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Hace 35 años Miguel Lora comenzó a ser “Happy”

Sacó del anonimato el sombrero vueltiao y el porro María Varilla, el bolo punch, el mostacho y su apodo.

  • Una tía que sabía algo de inglés lo puso Happy desde muy pequeño pues se mantenía riéndose por todo. FOTOs Archivo EL COLOMBIANO y Getty

    Una tía que sabía algo de inglés

    lo puso Happy

    desde muy pequeño pues se mantenía riéndose por todo. FOTOs

    Archivo EL COLOMBIANO y Getty

11 de agosto de 2020
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“Esto es una bendición de Dios, te lo digo ‘champion’. Tu lo sabes, fui un ejemplo para nuestro país y aún hoy la gente me recuerda, porque sigo siendo ese hombre disciplinado del que todos se sienten orgullosos”.

35 años después de aquella noche en la que se dio a conocer ante el país, y el mundo, como campeón mundial del peso gallo del Consejo Mundial de Boxeo, la imagen de Miguel Lora Escudero sigue siendo la misma: un tipo que hizo de su apodo todo una leyenda y una cartilla de vida personal y deportiva expuesta para quien quiera leerla y aplicarla. Y como lo advierte, desde esa fecha es “Happy” (feliz).

“Mira ‘champion’ este celular no para de sonar, ¡esta colapsado!”, y suelta una risotada de esas con las que enamoró no solo a Piedad Malluk, quien después de 39 años aún sigue a su lado, sino al gigantón Amílcar Brussa, el entrenador argentino (q.e.p.d.) que lo llevó a la cúspide, quien reconocía que “ese chiquito” -como le decía por su estatura, que a duras penas llega a 1.67 metros-, “es un fenómeno”.

Tiene una lucidez mental asombrosa. Próximo a cumplir el año que viene 60 de edad, Lora recuerda cada detalle de esa pelea que lo inmortalizó y que sacó del anonimato el sombrero vueltiao y el porro María Varilla, como elementos reconocidos y de la ascendencia de Colombia, al darlos a conocer al mundo esa noche del 9 de agosto de 1985 en el Tamiami Fairgrounds Auditorium, donde el “gallo que pica y vuela”, como le decían en ese entonces, comenzó un reinado que lo llevó a ser monarca hasta 1988 luego de siete defensas exitosas de su corona.

Marcó la historia de un pugilista que exhibió calidad en el ring y fuera de él, que popularizó el “bolo punch” (golpe que lo antecede un giro en forma de aspa) para ridiculizar al rival, y su mostacho que nunca se ha quitado.

“No me vas a creer pero es verdad: lo que más recuerdo de esa pelea fue el dolor que me causó tener que bajar 500 gramos que tenía de exceso antes del pesaje, el día anterior al combate y la preocupación de tener que pelear con un zurdo, pues nunca antes lo había hecho y se sabe que ellos incomodan demasiado y, además, porque Daniel Zaragoza era un campeón sólido, llegaba con un palmarés grandioso, era alto y muy fuerte. Siento como si fuera hoy esa inquietud, me tenía bastante tenso”.

Pero eso lo había solucionado con sparrings zurdos en los entrenos previos y tenía la estrategia definida...

“Mi entrenador me había dicho que tenía que pegarle con la derecha por el centro, siempre así porque cuando bajara un poco la barbilla se podría encontrar con el golpe fuerte y así fue: lo cogí con un golpe al mentón que lo mandé al piso. No obstante, en los primeros tres asaltos yo estaba incómodo, pues no podía descifrar el estilo, pero en el cuarto lo conecté como me dijo Brusa y de ahí en adelante me monté en la pelea. Te confieso que si no hubiera sido por ese golpe de pronto yo no le hubiera podido ganar, porque era un verdadero roble. Fíjate que lo tumbé tres veces y aún así se resistía, esos mexicanos son muy bravos”.

Zaragoza confesó que ese golpe no le había salido y que solo en el noveno round pudo reaccionar...

“Fue un golpe contundente, le hizo mucho daño. Él me dijo, luego, que pasó varios asaltos ido y que vino a tener noción de que estaba peleando en ese round 9”.

¿Cómo fue ese cuento que las sesiones de gimnasio fueron con la mano izquierda amarrada?

