En un entorno donde predomina el estilo de vida occidental, no es fácil mantener los niveles de tensión arterial normal, que es la menor de 120 sobre 80 (120/80 mm Hg).
Y es que, aunque en la mayoría de pacientes hipertensos no existe una causa determinada, y por eso se les considera primarios o esenciales, esta es el resultado de múltiples factores ambientales y genéticos.
Así lo explica Juan Fernando Agudelo Uribe, cardiólogo electrofisiólogo de la Clínica Cardio VID, quien plantea que la hipertensión se relaciona con el incremento de la edad, la obesidad, la historia familiar, la raza -es más común en la negra- y la disminución en la cantidad de nefronas o células de los riñones.
También menciona otros desencadenantes, como el aumento en la ingesta de sodio y de alcohol, el sedentarismo, la diabetes, la dislipidemia, los trastornos de la personalidad y el trastorno depresivo.
“Se considera prehipertenso quien tiene la presión arterial entre 120 a 139 sobre 80 a 89, e hipertenso cuando supera los 140 sobre 90, tras tomarse la misma en dos visitas separadas al médico”, precisa el cardiólogo.
Las consecuencias, en opinión de Iván Darío Rendón Múnera, cardiólogo intervencionista vascular periférico del Hospital Manuel Uribe Ángel y de la Fundación Clínica del Norte, pueden ser múltiples y afectar diferentes órganos.
“Puede generar, a nivel cerebral, la producción de demencia arteriosclerótica; acumulación de grasa en las arterias carótidas; formación de placas arterioescleróticas o de grasa en el corazón; deterioro de la función ventricular, falla cardiaca y disfunción ventricular; daño renal severo y deterioro de la función renal, y obstrucción de las arterias en los miembros inferiores”, indica Rendón Múnera.