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El tumaqueño recuerda sus inicios
y reflexiona sobre lo que ha sido
su carrera y el hoy en Nacional.
Tumaco le ha dado infinidad de jugadores al fútbol colombiano y mundial. De sus calles, playas y terrenos baldíos brotaron, entre otras leyendas del país, Willington Ortiz, Léider Preciado, Jairo Castillo, Pablo Armero y Carlos Darwin Quintero. Hoy, Déinner Quiñones, continúa con ese legado en Atlético Nacional.
Cuenta Déinner que en su tierra todos juegan fútbol. No importa el lugar: en el patio de una casa, en la calle, sobre el asfalto, la arena o la grama. Tampoco la edad, desde los más pequeños a los llamados “rodillones” que corren a unos dos kilómetros por hora.
Recuerda cómo en su niñez, junto con sus amigos, improvisaba arcos de fútbol con camisetas, botellas de gaseosa o simplemente piedras.
Sí, Tumaco es una región con problemas de pobreza, pero también de gente apasionada por salir adelante, y por eso Quiñones asegura que “más allá de pobreza, hay pasión por el balón”.
Pese a su juventud, este hábil extremo acumula ya una experiencia en el exterior, en México, país donde actuó en Santos Laguna, pero del que regresó en 2018 para ser parte del Independiente Medellín, club en el que brilló lo que le valió para que Nacional lo tuviera en cuenta como refuerzo este semestre.
Por estos días de reflexión el futbolista ha tenido tiempo de recordar sus inicios y también de hacer una autoevaluación sobre el momento que atravesaba con el verde antes de la pandemia.
A su mente viene la cancha de El Bajito, en la que empezó a mostrar sus habilidades. Es un campo conocido en Tumaco por su suelo de arena y las porterías de palos. Además porque allí se reunen diariamente los amantes de esta disciplina.
Déinner siente agradecimiento con Dios y la vida, porque en su ciudad natal hay miles de jóvenes que no logran el sueño del fútbol y se quedan como pescadores, vendedores ambulantes o se dedican a la delincuencia y a la vagancia. Su caso fue distinto porque gracias a su sacrificio y el de su familia, sí pudo lograrlo.
No le preocupó que a Nacional llegara desde el vecino de patio. Ya tenía el ejemplo de Daniel Bocanegra, que triunfó con ambas escuadras.
En las primeras prácticas descrestó al entrenador Juan Carlos Osorio, pero es consciente que a la hora de los partidos puede dar más de lo que ha mostrado.
Desde su casa tocó diversos temas que hoy son parte de las conversaciones diarias. No ha sido fácil estar alejado de sus compañeros, sobre todo, por la costumbre de entrenar en la cancha.
“La situación nos obliga a entrenar desde el hogar, y hay que hacerlo muy juiciosos para regresar de la mejor manera. Esta circunstancia nos ha dejado muchas enseñanzas entre estas, saber de que todos los seres humanos nos necesitamos, al igual que el planeta necesita que lo cuidemos”.
Lo que más aprecia, este joven de 24 años, es el tiempo que ha podido compartir en familia.
“Eso es algo que uno aprende a valorar más. Aprovechamos las tardes para jugar con mi esposa e hijo y hacer distintas dinámicas”.
Por ahora, y hasta que vuelva a reunirse con el equipo, todas las tardes seguirá tomando el balón y haciendo ejercicios con este para no perder la sensibilidad, esa que también ha recuperado en su vida.
partidos acumula con Nacional, 4 como inicialista
y 4 ingresando desde el banco de suplentes.