Hace un año exacto, tras conocerse el resultado del plebiscito con el que el Gobierno pretendía que fueran los colombianos quienes refrendaran el Acuerdo de paz con las Farc, el mapa político del país cambió y se definieron con claridad los bloques que hoy están en la disputa presidencial.
Ni los líderes más fervientes del No contemplaron la posibilidad de ganar, ni los más moderados del Sí desconfiaron de esa voluntad popular que reflejaban, con amplias ventajas, las encuestas.
Incluso, desde sectores académicos y de opinión vaticinaron un duro golpe al Centro Democrático y, por esa vía, al expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien al lado de el exprocurador Alejandro Ordóñez, la exministra Marta Lucía Ramírez y el también exmandatario Andrés Pastrana, se convirtieron en la voz cantante de la oposición al Acuerdo.
El Sí, por el contrario, tenía todo para ganar: un publicitado acto de firma del Acuerdo seis días antes en Cartagena, una pregunta que hablaba de paz en general (contraria a lo que ordenó la Corte Constitucional en la Sentencia C-379 de 2016), y un umbral modificado en el Congreso mucho más bajo que el de cualquier plebiscito: el 13 %. Además, contó con la maquinaria del Estado, el apoyo de todos los partidos, excepto el CD, líderes de opinión y, al final, hasta del Papa Francisco.
Las implicaciones políticas
El plebiscito dejó no solo dos bloques listos para la campaña por la Presidencia sino varios precandidatos: los que renegociaron por parte del No, excepto Óscar Iván Zuluaga y, por los lados del Gobierno, al exministro Juan Fernando Cristo y el propio jefe negociador, Humberto De la Calle.
Olga Illera, decana de Ciencia Política de la U. Jorge Tadeo, dijo que el Acuerdo se convirtió en un aglomerador de polos ideológicos que están vigentes en la carrera presidencial: los que están a favor de la implementación y los que plantean ajustes.
“La coalición de respaldo en el legislativo se construyó con ‘mermelada’. Y la oposición vio el debate como una oportunidad electoral, y no como una discusión de Estado (...) firmar el Acuerdo fue lo más fácil, ahora la fractura viene con la implementación”.
Miguel Silva, docente de Ciencia Política de la U. Pontificia Bolivariana, piensa diferente y sostiene que el plebiscito no reconfiguró el mapa político, sino que sirvió para mostrar una posible división del panorama electoral al rededor del Acuerdo, porque el proceso político es mucho más complejo y diverso.
“Quedó en evidencia una división de la sociedad, pues los resultados no fueron contundentes. El mensaje era que el Acuerdo debía tener mayor legitimidad, pero el Gobierno desaprovechó esa oportunidad, incorporó algunas observaciones de los que se oponían, pero no logró consolidar un mayor apoyo”.
Silva agregó que esa campaña plebiscitaria permitió que las coaliciones mostraran sus caras y se identificaran empatías electorales, que puedan servir de base para las primeras coaliciones, que se definirán en marzo, cuando pasen las elecciones de Congreso.
Con la derrota del Sí la coalición de Gobierno se empezó a erosionar, incluso, sectores que respaldaron el Acuerdo hoy plantean reparos, al calor de la campaña. Por el contrario, el CD, con apoyo de sectores conservadores y cristianos, recuperó protagonismo político y revivió la posibilidad de llegar al poder para 2018.
Desde el sector de quienes acompañaron el Sí hay claras intenciones de llegar a una alianza. Prueba de esto fue la convención del Partido Liberal, la semana pasada, a la que asistieron los senadores de La U, Roy Barreras y Armando Benedetti, quienes se sentaron a la diestra del exmandatario César Gaviria, proclamado presidente de la colectividad, en un gesto que se puede calificar como el inicio de una alianza electoral de los sectores que respaldan el Acuerdo.
Sin embargo, lo que resulta claro, por ahora, es que este sector no reconoce en el presidente Juan Manuel Santos la fuerza política y electoral para sumar en la campaña. Por eso, Gaviria, de forma inesperada, arreció en críticas contra el mandatario, pero reconoció que están jugados por la paz.
Así las cosas, las cartas para las elecciones presidenciales quedaron sobre la mesa exactamente hace un año.
Así fue la campaña
Con ponencia del magistrado Luis Ernesto Vargas la Corte avaló con siete votos, el 18 de julio de 2016, usar el mecanismo del plebiscito, para asegurar la legitimidad de lo que se acordara en La Habana. Esta iniciativa había sido aprobada en el Congreso en diciembre del año anterior.
No obstante, el texto definitivo del Acuerdo final solo se firmó el 24 de agosto y la opinión lo conoció un par de días después. Fue una campaña relámpago, de 32 días, en la que hubo acusaciones de ambas campañas de usar información “amañada”.
Mientras que los defensores del Acuerdo argumentaban que no habría impunidad, que las Farc entregarían todas sus armas, sus bienes, las rutas del narcotráfico, a los menores y no tendrían un salario de 1,8 millones, en la oposición repetían lo contrario. Esa discusión se mantiene, tanto como el debate de las falsas noticias (fake news).
Apuesta de alto riesgo
Aunque Santos tenía la facultad de firmar el Acuerdo, decía que convocaba el plebiscito para cumplirle su promesa de que los colombianos tendrían la última palabra sobre lo acordado con las Farc.
El plebiscito superó el umbral: se necesitaban 4,5 millones de votos válidos y se registraron 12’808.858. El No obtuvo el 50,21 % (6’431.376 ) y el Sí sacó el 49,78 % (6’377.482 ).
El Gobierno convocó a los actores del No a presentar propuestas de ajustes. Al final el Gobierno dijo que incorporó la mayoría, pero los voceros del No argumentaron que quedaron por fuera los asuntos esenciales. El 24 de noviembre de 2016 se firmó un segundo Acuerdo en el Teatro Colón, refrendado por el Congreso seis días después. Hoy, a menos de ocho meses de la primera vuelta de las presidenciales, la campaña deja ver los bloques que se enfrentaron en el referendo