Cuando tenía tres años, Belisario Betancur ya acompañaba a su padre a la estación Camilo Cé, en Amagá, el pueblo en el que nació, para ayudarlo a transportar gente y mercancías. Llegaban al amanecer, en mula. Aunque no todo fue trabajo en ese tiempo: los amigos arrieros de su padre le enseñaron a leer. De grande se volvió abogado, economista y, en 1982, presidente de Colombia.
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