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Woody Allen, sombras y luces del director de cine que presagió a la generación Z

Considerado un referente para muchos creadores, Woody Allen pasan sus últimos años parcialmente alejado de los reflectores.

  • Fotograma de Annie Hall, la película que consagró a Diane Keaton y a Woody Allen. Foto: Cortesía.
    Fotograma de Annie Hall, la película que consagró a Diane Keaton y a Woody Allen. Foto: Cortesía.
hace 1 hora
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El destino es una broma. Pensemos en Woody Allen, cuyo cumpleaños 90 pasó muy desapercibido en el mundo del entretenimiento. Nacido en Nueva York, con el nombre de Allan Stewart Konigsberg, es el artífice de una obra cinematográfica que recibió aplausos y premios en las décadas de los setenta, ochenta y parte de los noventa. Algunas de sus películas figuran con justicia en las listas de las mejores del siglo XX. Sin embargo, su figura fue eclipsada casi por completo por los escándalos familiares que incluyen un matrimonio con una hija adoptiva suya -su actual esposa- y las denuncias de violencia sexual hecha por otra hija adoptiva, descartadas por la justicia de los Estados Unidos.

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Aunque parezca contradictorio, el cine de Allen calza perfecto para los tiempos que corren. En efecto, el nihilismo existencial y los altibajos de las relaciones amorosas -temas que palpitan en los intereses de las generaciones X y Z- fueron explorados por el cineasta en películas que lograron despertar la curiosidad de los críticos y los amantes del cine. Llenas de humor y diálogos intelectuales, las películas de Woody Allen dejaron un registro del momento en que la ausencia de dios y el final de la familia tradicional se hicieron asuntos populares y no solo pretextos artísticos para los poetas. ¿Lo duda? Veamos el monólogo introductorio de Annie Hall: “¿Conocen este chiste? Dos señoras de edad están en un hotel de alta montaña y dice una: Vaya, aquí la comida es realmente terrible. Y contesta la otra: Sí, y además las raciones son tan pequeñas. Pues, básicamente, así es como me parece la vida. Llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza... Y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa”.

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Annie Hall es la película que le sobrevivirá a Allen. Estrenada en 1977, el filme ganó cuatro premios Oscar, entre ellos los de mejor película, mejor guion y mejor director. Además, fue la plataforma en la que Diane Keaton demostró ser una de las mejores actrices de su generación. En dicha película, de apenas 93 minutos de duración, Allen demostró su dominio del lenguaje cinematográfico e hizo algo que pocos artistas logran: creó un personaje que desde entonces ha estado asociado a él. Me refiero a Alvy Singer, un hombre de mediana edad que reflexiona por qué no fue capaz de conservar su relación con Annie Hall -¿le resulta familiar? Desde entonces, los hombres despechados, que miran su situación con dolor y humor, son personajes eminentemente allenianos.

Se trata de personajes alejados del heroísmo de quienes se enfrentan a las grandes cosas de la vida –la guerra, la hambruna–, y, por lo mismo, no se toman demasiado en serio, así lo parezca. En el fondo los hombres de los filmes de Allen presagiaron a aquellos que hoy tenemos cuarenta o casi: vivimos nuestras miserias con muchas palabras mientras el mundo alrededor se vuelve irreconocible, confuso. Este cambio se debe a nuestro envejecimiento, no a la falta de valores y méritos en los jóvenes. Pensar lo contrario es el primer desliz de los conservadores.

Annie Hall no es su única obra memorable. Match Point es una lección de existencialismo que haría enorgullecer a Sartre. Dice, más o menos, que el mundo no está regido por una fuerza ordenadora que premia y castiga tomando en cuenta virtudes y errores. En realidad, al menos para Allen, las cosas obedecen a las fuerzas del azar, que son ciegas y de un humor muy peculiar. Mi preferida de todas sus películas es Interiores, en la que Allen, sin dejar de ser él, juega a ser Ingmar Bergman, otro gran director casi olvidado.

“Otro chiste importante para mí es uno que generalmente se le atribuye a Groucho Marx, pero creo que fue Freud quien lo dijo en relación con el subconsciente. Y dice así, en paráfrasis: Jamás pertenecería a un club que tuviese a alguien como yo de socio”, dice Allen en el monólogo citado arriba. Y tiene toda la razón. Nadie en sus cinco sentidos estará contento con ser quien es.

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