Juan Pablo Montoya llegó a ser un referente para el país entero. El bogotano puso a madrugar a personas de todas las regiones los fines de semana para que observaran sus carreras, lo que lo convirtió en el mayor ídolo del automovilismo que ha dado Colombia.
La familia Montoya lleva los motores en la sangre. Primero fue el papá, Pablo Montoya, quien se destacó como piloto en las décadas de los 80 y 90. Él hizo las veces de asesor de Juan Pablo, orientándolo en cuanto a los automóviles tanto en Colombia como en el exterior.
Por eso, a sus 9 años, el exFórmula 1 ya estaba ganando su primera competencia de Karts. Luego participó en los Campeonatos Mundiales de Kart Junior en 1990 y 1991. Para el año 1997 ocupó el segundo lugar en la Fórmula 3000 Internacional, lo cual llamó la atención de la escudería Williams F1 y Chip Ganassi.
Con este último logró una de sus más grandes conquistas, las 500 Millas de Indianápolis, en su primera participación en el año 2000. A pesar de tener un auto defectuoso, que le impidió tener el mismo rendimiento de años pasados, se destacó en uno de los eventos más antiguos del automovilismo.
Otros puntos destacables en la carrera del bogotano son: el premio a novato del año, en el 2001 en su primera temporada como piloto titular de Williams, el tercer puesto en el Campeonato del Mundo de Fórmula 1, obtenido en 2002 y 2003, compitiendo contra uno de los mejores pilotos de la historia, Michael Schumacher.
Tras su paso por McLaren y Nascar, volvió a ganar las 500 Millas de Indianápolis en 2015. Sus dos victorias en el torneo le significaron entrar al Salón de la Fama en el IMS Museum, que le galardonará el próximo 24 de mayo junto al brasileño, Tony Kanaan.
Este nuevo premio agranda el legado de la familia Montoya en el automovilismo, mismo que continuará el joven Sebastián, hijo de Juan Pablo, que ya compite en Fórmula 2.