónoma (que tenía desde la República), y a los presos de Eta los amnistían.

Mientras un sector del grupo vio en esos cambios la ventana para volver a vivir en un Euskadi libre, en paz y plural, otro sector realiza el primer atentado contra la población civil: 13 muertos en la Cafetería Rolando de Madrid por una bomba. Eta sufría su gran escisión: se dividía en dos grupos bastante enemistados, el político-militar (los “poli-milis”) y el militar (los “milis”).

El 30 de septiembre de 1982, Eta político-militar deja existir, ya que sus miembros entregan las armas, abrazan la democracia, y se integran a distintos partidos del espectro nacionalista vasco y de izquierda. Este es el punto de inflexión en la historia de ese grupo. Fue el momento en que pudo haberse frenado por completo la barbarie. Pero desde entonces, Eta militar marcó con intransigencia el sufrimiento de toda España y del mismo País Vasco.

“La facción militar, muy fanática, se queda en la lucha armada no reconociendo lo inexorable de los nuevos tiempos. En la mente del etarra fanático, este dice ‘yo quiero es la independencia vasca, sigo en la pelea’, sin percatarse del absurdo”, señaló Hernández.

Una larga agonía

Iniciaban los “años de plomo”, en los ochenta. La violencia entraba en su punto más crudo e incluso suscitaba una guerra sucia con la formación de la estructura paramilitar Grupos Antiterroristas de Liberación (Gal), por parte del gobierno de Felipe González. Eta cometía su atentado más mortífero, el del Hipercor de Barcelona en 1987: 21 muertos.

Por entonces el periodista Florencio Domínguez cubría el dolor de la población y la zozobra cotidiana. Hoy, como autor de varios libros sobre la barbarie vivida en esos años y director del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, explicó a EL COLOMBIANO los factores que implicaron el declive de Eta.

“La captura el 29 de marzo de 1992 de la cúpula: Francisco Mujika Garmendia “Pakito”, jefe del aparato militar, Joseba Arregui “Fitipaldi”, jefe de la logística, y el jefe político José Álvarez “Txelis”. Eso fue lo primero, sobre todo porque eso significó la ruptura de un mito sobre su indestructibilidad. Se pensaba que dicho grupo no podía ser destruido por vía policial”, recordó.

Por otra parte, el experto señaló que a pesar de décadas de atentados desgarradores, la población española aún creía necesaria la salida negociada para dar fin a Eta, pero eso cambió tras dos hechos en 1996 y 1997: el secuestro del funcionario de prisiones José Ortega Lara y el asesinato del concejal vasco Miguel Ángel Blanco (ver gráfico).

“Esos dos acontecimientos provocaron un rechazo al terrorismo nunca antes visto. Se generó una movilización en la calle que cambió la posición de la gente respecto a la posibilidad de una salida negociada con Eta. La sociedad, incluso vasca, dijo ‘basta’. Se legitimaron las posturas más contundentes, que propendían por asestar golpes contra la banda en todos los ámbitos (logístico, económico y armado) en vez de esperar avances en el diálogo”, explicó.

Por último, como argumentó el historiador Hernández “fue clave lo ocurrido en Francia, el cambio respecto a Eta. Siempre el santuario donde se escondían los etarras era al otro lado de la frontera, pero con la llegada de Jacques Chirac y Nicolás Sarkozy al poder, la situación empieza a cambiar y la colaboración entre los dos países hace que incluso 200 efectivos de la Guardia Civil operen en territorio francés con la aquiescencia de París. Eso puso otro clavo en el ataúd de Eta”.

Sin la legitimidad de una lucha contra una dictadura que dejó de existir hace mucho, con la población vasca en contra, y con la desbandada de sus líderes por la efectividad de las autoridades, era apenas lógico el sombrío final al que llega este grupo terrorista.

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