Corrió gran parte de su vida por una meta: clasificar a unos Juegos Olímpicos, y en la recta final de su carrera deportiva la alcanzó, como dice, “gracias a la perseverancia y disciplina”.
Hace seis años, durante los Juegos Panamericanos de Toronto, estuvo cerca de lograrlo. Si ganaba la maratón en la cita que se desarrolló en México tenía el cupo directo para participar en las justas de Londres-2012; sin embargo, la posibilidad se esfumó al ser segundo.
En ese momento, muchos llegaron a afirmar que para los Juegos de Río-2016 ya no tendría el vigor y resistencia necesarias para lograr la clasificación. Pero él, con su cuerpo bañado en sudor, indicaba que ese segundo lugar lo motivaba para seguir luchando.
Su esposa Mónica Tangarife, una docente que más de una mañana le quitó la cobija para que se levantara a entrenar en el frío municipio de Guarne, donde reside, y sus hijos Emanuel, de 14 años, y María Paulina, de 10, fueron la otra fuerza que lo impulsó a no desfallecer en su propósito.
Confiesa que no sabe si reír o llorar de la felicidad, pues a sus 42 años de edad cumplirá su sueño.
Se trata del fondista Diego Colorado, quien se convirtió en el primer deportista del país en obtener la marca para el certamen brasileño, aunque solo hasta el pasado domingo, tras la disputa de la maratón de Hamburgo, pudo respirar tranquilo y alzar la mirada hacia el cielo en señal de gratitud “al Ser supremo”.
El 12 de abril de 2015, durante la Maratón de Santiago de Chile, Colorado cruzó la meta en el cuarto lugar con un tiempo de 2 horas, 17 minutos y 9 segundos, el cual lo dejó tranquilo. Pero ocho meses después su sorpresa fue mayor, al darse cuenta del cambio que hizo el Consejo de la Federación Internacional de Atletismo -Iaaf- referente a las marcas de clasificación para los venideros Olímpicos.
Se estableció que en maratón, el registro mínimo era de 2:19.00, lo cual llenó de mayor ilusión al corredor, quien debía seguir corriendo para ratificarlo o esperar estar entre los tres compatriotas con mejor tiempo para obtener el cupo, lo cual sucedió.
“Con esta clasificación se puede decir que los sueños si se pueden cumplir, son poquitos los que pueden tener este privilegio, el cual se obtiene si hay ganas, trabajo, constancia y dedicación”.
Recuerda que el año pasado, un dolor en el nervio ciático lo marginó de los Juegos Panamericanos de Toronto y del Mundial de atletismo en Pekín. “Estuve tranquilo, no me desesperé porque era peor, los Juegos Olímpicos eran mi prioridad”, dice el hombre, quien de joven trabajó recogiendo café y desherbando caña con su padre y hermanos; mientras en las noches laboraba como mesero en un bar del parque principal de Jardín, población en la que nació.
A los 18 años se convirtió en atleta profesional. Sus piernas, que han recorrido cientos de kilómetros, sí tuvieron la suficiente “gasolina” para llevarlo a un evento que se propuso desde joven. Ahora, Río de Janeiro espera al mejor fondista de Colombia en los últimos tiempos
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