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Cuando “Teófilo Panclasta” llegó a Carrizal (en Remedios, Antioquia), portaba un uniforme camuflado y cargaba, además de un fusil, un pesado morral en el que llevaba la que por muchos años había sido su casa, un plástico y una colchoneta de espuma.
Entonces hablaba de la vida en el monte como si no se hubiera acabado, y aunque las palabras eran de esperanza, en su rostro se veía el temor por lo que sería el futuro. Llevaba más de 28 años en las Farc y no sabía lo que era tener su propia pieza, decía. La paz se había firmado hacía solo dos meses y se alistaba para dejar las armas.
Hoy, tres años después, no hay uniforme ni fusil ni morral. Vestido como cualquier civil y con un pequeño árbol en la mano, que se dispone a sembrar, habla como un hombre nuevo, ya no es más Teófilo, sino Gustavo Palacio.
“Cada uno va a sembrar su árbol y lo va a bautizar con el nombre de un caído en el conflicto, no importa de qué bando era la víctima, si alguno quiere hacerle el honor a uno de los compañeros que perdimos es bienvenido”, le dice a un grupo de jóvenes, entre los que hay otros excombatientes, pero también miembros de colectivos sociales que se desplazaron hasta Carrizal desde Medellín y Bello, y miembros de la Policía.
Ya han sido 7.500 árboles sembrados por excombatientes, fuerza pública, miembros de la Misión de la ONU en Colombia y comunidad en general, para hacer un monumento vivo a las víctimas del conflicto.
“Es mejor tener a estos señores sembrando árboles y viviendo de la economía campesina y no en el monte sembrando guerra”, dice Humberto González, quien el 30 de julio de 2008 pisó una mina antipersonal puesta por las Farc.
Después de su experiencia y encontrándose con la imposibilidad de recibir atención para las secuelas físicas que le quedaron con la explosión, creó la Fundación Pasos de Luz y Esperanza y mientras sembraba un árbol junto a Palacio y sus compañeros, quienes alguna vez fueron sus verdugos, expresa: “En 53 años, a punta de bala, no logramos resolver nada, ahora tenemos que buscar otra forma para resolver nuestras diferencias, este es el camino. Tenemos que dejarle algo a nuestros hijos. Yo no estoy aquí solo por mí, sino por mis hijos, por mis nietos y el resto de la generación venidera”.
Y agrega: “Estamos compartiendo este espacio con quienes fueron nuestros victimarios para llevar un mensaje de reconciliación, de paz y de seguir adelante para que no haya una repetición”.
De acuerdo con la alerta temprana del Ideam, correspondiente a octubre – diciembre de 2018, la Serranía de San Lucas (Nordeste antioqueño y Sur de Bolívar) se encuentra entre las zonas con más deforestación del país, específicamente Remedios y Segovia están muy afectadas.
Y es que a pleno borde de carretera se ven los efectos del fenómeno, árboles caídos, tierra arrasada y mulas por doquier cargando madera.
“Habitantes de todas las veredas de la zona se movilizaron hasta aquí, con todas las dificultades climáticas propias de la Serranía y de las de acceso, porque la carretera está en muy malas condiciones, para ayudar entre todos a frenar la deforestación y a llenar de bosque esta zona que nos ha abrigado en las buenas y las malas”, manifestó el excombatiente.