Fueron 489 kilómetros los que Nelson Mario Muñoz tuvo que recorrer por carretera para, este jueves, hacer parte del Desfile de Autos Clásicos y Antiguos de Medellín. En la larga fila de vehículos que salieron desde la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) para atravesar la ciudad hacia el sur –exactamente, un recorrido de 17 kilómetros hasta llegar a la Universidad EAFIT–, el suyo se distingue por un detalle particular: si uno mira el techo notará que está elevado, y debajo de él hay una especie de espacio que recuerda al ático de una casa.
Y es que es justamente eso. El auto de Nelson es un Volkswagen Tipo 2 T2, conocido en el mundo de los expertos y aficionados automotrices como Kombi, y entre los simples mortales, como la furgoneta característica del movimiento hippie. Su modelo, un Westfalia de 1978, es una versión camperizada diseñada para viajeros, con comodidades propias de una casa: cocina, cama y un área común.
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En la de Muñoz, por ejemplo –quien viene desde Machetá, un municipio ubicado al nororiente de Cundinamarca–, cuando uno entra por la puerta del costado derecho, se encuentra con la cocina y una mesa plegable que hace las veces de comedor. Pero si se desarma, explica Nelson, ese mismo espacio se convierte en una habitación, y en el “segundo piso”, en lo que simula un pequeño ático, hay otra con una cama doble.
“Prácticamente caben cinco personas durmiendo en la casa”, dice el dueño, quien, si bien ya había sido espectador de este evento en ocasiones anteriores, esta es la primera vez que participa en el Desfile de Autos, que este año celebró su edición 28.
Carros familiares: la temática de 2025
En esta ocasión, el homenaje fue para los vehículos familiares: grandes sedanes, station wagons y camperos que hicieron parte de los trayectos compartidos por generaciones enteras y que, en algunos casos, llegaron a convertirse en un miembro más de la familia. Por eso, además de celebrar la conservación, restauración y colección de automóviles clásicos y antiguos, el Desfile de este jueves fue también un espacio para honrar las tradiciones antioqueñas y, sobre todo, las familiares.
Y es que sobre las llantas de cada uno de los 390 vehículos que desfilaron –la cifra más alta de inscritos en toda la historia del evento–, ruedan las historias de familias enteras que han recorrido la ciudad y el país en ellos.
Eso nos lleva de vuelta a la historia de Nelson. Desde hace tres años tiene su carro-casa, el cual encontró prácticamente abandonado en un taller, donde estuvo guardado durante 22 años. Lo rescató, lo restauró, y gracias a eso, su Volkswagen de 47 años logró llegar sin inconvenientes desde Cundinamarca hasta Medellín.
La emoción de participar en el desfile se le nota en el rostro. Pero cuando se le pregunta por la anécdota familiar que encierran las puertas de su camper, los ojos le brillan. Y no es para menos: esta también es la primera vez que hace un viaje por carretera tan largo junto a Jenny, su esposa, y David, Nataly y María Paz, sus hijos.
Encima de los asientos del conductor y el copiloto hay una cubierta que funciona como estantería. Allí están las fotografías de dos de sus hijos. Nelson explica que, si uno quisiera, justo ese espacio también podría funcionar como una cuna. Es ahí donde guarda las imágenes de cuando sus hijos eran apenas unos niños.
Este año, se esperaba que cerca de 800.000 personas asistieran al desfile. En aceras, puentes y graderías, los espectadores aguardaron con cuidado el paso de los autos, motos y camionetas que atravesaron media ciudad. Para muchos, en estos 28 años, este evento se ha convertido en un plan imperdible y ya forma parte de sus tradiciones familiares.
Andrés Acosta es uno de ellos. Este año salió a desfilar en un Chevrolet Light Delivery Pickup de 1946, un vehículo que él define como un carro familiar. Fue su papá quien lo consiguió, lo restauró, y ahora, por primera vez, desfilan con él. Sin embargo, como es costumbre en su familia, ya habían participado en ediciones anteriores con otros autos.
“Nos emboban los carros antiguos y esta es una manía que tenemos desde hace rato. Mis hermanos, mis tíos, mi papá, yo... tratamos de darle rienda suelta”, cuenta Andrés, quien añade que esa pasión cobra aún más sentido –y se disfruta mucho más– cuando puede compartirse con otros, especialmente en lugares como este.
Paseos, varadas y hasta choques hacen parte de las historias que la familia de Andrés ha vivido alrededor de los autos antiguos. En el caso de este Chevrolet, que tiene casi 80 años y fue fabricado en Estados Unidos, su historia también es particular: fue rescatado en una semana santa de un parqueadero en Envigado, de manos de un dueño desesperado que ya no sabía qué más hacer con él.
