En un banco de germoplasma podría estar la clave para un mejor futuro de las comunidades de indígenas con un extenso y casi olvidado pasado: los zenúes de Antioquia.
Dice la historia que esta cultura se destacó por el manejo de la hidráulica, estableciendo una compleja red de canales que durante cerca de 2.000 años cubrió más de 500.000 hectáreas.
También, como en casi todos los pueblos, por expresiones culturales expresadas por manos que tejían y fabricaban diversos tipos de artesanías.
De eso queda poco. Los últimos vestigios de los canales que irrigaban el Bajo Cauca los destruyó la minería en el último tercio del siglo pasado, aunque de hecho no se usaban desde hacía cientos de años.
Y su lenguaje, también, se perdió hace unos 200 años cuentan los cronistas.
Asumidos como cordobeses, en donde de hecho queda la mayor representación, también habitan Antioquia en 52 comunidades.
A los zenúes se les debe, entre otros, el sombrero vueltiao o voltiao que fabrican con la caña flecha, una artesanía delicada que ha hecho famosas poblaciones como Tuchín en Córdoba.
“En las crónicas de la Conquista se consignaron numerosas referencias sobre la industria textil entre los pueblos zenúes. Se mencionaba una hamaca finamente “labrada” en algodón y receptora de las ofrendas de oro del templo de Finzenú, la cual era además el sitio de descanso de los ancestros, al decir de los zenúes de la época. También se hablaba de chinchorros de algodón, canastos para recolectar cangrejos, grillos y langostas o esteras tejidas con caña fleche usadas a manera de alfombras, así como las faldas de las mujeres”, según un documento del Banco de la República.
Pero la caña flecha tiene problemas. El clima afecta la calidad de esta hierba (Gynerium sagittatum) que crece hasta 4 o 5 metros.
Y las variedades en Antioquia no son de la consistencia requerida para las artesanías.
Eso podría, también, ser parte del pasado. O al menos en eso se trabaja.
Con tres de las comunidades el Jardín Botánico de Medellín se unió para producir y asegurar mediante un banco de germoplasma la variedad criolla de la caña que tiene mejor fibra para las artesanías.
Son las comunidades de El Volao en Necoclí, integrada por unas 600 personas de 140 familias, que poseen algo más de 1.000 hectáreas en donde existe un cultivo antiguo del cual sacan la fibra que venden a Tuchín.
Los Almendros en El Bagre, con 268 hectáreas habitadas por 52 familias
Y el asentamiento San Antonio II en Zaragoza, que no posee títulos sobre la tierra.
El proyecto, que fue destacado por la red Botanic Gardens Conservation International por el trabajo con la comunidad, comenzó en 2013 y se acaban de entregar los resultados de la segunda fase. Las tres comunidades tienen ahora de a tres hectáreas sembradas con aquella variedad.
Doris Benítez, coordinadora del proyecto, indicó que se caracterizaron los artesanos actuales y los posibles para seguir trabajando con la caña flecha. La fase fue financiada por Artesanías de Colombia.
La tradición, también, está amenazada. Los adultos son los que tienen el conocimiento ancestral y aún lo practican. Para los jóvenes, es un trabajo para adultos. En algunas regiones podría perderse entonces esa característica de los zenúes. Los niños conocen más de minería que de lo que ha distinguido a su pueblo durante centurias.
En el asentamiento de Zaragoza la minería resulta más atractiva. Pero las perspectivas no son malas. El interés de Artesanías radica en que es el producto es orgánico, libre de químicos y reciclable, y eso es ventaja hoy.
En Tuchín se ha notado que la caña pierde calidad en verano, las hojas tienen menor longitud y ancho. Antioquia, por el contrario, tiene áreas aptas para el cultivo.