Horas después de que el presidente Gustavo Petro le pidió la renuncia protocolaria a su gabinete, pasada casi una semana de su accidentado Consejo de Ministros, este lunes se han ido conociendo a cuentagotas las cartas en las que sus más cercanos colaboradores dimiten del Gobierno. Sin embargo, hay una diferencia evidente ente quienes renuncian de manera simbólica y quienes lo hacen de manera irrevocable.
En el primer grupo, resaltando que se trata de una “renuncia protocolaria”, aparecen los ministros de Educación, Daniel Rojas; la canciller Laura Sarabia, o la directora de la Unidad para las Víctimas, Lilia Solano. En sus cartas de renuncia se específica que se trata de una dimisión de orden protocolario, es decir que, aunque ponen su cargo a disposición, no se van tajantemente del Gobierno.
“Quedo a su disposición, mi compromiso con el proyecto de país que usted representa sigue en pie”, dijo, por ejemplo, Solano. “No hay mayor privilegio ni honor que servir a los y las colombianas”, sostuvo por su parte Sarabia. “Seguiré trabajando y acompañándolo en este propósito desde el lugar y momento que usted disponga”, precisó Rojas.
Sin embargo, hay otros que sí renunciaron de forma irrevocable, lo que implica que su partida del Ejecutivo es definitiva y no está sujeta a discusión. En ese grupo se cuentan los ministros de Ambiente, Susana Muhamad; Trabajo, Gloria Inés Ramírez; Culturas, Juan David Correa, y el saliente director del Dapre (Departamento Administrativo de la Presidencia), Jorge Rojas.
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Se trata de funcionarios del primer círculo del presidente Gustavo Petro, quienes decidieron dar un paso al costado rotundo luego de que el mandatario confirmó que el exembajador Armando Benedetti será su jefe de despacho presidencial y, para muchos, será el peaje para acceder al jefe de Estado.
En medio de todo hay un tercer grupo de ministros y altos funcionarios cuyas cartas de renuncia no se conocen y no hay precisión frente a si son irrevocables o no. Allí se cuentan el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo –recién nombrado presidente encargado ante el viaje de Petro en Oriente Medio–; el ministro de Defensa, Iván Velásquez; el ministro de Comercio, Luis Carlos Reyes; el director de Prosperidad Social, Gustavo Bolívar, o el director de Planeación Nacional, Alexander López.
En este grupo podría contarse la ministra de Agricultura, Martha Carvajalino, o el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quienes, si bien renunciaron, no detallaron si su dimisión es irrevocable o protocolaria: “He tomado la decisión de dejar el cargo de ministro del Interior para participar sin limitaciones en el debate público e impulsar por fuera del Gobierno (mis) ideas”, dijo Cristo.
Las salidas materializan una fisura que parece irreconciliable en el corazón del petrismo. Ya son cuatro los funcionarios del primer anillo del presidente que dimiten tras el accidentado Consejo de Ministros.
Fue en ese inédito escenario –televisado y sin filtro alguno–, en el que el jefe de Estado hizo una defensa irrestricta de su ahora jefe de despacho: el controvertido exembajador Armando Benedetti, sin calcular que su proyecto político iba a implosionar y, con ello, comprometer las chances de darle continuidad al “Gobierno del Cambio” más allá de 2026.
A medida que pasan los días, podrían ser más los funcionarios que, aunque leales a Petro, no se tragarán el sapo de compartir con Benedetti y tener que acudir a él para hablar con el primer mandatario. La disyuntiva es evidente: ¿Petro cederá y le dará la espalda a Benedetti con tal de seguir con sus aliados y evitar la desbandada? ¿O arreciará y, sin importar el costo político ni personal, lo mantendrá en el gabinete?
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