“Brusa me advirtió que los entrenamientos serían así porque yo manejaba muy bien la zurda y que esa no iba a servir mucho en ese pleito. A los zurdos les hace mucho daño la mano derecha por el centro, ellos no la ven, es peligrosa, me insistía todos los días. Y sí me la amarraba, entonces trabajaba solo con la derecha con el sandbag, la pera y los sparring. Ahí me acostumbré y me dio resultado”.

¿Aún tiene fresca ese recuerdo de la contienda?

“Claro, fue una brillante pelea. Recuerdo que después le pegué un upper (golpe cortico de abajo hacia arriba) al hígado que lo mandó a la lona y mas tarde otro derechazo que otro boxeador no se hubiera parado; pero Zaragoza mostró porqué era campeón y aguantó hasta el final”.

En esa época no había tanto avance tecnológico como hoy, ¿qué supo de primera mano y cómo sobre la celebración del título en el país?

“Después de la pelea me reuní con mi mujer, mi entrenador y tres amigos, a comer porque tenía un hambre bestial y un apetito voraz (carne, patacones, arroz y jugo) después de tantos días guardando la dieta para dar el peso, y solo ahí me di cuenta de la locura desatada en Colombia, en especial Montería pues fue el primer título para mi ciudad. Me enteré de todo por teléfono, porque la gente me empezó a llamar y a contar lo que estaba sucediendo. Fue una celebración muy sana, pero con la satisfacción de haber cumplido, de que la gente estaba contenta”.

Y también recuerda los términos y lo que habló con el presidente Belisario Betancur, quien le habló ya en la madrugada...

“Me felicitó. Me dijo que estaba muy emocionado, que no se había perdido la pelea y que estaba muy orgulloso de mí. También me invitó al Palacio de Nariño porque quería conocerme personalmente y también para hacerme un reconocimiento. Que por el viaje a Montería no me preocupara que él me enviaba en su avión presidencial”.

Y, qué hay de cierto que el Presidente ordenó un sobrevuelo por la capital de Córdoba para que la gente supiera que ahí llegaba el campeón...

“Hommmbeee, claro. Allá me recibió tres días después, me impuso las condecoraciones y me envió en el avión presidencial. Él le dijo a los pilotos que antes de aterrizar en el aeropuerto Los Garzones dieran tres vueltas sobre Montería para que la gente recordara siempre lo que yo había hecho. Modestamente soy el único deportista colombiano que en toda la historia ha sido enviado en un avión presidencial a su tierra natal. Fue una bendición de Dios. Yo veía tanta gente en las calles que me parecía increíble estar viviendo esos momentos. Eso fue espectacular, una locura grande”.

¿Qué piensa hoy después de haber internacionalizado al país, con el porro y el sombrero vueltiao que siempre llevó a sus peleas?

“Otra bendición de Dios, porque cuando tenía trece años de edad lo había soñado así mientras pasaba por un gimnasio que quedaba cerca de la casa donde nací. En esa época de pelao, decía que algún día iba a ser campeón y hablando con los amigos les comentaba que eso tenía que ser por lo grande”.

Contribuyó a la imagen
de Colombia...

“Eso estaba previsto. De niño había hablado con Roger Olascoaga Maduro y Oswaldo López Castellar, dueño del gimnasio, y les expresé que me iba a sacrificar y a trabajar duro para lograr el campeonato y que cuando me saliera el combate por el título, ya fuera en Europa o Estados Unidos, quería identificarlo con algo del país, y que sería el sombrero tradicional vueltiao y la música a través del porro y en especial el tema María Varilla que identifica a la gente del Sinú. Siempre cargué con el sombrero y el casete. Todo se hizo tal cual lo visualicé. Fue increíble, ese sueño se hizo realidad”.

¿Sigue siendo Happy (feliz)?

“Lo soy. Vivo con mi mujer desde hace 39 años, tengo tres hijos maravillosos. Sarina y Samira, sicóloga y administradora de empresas, respectivamente y Miguel Samir, y además dos nietas (una de 12 años llamada Mariana Lucía y otra de 8 -Luciana-, bonitas todas, salieron parecidas a la abuela”.

¿Guarda el cinturón, condecoraciones, videos?

“Mira champion, además de mi familia, todo eso ha sido mi más valioso tesoro, entonces lo guardo como lo que es: un tesoro”.

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