Luego de que la médica residente Catalina Gutiérrez Zuluaga, (Caldas, 27 años) se quitara la vida por presuntos abusos y malos tratos durante su residencia médica en el Hospital San Ignacio de la Pontificia Universidad Javeriana, dejando un mensaje de resistencia para todos sus colegas, varios médicos a modo de protesta se han unido a su dolor, exponiendo una serie de abusos que se vive puertas para adentro de los hospitales de Colombia en la residencia de estos médicos.
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La muerte de esta joven residente caló en lo más profundo del gremio médico, que protestó también y visibilizó la necesidad de cuidar de la salud mental de estos jóvenes. La Asociación Colombiana de Sociedades Científicas (ACSC), por ejemplo, reclamó la creación de una Política de Talento Humano en Salud que brinde garantías a la seguridad de los profesionales, técnicos, tecnólogos y auxiliares de salud. También lamentó la muerte de Gutiérrez Zuluaga y solicitó a las autoridades adelantar las investigaciones pertinentes.
A su vez, el Ministerio de Educación anunció que hará una visita preventiva a la institución educativa para verificar las condiciones de calidad de los residentes de los programas de salud, así como para enterarse de las acciones adelantadas para la prevención y atención a los riesgos de salud física y mental y la implementación de protocolos destinados a prevenir cualquier forma de violencia, acoso, prácticas de hostigamiento y suicidio.
Aunque la muerte de la residente hizo resonar en el mundo los graves abusos que viven los médicos residentes en Colombia, llegando hasta a la prensa internacional, estos tratos han sido así desde hace décadas. Una médica antioqueña, especialista en Cirugía General, le confesó a EL COLOMBIANO los abusos que vivió por su paso en instituciones de Antioquia, para poder graduarse de especialista, entre 2013-2016. Una historia que da cuenta de que esta problemática existe, de manera silenciosa, desde mucho tiempo atrás.
La médica prefirió mantener el anonimato durante esta entrevista, llena de confesiones y relatos estremecedores. Incluso, se refiere a un docente en específico que en aquellos tiempos le imposibilitó un aprendizaje tranquilo a ella y a sus demás compañeras por comentarios y maltratos sexistas y misóginos. Un maestro que continúa laborando en el lugar en el que ella estudió.
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“Mi experiencia durante los cuatro años de residencia en la especialización de Cirugía General fue difícil, llena de malos tratos, comentarios sexistas ‘para medir el aceite y forjar el carácter porque las mujeres no estábamos hechas para cirugía general’. Nunca en mi carrera de médica general había recibido tantos insultos”, comienza el relato de esta médica colombiana.
Luego de este preámbulo, la médica describe algunas experiencias incómodas que vivió durante su aprendizaje.
“En R1 (primer año de residencia) operábamos en trauma toda la noche, cansados, porque los turnos eran de 18 horas. Una vez nos teníamos que cambiar de ropa para entrar a una cirugía y yo no quería cambiarme delante de un docente, en especial porque decía comentarios morbosos. Esperé a que se fuera, pero en vez de eso me dijo: ‘Cámbiese, pues, choncha’, porque a todas nos decía ‘chonchas’ y yo no hice caso. Me gritó como un loco, que el herido estaba esperando”.
“Un día durante una cirugía laparoscópica con cámaras y pinzas largas dentro del abdomen del paciente, pasó sus manos por mis senos para tocarme. Yo sostenía la cámara y de la incomodidad la solté, la cámara se cayó, se contaminó y se puso furioso. También recibíamos comentarios mis compañeras y yo como ‘ustedes estaban muy buenas y ahora todas bien gordas’. Recuerdo que una compañera casi se puso a llorar”, continúa la médica.
Recuerda que un día el mismo docente se empecinó en nombrarla “Natalia” (su nombre no es ese), por lo que la médica no respondía a su llamado. Insistió varias veces hasta que explotó de un grito para preguntarle por qué no respondía a su llamado. “Yo le dije que no me llamaba así y que por eso no dije nada” a lo que él respondió: “Para mí todas las mujeres se llaman Natalia, por Natalia París, pero no por bonitas, sino por brutas”.
El ambiente para los médicos residentes durante esos años estuvo manchado por la presión constante “estabas tan a la defensiva que si tenías compañeros a tu cargo tenías que ser rígido, porque cualquier error de ellos, era culpa tuya. Todo se volvía un caos”, añade.
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“El abuso era constante. Había abuso físico y emocional, humillaciones y horarios extensos. Recuerdo una institución (de Antioquia) que si no llegaba antes de las 4:00 de la mañana, no podía entrar a la cirugía. No había tiempo para actividades personales, incluso si te veían en algún centro comercial o en una peluquería, nos decían que éramos vagas y que no estudiábamos, así fuéramos mejores que ellos. No había tiempo ni de comer, ni de ir al baño”.
Por aquel tiempo no se hablaba mucho de salud mental. La red de apoyo de esta médica fue su círculo familiar y sus amigas de residencia, quienes también vivían situaciones similares a las de ella. “Nos propusimos que con nosotras no iban a poder”.
