El Parcero, la nea, ese arquetipo del pelado de barrio popular de Medellín —ingenioso, altanero, temerario, marginal, víctima y victimario— es cada vez más universal, y por eso también, más descontextualizado.
De ese contexto es que habla Robinson Posada en cada obra, de cómo atraviesa hasta volverse destino, para eso creó al personaje del Parcero del Popular 8, porque esa figura, sin contexto, es apenas una estética, un disfraz. Aunque el Parcero, más que un personaje es lo que pudo haber sido, porque Robinson creció en Manrique, en los años de mayor violencia en Medellín. Pero esos años también fueron de teatro, gracias a las iniciativas artísticas y culturales de su papá.
“Era un ejercicio muy interesante, con alrededor de 450 pelaos de la nororiental —Manrique, Aranjuez, Santo Domingo Savio, Carpinelo, Granizal, Popular— dentro de ese ejercicio, el hombre empezó una propuesta narrativa, artística, escénica, y con los pelados montó varias líneas: teatro, música, danza, tenía una vuelta de scout, todo el asunto social”, dice Robinson.
Con el tiempo, Robinson asumió la dirección de los proyectos. Siguió con el teatro, en los barrios y mientras tanto se fue profesionalizando, entró a estudiar en la Escuela Popular de Arte, y al grupo fueron llegando nuevos integrantes. En ese proceso es que crea el personaje del Parcero, en 1995.
“Llegó una nueva oleada de jóvenes pero con la misma problemática, chicos en situaciones muy vulnerables, en combos, y yo pensaba ¿cómo hago para conectar más con ellos? ¿Cómo les habló? Ahí nace el Parcero”, dice Robinson.
Con el personaje buscaba sintetizar el aprendizaje académico que iba adquiriendo, su gusto por la cuentería y las historias del barrio, de los amigos de infancia y de teatro cooptados por la violencia.
De esa suma de elementos resultó un personaje cómico y picaresco para unos, pero temible para otros, tanto, que en una de las primeras presentaciones que Robinson hizo como El Parcero en la Universidad Externado en Bogotá, los celadores lo requisaron y casi no le permiten en el ingreso, pues no creían que el Parcero fuera un personaje.
En esos años, el pelao de barrio popular de Medellín, el Parcero, la nea, no era sinónimo ni de reguetón, ni de moda, como ahora, sino de sicario. Era lo que nadie quería ser ni quería cerca.
Pero esa era la idea del personaje, hablar de esa realidad, de esa violencia, acercarse a ella, al barrio, y hacerlo con humor para hacerlo más fácil.
“Yo tenía claro desde mi estructura escénica, artística y pedagógica para dónde quería llevar al público. Es muy fácil hablar desde afuera, entonces venga yo los meto al barrio a través del parcero, para reflexionar a partir de sus historias que son las historias de otros”, dice Robinson.
Desde entonces, El Parcero no ha hecho sino crecer, ha recorrido la ciudad, el país y el mundo, tiene una fundación y ha hecho procesos pedagógicos hasta con la mara Salvatrucha, porque su forma de reflexionar con humor se ha convertido en una forma de pedagogía para los jóvenes –muchos actores del conflicto–, pero también para el público, que tantas veces se siente ajeno a esas realidades.
El próximo capítulo que se estará presentando de esa larga historia del Parcero del Popular 8, es Matrícula Condicional, una obra sobre el proceso educativo en un barrio popular, donde la pedagogía es tanto en la calle como en la escuela.
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“Vamos a hablar de esa realidad, de esa estructura pedagógica que nos tocó, entre las instituciones públicas y las esquinas, y como al final eso nos sirvió, o no, para lo que somos ahora. Vamos a contar la epopeya del Parcero, mal estudiante en conducta, tuvo matrícula condicional toda la vida. Y es también una reflexión de cómo nos estamos educando”, dice Robinson.
Una obra con tanto de humor como de realidad.