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Aprender un instrumento a través de clics y pantallas

Por el aislamiento hubo que encontrar maneras de seguir enseñando. Esto descubrieron.

  •  Angélica María Londoño Pedroza, Jhon Edison Ochoa Díaz y Manuela Cañaveral Gallego estudian violonchelo de manera virtual. FOTO cortesía Iberacademy
    Angélica María Londoño Pedroza, Jhon Edison Ochoa Díaz y Manuela Cañaveral Gallego estudian violonchelo de manera virtual. FOTO cortesía Iberacademy
  • Gabriel Builes, de Sabaneta, se apoya con elementos de su casa para seguir practicando percusión a la distancia. FOTO cortesía Iberacademy
    Gabriel Builes, de Sabaneta, se apoya con elementos de su casa para seguir practicando percusión a la distancia. FOTO cortesía
    Iberacademy
  • Aprender un instrumento a través de clics y pantallas
  • Aprender un instrumento a través de clics y pantallas
08 de septiembre de 2020
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A través de la diminuta cámara de un computador o de un teléfono inteligente es difícil que quepan, al menos en su totalidad y a una distancia prudente, los 120 centímetros que mide un violonchelo y, detrás, su intérprete. Dictar una clase de música desde la virtualidad es difícil de entrada si el audio llega con leves retrasos o la imagen se pixela y el profesor no puede ver cómo su alumno pone los dedos.

Se complica aún más ante aquellos pequeños detalles que la cámara no permite ver: como si el estudiante está tensionado a lo largo de la interpretación o no. Ese último aspecto es importante para artistas que tocan el arpa, la flauta o el violonchelo, por mencionar algunos.

Algunos maestros han tenido que buscar cómo descubrir aquello que se les escapa a la distancia y buscar a través de palabras conocer cómo avanza el proceso. “De 1 a 10, ¿qué tan tensionada sientes la mano izquierda después de haber tocado esa pieza?”, le preguntó el violonchelista Santiago Cortés a uno de sus alumnos del programa In Crescendo que desarrolla la Fundación Iberacademy desde el entorno digital.

“Cuando uno está en la presencialidad es fácil ver que el joven se tensa porque es una respuesta muy natural”, cuenta Cortés, las pantallas no siempre lo permiten. Al principio algunos de los estudiantes no sabían bien cómo responder. Es que, ¿cómo se cuantifica la tensión? Pero luego de varios ensayos y de un proceso de autoconocimiento, lo han verbalizado: “cuatro” o “seis”, le contestan. Así es como él sabe que debe guiarlos hacia un ejercicio para relajar los dedos, por ejemplo.

“El estudiante va desarrollando una percepción crítica de cómo está el cuerpo”, dice. Aunque Cortés aún es estudiante de Música en la Universidad Eafit, asume el rol inverso como docente y mentor del programa In crescendo desde mayo, tiene estudiantes que actualmente están en Guarne, Nicaragua y Bolivia. Este proyecto de Iberacademy ha brindado clases de manera gratuita a más de 300 jóvenes de 30 municipios de Antioquia y otros 300 que viven en Perú, Bolivia y Venezuela.

Muchos de los maestros son estudiantes que también han pasado por Iberacademy y buscan apoyar a quienes les siguen. La fundación los ha guiado y les ha dado formación docente para poder enseñar.

Superar obstáculos

La Red de Escuelas de Música de Medellín, por otro lado, se ha ido ajustando a la modalidad virtual y su primera preocupación fue que los estudiantes no se desvincularan del programa, que siguieran en contacto. Profesores y administrativos los llamaron, uno por uno, para asegurarles que las clases continuaban entre la incertidumbre.

El profesor Juan Diego Jaramillo dicta Iniciación Musical, una materia que sirve de introducción a la comprensión del lenguaje musical, a un grupo de varios estudiantes, a veces niños. Explica que sus clases son experienciales, así que al comienzo de la cuarentena enviaba videos cortos para que sus alumnos pudieran hacer ejercicios con sus familias.

Los ponía a hacer ritmos con el cuerpo o a ingeniarse instrumentos hechos con elementos en casa. En una oportunidad “grabaron registros de cómo sonaba la cuarentena y encontraron sonidos que tal vez no habían percibido, la naturaleza y los pájaros”. A punta de intercambios de videos se podía conocer el avance. No era fácil para todos organizar videollamadas.

La Escuela Atempo, con más de una década de trayectoria en Medellín, venía trabajando clases virtuales desde antes de la llegada de la pandemia, pues tenía estudiantes que vivían en países como Perú, Ecuador y Bolivia, pero el cambio para el resto no fue tan sencillo, especialmente para los más pequeños.

“No contamos con capacidad de atención de los estudiantes en forma virtual, estábamos convencidos de que teníamos jóvenes 2.0 conocedores de la virtualidad, pero ellos tenían educación virtual de redes sociales”, cuenta Juan Sebastián Guevara, músico y fundador de Atempo.

Los profesores empezaron enviando videos tutoriales y se fueron adaptando a las videollamadas. Para instrumentos como el piano, por ejemplo, hubo maestros que pudieron contar con un software que permitía transmitir las clases hasta con cuatro cámaras auxiliares. Una que permitía mostrar el piano completo, otra que enfocaba la cara y otra el cuerpo completo, que es muy útil para enseñar canto o batería, explica Guevara.

Como las clases quedan grabadas, eso ha permitido que muchos estudiantes puedan retornar a ellas y repasar conceptos que consideraran necesarios. Aún con estas ayudas tecnológicas, el golpe ha sido duro y la deserción es alta. Antes de la pandemia la escuela contaba con 11 profesores y 110 estudiantes, en este momento tiene cinco profesores y 58 estudiantes, más otros cinco que están becados por la institución. A quienes decidieron no continuar se les congelaron sus mensualidades para que regresen cuando lo consideren apropiado.

Estar ahí

Juan Camilo Prioló, trompetista y estudiante de la U. de A., también es mentor de In Crescendo. Cuenta que la tecnología le ha permitido, por otro lado, acompañar a 15 estudiantes que están en Fredonia, Santa Fe de Antioquia, San Jerónimo, La Ceja, San Rafael, San Roque y Jardín.

Algunos, por falta de conexión, han tenido que acudir a las casas de cultura de sus municipios. Prioló se ha dado cuenta de que la virtualidad debe ir acompañada de un interés sobre cómo cada estudiante está llevando el confinamiento y tenerlo en cuenta en cada clase. “Pienso en que ellos pueden despejarse de todo lo que está pasando a través de la música y tener un rato agradable, que puedan disfrutar”.

Si algo les ha demostrado este momento a los docentes es que los estudiantes han tenido que ser más autónomos, conocerse mucho más. Cortés destaca, de todas formas, que su rol ahora es como el de un guía, alguien que acompaña. Repite una idea que le quedó en la cabeza tras su capacitación para enseñarle a jóvenes y niños: al final, “uno no enseña, uno está ayudando a aprender”.

600
estudiantes dentro y fuera de Colombia se están beneficiando de In Crescendo.
El empleo que busca está a un clic

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