Aunque han pasado más de 50 años, desde el primer momento en el que cantó sobre un escenario, el músico puertorriqueño Ismael Miranda sigue siendo reconocido como El Niño Bonito de la Salsa.
Ese apodo se lo otorgaron a mediados de los setentas cuando hacía parte de la icónica Fania All Stars, pero antes de ser ese “niño” que se fue dando a conocer entre experimentados músicos latinos en Estados Unidos, era simplemente un pequeño que cantaba salsa.
El artista, que se presentará esta noche durante el primer concierto de Medejazz 2019 en el City Hall El Rodeo (ya agotado), recuerda que ese gusto por cantar le nació cuando tenía 8 años, más o menos. Le gustaba la música de Ismael Rivera y Tito Puente y como el interés fue creciendo, sus padres le compraron una pequeña conga con la que descubrió el ritmo.
En esa época y un poco más adelante ya era común que Ismael se metiera en problemas con frecuencia. “Nunca me gustó mucho la escuela, yo sabía que quería ser cantante, lo tenía fijo en mi mente”, confiesa. A los 15 se enfrentó a uno de sus profesores y lo expulsaron, ya no lo querían volver a dejar entrar. Supo que esa era su oportunidad para buscar una alternativa a través de la música.
Encaró a su mamá y le pidió una oportunidad, “dame un año y si no salgo cantante, ya se habrá enfriado lo que ha pasado en la escuela y regresaré”. Su madre lloraba, pero a regañadientes le dijo que tomara el camino que quisiera. Por más que ella soñaba verlo con toga y diploma, él tenía otra visión, “yo podía ser un cantante profesional”.
Apenas un año después se empezó a dar cuenta de que ese sueño sí era posible. A los 16 ya estaba cantando con el también puertorriqueño Joey Pastrana y su orquesta. Con él grabó Rumbón Melón, que estuvo incluido en el álbum Let’s Ball de 1967. Hasta el día de hoy es uno de los temas que el público todavía le pide que cante.
Haber crecido entre la Fania
Se crió en Nueva York, que por esa época era un lugar donde se multiplicaba la música latina. Cuando trabajaba con Pastrana se presentaba en diferentes clubes y escenarios en los aprendía.
A sus escasos 17 años, edad en la que algunos jóvenes ni siquiera han terminado el bachillerato, llegó a cantar a la orquesta del pianista Larry Harlow, a quien admiraba profundamente. Se sabía sus canciones por puro gusto y terminó grabando ocho producciones a su lado en un transcurso de cuatro años.
Ya había pasado el plazo que el cantante había pactado con su madre, así que trabajaba duro y componía sus canciones. “Para mí era un compromiso muy serio”, señala. Tan serio que en 1974 llegó una oportunidad dorada: Jerry Masucci, uno de los fundadores de Fania Records, lo invitó a hacer parte de uno de los combos más representativos de la música latina en ese momento, la Fania All Stars.
Era un sueño, había que dar la talla. “Ahí me tuve que poner las pilas porque estaba rodeado de un montón de artistas que eran mucho más profesionales que yo”, recuerda. Poco a poco se fue adaptando, se fue haciendo su lugar a punta de voz. “De ahí cogí para arriba como un cohete”. Se convirtió en una estrella de la Fania, como lo fueron Héctor Lavoe, Celia Cruz, Cheo Feliciano, Santos Colón y Pete “Conde” Rodríguez.
En los ochenta se decidió a aventurarse a crear su orquesta y grabó discos en solitario. Se ha rodeado de amigos en su trabajo, en múltiples oportunidades cantó junto a Andy Montañez y Gilberto Santa Rosa, y lideró producciones suyas como Tequila y ron y Edición Especial.
Miranda, además, incursionó en la música cristiana. Lleva 18 años siendo creyente y ha publicado dos álbumes que le ha dedicado a Dios: Buscando el Camino y Aferrado a ti. Sigue siendo un salsero, por supuesto, pero le gusta que su público ha respetado ese otro lado que se animó a explorar uniendo su espiritualidad y sus letras.
El espectáculo en Medejazz
Es un visitante frecuente en Colombia, especialmente en Cali. El año pasado visitó Medellín y grabó 12 canciones en vivo, espera pronto poder publicar ese material. En Medejazz presentará canciones de su extenso repertorio y espera que el concierto de esta noche sea rumbero. “Quiero tratar de que el espectáculo sea un poco diferente, porque siempre me piden lo mismo”, bromea el músico.
Para lograrlo, llevará varios temas recién salidos como Pa Ti, Pa Mí, una especie de cumbia salsera. “Habla de cómo debemos llevarnos. La letra es un poco diferente, no trata de borracheras o mujeres, es un tema más social”. También interpretará Mi manera de amar y Aunque me duela el alma, compuesto por el artista Julio Jaramillo.
Si bien le gusta que lo sigan reconociendo como el Niño Bonito, siente una necesidad porque lo vean como el artista que ha construido a lo largo de cinco décadas. “Queremos que la gente siga escuchando al Ismael Miranda de siempre pero que conozca al nuevo – apunta–. Tenemos que seguir echando pa’ lante, no podemos seguir haciendo lo mismo”.
“Me gusta complacer a mi público, pero precisamente por eso tengo como obligación cantar todas mis canciones nuevas para que la gente sepa que no estamos estancados”, añade. Esta noche, un poco menos niño, pero igual de salsero, esta estrella cantará junto a la Sonora Ponceña y pondrán a bailar a los paisas.