La historia de un invicto no suele acabar con épica. A veces se derrumba no por una batalla campal, ni por una genialidad rival, sino por un accidente, un resbalón, un descuido. En Barranquilla, el Independiente Medellín vio caer su racha de 17 fechas sin conocer la derrota en Liga, no porque jugara mal —todo lo contrario— sino porque un error insólito del uruguayo Washington Aguerre, su portero, abrió la grieta que Junior necesitaba para imponer el 1-0.
Minuto 9. Apenas se acomodaban los equipos en la cancha del Metropolitano cuando llegó el golpe que ninguno en la escuadra antioqueña imaginaba. Una devolución aparentemente inocente hacia Aguerre se convirtió en pesadilla. El guardameta intentó controlar el balón, pero no se percató de la presencia voraz de Teófilo Gutiérrez, ese veterano que aún tiene gasolina y picardía para incomodar al más tranquilo. El ídolo barranquillero presionó, robó la pelota y, con la calma que dan los años, se la cedió a Carlos Bacca. El goleador solo tuvo que empujarla al fondo de la red.
Silencio. Sorpresa. Frustración. Todo eso pasó por el rostro de Aguerre en segundos. Su error bastó para desequilibrar un partido que, en el desarrollo, tuvo un color claramente rojo.
Porque Medellín no fue menos. Al contrario, tuvo la pelota, dominó el ritmo, jugó en campo contrario y lo intentó por todos los caminos. Pero le faltó el toque final, ese último pase o el disparo certero. Esta vez, sin embargo, no fue la puntería la que traicionó al equipo de Alejandro Restrepo, sino un arquero rival inspirado: Santiago Mele, el uruguayo de Junior, se encargó de frustrar cada intento con tremendas atajadas.
En medio del asedio paisa y la resistencia tiburona, el tiempo fue avanzando sin que el empate llegara. Y al sonar el pitazo final, la racha que había comenzado el 14 de octubre de 2024 —tras una derrota por 1-0 ante América— encontró su final. Nueve victorias y ocho empates después, el DIM volvió a perder.
Y el golpe no fue solo emocional. Con esta caída, Medellín se estanca en 21 puntos y comienza a ver con preocupación su permanencia entre los ocho mejores del campeonato. A eso se suma el aplazamiento del partido por la fecha 13 frente al Tolima, lo que lo obliga a sumar sí o sí en su próximo compromiso: un exigente duelo en El Campín frente a Santa Fe, el lunes 14 de abril a las 7:00 p.m.
La preocupación también pasa por la tendencia reciente: el equipo ajusta cinco fechas sin ganar —cuatro empates y una derrota— y su última celebración data del 3 de marzo, cuando venció 1-0 al Pasto. El invicto escondía, quizá, una falta de contundencia que ahora comienza a pasar factura.
Alejandro Restrepo tendrá que trabajar no solo en lo táctico, sino en lo mental. El DIM necesita reencontrarse con su confianza, recuperar la memoria de ese equipo fuerte, sólido y comprometido que no perdía ni aun en sus tardes más grises. Porque el campeonato sigue y el margen de error se achica. Y aunque un tropiezo no define una campaña, sí puede ser el punto de quiebre para corregir, levantarse y volver a pelear.
Porque al final, más allá de los errores, este equipo ha demostrado que tiene fútbol. Solo necesita recordarlo.