La sensación era íntima y familiar. Como cerrar los ojos y estar en la sala de la casa escuchando, de principio a fin, en un CD (como en otras épocas), el disco El amor después del amor, el séptimo álbum de estudio de Fito Páez, lanzado en 1992.
La diferencia radicaba en que la gente no estaba en la sala de la casa ni había que cerrar los ojos. Era el escenario del Teatro Metropolitano de Medellín y allí estaba instalado Fito Páez con sus nueve músicos, listos para celebrar el aniversario de ese disco, de manera cercana, profunda y agradecida con el público que lo hizo exitoso hace 30 años (y con las nuevas generaciones que lo han hecho suyo en el transcurso de estas tres décadas).
Y honrando esa autenticidad con la que fue lanzado este disco, Fito Páez lo cantó, durante una hora, en el mismo orden. Sonaron todas las 14 canciones, empezando por El amor después del amor y Dos días en la vida. Sonaron desde La Verónica y Tráfico por Katmandú hasta Pétalo de sal, Tumbas de la gloria, Brillante sobre el mic y A rodar mi vida. Fue tal el éxito de este disco, en su momento, que de las 14 melodías de este álbum sonaron los 10 sencillos que se lograron destacar. Y fue tal la algarabía en el Metropolitano que pocos espectadores usaron su silla en pleno concierto, casi todo el público permaneció de pie las dos horas de show.
Si hay algo que ha caracterizado a Fito Páez en el transcurso de su carrera es la puntualidad. El show empezó a las 8:00 p. m. en punto con un rosarino vestido de traje verde, camiseta blanca y tenis blancos. El escenario tenía una gran pantalla detrás de los músicos y estos, a su vez, estaban encaramados en dos bases gruesas.
“Buenas noches, Medellín, guarden energías que las vamos a necesitar, vamos a pasar una noche inolvidable”, fueron las primeras palabras de Fito Páez.
El rosarino tenía también su piano en el centro del escenario, ese no podía faltar. Recordó, en el transcurso de la noche, como siempre lo han atendido bien en esta ciudad, desde que pisó tierra antioqueña por primera vez (hace cerca de 30 años).
En las pantallas, mientras sonaba la música, había un coordinado trabajo de maping que hacía que el fondo se vistiera de colores, simulara cielos estrellados o mostrara una ciudad entera, en pleno movimiento cuando sonó Ciudad de pobres corazones.
Hubo momentos para la comunión y el vínculo entre Fito y el público de Medellín, como cuando les pidió que encendieran las linternas de sus celulares para acompañar la canción Brillante sobre el mic.
Después de que sonaron las 14 canciones de El amor después del amor hubo un intermedio, sí, como en otras épocas o como en el teatro, 10 minutos de descanso, que se contabilizaban en una cuenta regresiva en la pantalla gigante y que le sirvieron al público para pausar la descarga de adrenalina y a Fito para cambiarse. Ahora el traje era blanco.
Llegaba el momento de introducir otros éxitos: Naturaleza sangre, 11 y 6, Circo beat, Dar es dar y el cierre con Mariposa Tecknicolor.
Para Fito fue una noche mágica, “Medellín on fire”, escribió después del concierto en su cuenta de Instagram, “la banda y el público hoy fueron una orquesta perfectamente sincronizada, sutil y salvaje. Los amo. Mañana repetimos”.
Superar la primera noche de la gira colombiana no será fácil, le dijo el mismo Fito al público al finalizar el show: “mañana tenemos la segunda y va a ser muy difícil levantar esta, dificilísimo, lo vamos a intentar. Gracias por hacernos sentir en casa, siempre, siempre, desde la primera vez que pisé esta tierra paisa, gracias y buenas noches”.
Quedó claro que el amor de Fito con Medellín es, además de recíproco, uno que va más allá del amor y que durará más de 30 años.
