Medicina Legal confirmó que Afanador murió por ahogamiento y su cuerpo no tenía signos de violencia.
Inicialmente no parece una zona realmente propicia para un colegio. No está cerca de una vía principal, alrededor de la zona solo hay viviendas rurales, algunas cantinas en donde los campesinos que viven allí se reúnen, juegan rana desde temprano en la mañana y cultivos que son el sustento de familias pequeñas. Pero en la zona del colegio no se escucha nada. Solo el agua del río que corre lento al fondo y el ladrido de algunos perros vigilantes cuando notan la llegada de personas extrañas.
Hay producción de flores y casas que permanecen tapadas completamente por ventanas de madera o cortinas que no se abren, por lo que difícilmente los gritos de auxilio de alguien que quede atrapado en el río podrían escucharse.
La hipótesis que se investigaba sobre un posible tercero que la habría raptado terminó este lunes con el comunicado de la Fiscalía General. “Según las evidencias forenses que se conocieron, la menor de edad murió por ahogamiento o sumersión en medio líquido. La niña aspiró e ingirió agua y residuos de pantano encontrados en su estómago y vías respiratorias”, dice el texto firmado por la institución.
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El abogado Julián Quintana confirmó a este diario que las autoridades entrevistaron a las personas que viven en los alrededores del colegio. También dijo que si la Fiscalía avanzaba en la investigación como un homicidio o feminicidio, “el colegio podría tener responsabilidad”, pero esto quedará descartado porque no hay ningún signo de violencia.
Sus prendas tampoco estaban dañadas o cortadas. El debate ahora será sobre los linderos, las condiciones de las cercas y el cuidado especial que debían brindarle a la niña.
Los padres de Valeria estuvieron el domingo cargando su pequeño ataúd en una caravana que contó con más de 2.000 personas y terminó en la iglesia del parque central de Cajicá. “Justicia, pedimos justicia, que esto no se quede en impunidad y que nos digan qué sucedió rápido”, decían las personas.
Iban vestidas de ropa colorida, no de negro. Así lo quiso su familia. La pregunta de por qué no la encontraron sigue siendo un misterio; a los miembros de los bomberos, las brigadas civiles y la Policía los sorprendió la noticia del viernes.
“En el sector donde se realizó el hallazgo se habían adelantado recorridos e inspecciones desde el primer día de búsqueda, por lo que quienes participaron en ellas aseguran que resulta improbable que el cuerpo hubiese estado allí desde entonces”, escribió el gobernador del departamento, Jorge Rey, cuando informó la noticia de que habían encontrado a la niña.
Valeria tenía Síndrome de Down. En la iglesia había otros niños y niñas con esta condición despidiéndola. También compañeras de sus clases que lloraban en la puerta de la catedral. El comunicado de Medicina Legal y la Fiscalía agrega: “la presencia de cambios en la adipocira indica que la menor de edad estuvo en el pantano y en contacto permanente con el agua y material biológico en descomposición”.
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El caso está aclarado con este dictamen. Aunque la Gobernación y los propios padres de la niña señalaron que había unas 300 personas buscándola, no se entiende por qué no la pudieron encontrar en las dos semanas de búsqueda en un río que no tiene un tamaño importante.
“Claramente hay una responsabilidad del colegio porque la niña estuvo sola durante mucho tiempo. El doctor Quintana estará a cargo de llevar todo ese proceso”, dijo el padre de Valeria. Su familia también tuvo que resistir especulaciones que los señalaban como presuntos responsables en un momento de duelo.
En el colegio realizaron un arreglo a la cerca por la que Valeria salió. Para Quintana eso fue una irregularidad porque se trataba de un lugar que debía mantenerse intacto para las pruebas de las autoridades.
El caso recordó, por las características, al de Luis Andrés Colmenares. Según las investigaciones, hasta ahora ratificadas por la justicia, Colmenares murió por ahogamiento y su cuerpo no fue visto en la primera búsqueda por los bomberos, que no recorrieron completo el caño del parque el Virrey la noche en la que desapareció. Esto tras una discusión con sus amigos en Bogotá. Todo tipo de especulaciones se desarrollaron alrededor de su caso durante años, pero la justicia absolvió a las personas señaladas de supuestamente asesinarlo, lo que nunca se probó en un caso con falsos testigos condenados.
El abogado Quintana estuvo sugiriendo durante varios días que se trataba de un “crimen” y elaboró la posibilidad de que hubiese un tercero implicado que habría llamado a la niña para hacerla salir del colegio y posteriormente hacerle daño. Esa hipótesis se quedó sin sustento con el dictamen forense. Otras personas dijeron que “es un alivio saber que no la asesinaron y no sufrió”.
El colegio ahora se defenderá con el abogado Francisco Bernate, argumentando que tiene documentos que comprueban que hubo una autorización para la construcción en el perímetro en el que se encuentra. Pero quedan muchas preguntas sobre la vigilancia que Valeria debía tener y la cerca que no estaba completamente sellada.
Es claro que tampoco se le han hecho trabajos de limpieza al río. Durante las últimas semanas llovió mucho en esa región del centro del país y EL COLOMBIANO comprobó que allí había todo tipo de desechos atrapados creando redes que detenían el flujo del agua. Cajicá sigue de luto, pero ahora con la certeza de que no fue un asesino el que le causó la muerte a Valeria.