Mientras el debate sobre la inmigración va en aumento y se enfoca en el cruce de fronteras, la directora argentina Julia Solomonoff presenta su perspectiva sobre la emigración latinoamericana hacia Estados Unidos.
Lo hace en Nadie nos mira, el tercer largometraje de esta directora radicada en Nueva York, que tuvo su estreno mundial en la pasada edición del Festival de Tribeca en la Gran Manzana, y la semana pasada llegó a las salas de cine del país. La realizadora habló sobre este proyecto, protagonizado por Guillermo Pfening y Elena Roger.
¿Cómo ha sido el recorrido de la película?
“Es muy lindo ver que una cinta, de un tema que a uno le resulta muy personal, se conecta con la gente y el público comparte sus experiencias y sus relaciones. Esto completa el ciclo, que siempre empieza de manera muy solitaria y culmina con el compartir con la gente”.
Cuando es una historia muy personal, ¿existe temor a terminar expuesto?
“Por supuesto que sí, y una de las estrategias en este caso fue construir teniendo como base un personaje hombre, lo que te hace sentir menos expuesto, pero en realidad hay mucho de mí en el filme y al mismo tiempo es el motivo por el cual vale la pena hacer algo que sea personal, que uno se sienta en riesgo y tratar de ser honesto con ello”.
¿Cuándo apareció la inquietud de contar esta historia?
“Tuvo algunas etapas, empezó a concretarse hace cuatro años, cuando sentí que tenía una historia. Hay muchas cosas dentro de la película que son parte de mis vivencias en mi primera etapa de vida en Nueva York, cuando llegué como estudiante y realicé un montón de trabajos pequeños que no eran permitidos por el tipo de visa que tenía, como el cuidar niños o ser mesera. Sentirme extranjera en una ciudad donde la mayoría de sus habitantes lo son, hasta lograr encontrar mi espacio.
Regresé a Argentina, hice dos proyectos, me volví madre, sintiendo que mi retorno había sido vital creativamente, para luego volver a la Gran Manzana y revisar mi primer encuentro con esta ciudad, lo que sin duda me motivó a crear esta historia. Los recuerdos, y el pensar si realmente podía tener un espacio creativo, tras lo hecho en Argentina, hicieron que fuera importante poder terminar esta historia, haciendo la película que quise y como quise”.
¿Pesa ser extranjero?
“A veces, porque esos desplazamientos tienen unas fuertes justificaciones. Debo volver, si lo hago, con aquello que reconozco o mi entorno reconoce como éxito, generando una expectativa de llenar un vacío con el cual llegan a otras ciudades, por lo que la citna es un viaje que alguien hace al exterior para terminar navegando al interior, para poder entender esas ideas entre el éxito y el fracaso”.
¿El ego impide la felicidad?
“Te impide vivir muchas cosas y eso lo vive mi personaje por su orgullo, lo cual hace que se pierda la oportunidad de ser él, por tratar de proyectar una imagen distinta de sí mismo. Hoy en día lo veo, con gente que tendría más posibilidades creativas y profesionales si volvieran a sus países, pero no lo hacen porque creen que Nueva York hace parte de su identidad, como si vivir allí fuera un éxito en sí mismo”.