Actualmente, a pesar de las vicisitudes que tuvo que atravesar, ejerce su profesión como cirujana general en varias instituciones médicas de la ciudad y lamenta lo que ocurrió con su colega Catalina Gutiérrez Zuluaga, quien, a diferencia de ella, tuvo otro final.
“Esto no debería pasar nunca. Uno como médico está feliz de estudiar lo que le apasiona, pero llegan algunos personajes a acabar con los sueños. Hay que investigar a fondo lo que ocurrió. Eso sí, uno también puede encontrarse con docentes que enseñan con amor y lo animan a uno a ser más fuerte, a seguir adelante y cumplir un sueño con propósito”.
Sobre el suicidio de Gutiérrez Zuluaga, Carlos Gómez, decano de la Facultad de Medicina de la Javeriana y médico psiquiatra, reconoció la pesada carga laboral que enfrentan los residentes de Medicina en todo el mundo en la actualidad.
“Estoy ciertamente seguro de que la carga es muy fuerte en Medicina, en todas las facultades de Medicina de Colombia, del mundo y de la Javeriana”, afirmó Gómez durante los homenajes póstumos rendidos a la memoria de Catalina en la institución.
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Las autoridades de la Universidad Javeriana admitieron no tener conocimiento de las circunstancias personales que llevaron a la joven a tomar tan drástica decisión. Luis Fernando Múnera, rector de la universidad, aseguró que todas las denuncias son tramitadas y acompañadas para determinar si se trata de acoso o conflicto. “Nosotros trabajamos a partir de las denuncias de las manifestaciones explícitas y expresas”, señaló Múnera.
La garantía de una buena residencia médica en el país la ofrece la Ley 1917 de 2018, con la cual el Congreso de Colombia decreta que “El Sistema Nacional de Residencias Médicas en Colombia permita garantizar las condiciones adecuadas para la formación académica y práctica de los profesionales de la medicina que cursan programas académicos de especialización médico quirúrgicas”.
Sobre la educación médica en el país, el docente Luis Aristizábal, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad EIA y del Hospital Pablo Tobón Uribe, comenta a este medio que “Colombia debe aprender que somos un país diverso, multiétnico y cultural y que las nuevas generaciones de profesionales de la medicina no piensan ni actúan como alguien que obtuvo su título hace 35 años. Se debe tener claro que el profesional que hoy formemos, es una huella nuestra que puede perdurar y de nosotros depende su formación”.
El médico añade: “Desafortunadamente el maltrato y la humillación no es un mito ni es algo nuevo. No en todas partes se da ni por todos los docentes, diría que es una minoría la que no trata con empatía. El maltrato puede ser físico, psicológico, sexual y discriminatorio. Lo que hay que tener presente es que todos no nacemos para ser docentes por el simple hecho de habernos graduado de médicos o trabajar en alguna institución. Como para la medicina, la docencia requiere de vocación y Colombia sigue siendo un país machista, pero vamos mejorando”.
El docente, quien también es emergentólogo en Cedimed, se refirió sobre el caso de su colega Catalina Gutiérrez Zuluaga. “Es algo muy triste y doloroso y nos muestra que la salud mental en Colombia requiere de más profesionales idóneos en el campo de la psiquiatría y profesiones afines, con más sitios a los cuales pedir ayuda y ser escuchados, pues no todos contamos con las mismas herramientas de apoyo para afrontar diversas situaciones de la vida, bien sea por enfermedad adquirida o por vivir en un entorno traumático por casos tan reprochables como el maltrato”.
“El maltrato no es un tema de percepción como desafortunadamente lo expresaron en estos días. Que el haber sido maltratados durante nuestra formación o vida laboral, o no tener buena educación desde casa, no justifique esto. El maltrato ocurre o no ocurre y tratar de colocarle interpretaciones es permitir que este siga sucediendo”, agrega.
Sin embargo, hay opiniones encontradas. Algunos médicos del país han manifestado que desenlaces como el de Catalina Gutiérrez Zuluaga es el resultado de la “sociedad de cristal”, refiriéndose a la debilidad mental y del ‘poco aguante’ de estos jóvenes.
En la red social X (antes Twitter) se difundió el comentario del médico Juan Pablo Salgado, expuesto por el escritor y master en Periodismo de Datos, Alex Quiñones. En su comentario dice:
“Los jóvenes de cristal, nacieron con todo en sus casas, no saben qué es tomar un transporte público, comida en abundancia, trago y sexo desaforado, nunca repitieron un año escolar así hayan sido los más mediocres, nunca fueron maltratados en sus casas, al contrario exigen hasta el maltrato verbal a sus progenitores. Vacaciones no en Melgar, en Miami, se lo conocen de arriba a abajo y cuando en la vida les exigen, terminan deprimidos y hasta llegan al suicidio. Los médicos, militares, aviadores, marinos, y demás profesionales que vienen de la clase baja o media que nunca tuvieron esos privilegios fueron forjados por sus necesidades y hoy son grandes profesionales”.
En el pantallazo se ve la desaprobación de varios miembros de este grupo, que reaccionaron con emojis de asco, risa y desacuerdo. Un solo pensamiento que refleja la crisis que vive el gremio médico educativo y laboral aquí en el país.
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