El papá de Andrés se dedicó a repararlo, lo cuidó casi como a un hijo, y ahora está aquí, “para que la gente lo disfrute”, asegura, mientras varias personas se acercan a tomarse fotografías con el auto, a subirse en él o, los más tímidos, simplemente a asomarse para ver cómo luce por dentro un vehículo con casi un siglo encima.
Hay otros participantes que conservan esta costumbre por el significado que tiene el Desfile de Autos para las familias antioqueñas. A unos seis carros de Andrés está don Humberto Tamayo, quien lleva puesta una camisa blanca en cuya parte trasera se pueden leer, en letras rojas bordadas, las palabras “Bomberos 1928”. En su cabeza lleva un casco de bombero, de un diseño similar al que se usaba a principios del siglo XX, y a su lado está su vehículo: un coche rojo descubierto, con grandes farolas y asientos traseros en los que la gente se acomoda a su gusto para sacarse la foto familiar.
Cuando uno le pregunta a don Humberto por la historia de su auto, inmediatamente advierte que “es un poquito largo el tema”. Y, en efecto, comienza a contar que en 1997 participó en el segundo desfile con un carro que él mismo había restaurado, y que desde entonces se fue “colando” en el asunto, tanto, que llegó a hacer la misma tarea con otros 54 vehículos, algunos de amigos suyos. Su nombre, dentro de este nicho y en la Fundación Museo del Transporte de Antioquia –uno de los organizadores del desfile junto a EL COLOMBIANO–, no pasa desapercibido. Entre otras cosas, porque fue quien se encargó de restaurar el único vagón sobreviviente del antiguo tranvía de Antioquia, el cual comenzó a funcionar en 1921 y dejó de andar treinta años después.
El “bombero” recuerda que hace doce o trece años se antojó de fabricar un carro desde cero. Y así fue como construyó el mismo con el que desfiló ayer en plena Feria de las Flores. Lo que hizo fue diseñar un vehículo modelo 1928, decorado con accesorios de bronce. ¿Por qué un carro de bomberos? Él mismo lo explica: todos, de niños, tenemos un héroe, y para muchos, esa figura es precisamente un bombero.
Ya son once los desfiles en los que don Humberto ha participado con este auto –en total, ha estado en 27 de las 28 ediciones–, y él mismo se atreve a decir que el suyo “es el carro más fotografiado de todo Medellín”. Para dar cuenta de eso, don Humberto recuerda una anécdota: una vez iba camino a Rionegro, donde asistiría a un desfile. Su carro iba montado en un planchón y, a medio camino, la Policía lo detuvo. Él admite que en ese momento se asustó, pero en realidad los uniformados solo querían tomarse una foto. Y así fue: todos se subieron al vehículo, en plena carretera.
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“La gente se sube, se baja, suben los niños... y yo dejo que hagan lo que quieran, porque el carro se hizo para el público, para compartirlo”, explica.
Y es que, como él mismo dice, la alegría de participar en espacios como este, y de cultivar la pasión por los autos antiguos, está en ver cómo la gente se pone contenta al ver su carro.
Entre motores y flores, una experiencia de Feria de las Flores 2025
Vehículos fabricados entre 1900 y 1990 fueron los que desfilaron este jueves en Medellín. Pero algunas de estas joyas automotrices podrán verse en la UPB hasta este domingo 10 de agosto en la exposición Entre motores y flores, la cual está ubicada en el Polideportivo de la Universidad.
La muestra está conformada por 20 vehículos entre autos y motocicletas, junto a una muestra de vestuario alusiva a la época de fabricación de los autos, y a decoraciones florales que celebran la tradición silletera.
Entre los carros que podrá encontrar si visita la exposición está el De Dion Bouton francés de 1900, el más antiguo conservado en Colombia y el primero que rodó por las calles de Medellín. Este auto, fabricado en 1899 en el país europeo, llegó en octubre de ese mismo año a la capital antioqueña. El encargado de traerlo fue el reconocido empresario Carlos Coriolano Amador.
Allí también se encuentran dos papamóviles que se pudieron ver ayer en algunas de las avenidas más importantes de la ciudad: el Chevrolet Traverse que llevó al papa Francisco por Medellín durante su visita en 2017, y un Jeep Commando, referencia similar a la que usó el papa Pablo VI en su llegada a Colombia en 1968.
Para los amantes del cine está un DMC DeLorean, fabricado en 1981 e inmortalizado en Volver al futuro, la trilogía estadounidense dirigida por Robert Zemeckis estrenada a finales de los ochentas.
Estas piezas, admiradas por expertos y aficionados, dan cuenta de la importancia y del crecimiento que ha tenido el Desfile a lo largo de sus 28 ediciones. Con la realización de este evento se cumple una de las citas más esperadas de la Feria de las Flores, y además, sirve como antesala para la más emblemática: el Desfile de Silleteros, que volverá a congregar esta semana a todos en las calles, en una celebración de las tradiciones de nuestra tierra.