<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

“Del otro lado”: una película sobre la metamorfosis del dolor

El cineasta Iván Guarnizo recapitula el secuestro de su madre, Beatriz Echeverri, retenida por las Farc el 7 de abril de 2004 en un viaje a Puerto Inírida, Guainía.

  • El cineasta Iván Guarnizo. Foto: Sergio Acero.
    El cineasta Iván Guarnizo. Foto: Sergio Acero.
27 de octubre de 2021
bookmark

“Cuando descubrí que podía perdonar, se me levantó una montaña de los hombros. Cambié como persona”. Iván Guarnizo, cineasta colombiano, resume con esta frase, que es como un bálsamo para su existencia, el largo recorrido que debió hacer desde España, en donde vive desde hace dos décadas, hasta un apartado lugar de Colombia, para poder reconciliarse con los secuestradores que le robaron dos años de vida a la mujer que lo trajo al mundo.

Doña Beatriz Echeverri fue secuestrada junto a su primo el 7 abril de 2004 durante un viaje en Puerto Inírida, Guainía, donde vivía unas vacaciones soñadas. No obstante, tras el abrupto irrumpir de la antigua guerrilla de las Farc, ese paseo se convirtió en 603 días de angustia, que le cambiaron la vida para siempre a ella y a su familia.

Guarnizo recapituló cada jornada de dolor que vivió su madre, luego de leer el diario que ella escribió en el cautiverio. Día a día, la mujer contó desde el momento en que unos hombres armados la increparon en la selva, hasta que pudo recobrar su libertad.

Leer esas páginas escritas con letra cursiva, tinta negra y seguramente con un montón de emociones a flor de piel no fue nada sencillo para él, quien poco a poco fue entendiendo la travesía por la que pasó doña Beatriz, razón por la que decidió crear “Del otro lado”, una película que habla de su retención, pero, sobre todo, de la metamorfosis del dolor, de cómo sobreponerse al odio y entender al otro desde un punto de vista más humano.

“Yo tomé la decisión de realizar la película el 26 de septiembre de 2016 cuando se firmaron los acuerdos de paz. En el minuto de silencio que se hizo en la ceremonia, realizada en Cartagena, yo no podía dejar de pensar en mi mamá, en una conversación que tuvimos antes de que ella falleciera (Beatriz murió en 2012 víctima de cáncer). Ella me dijo que no sentía rencor en su corazón, que había perdonado (...) El día siguiente me senté a escribir el proyecto”, asegura Guarnizo.

El proceso de construcción de esa película, que se presenta en las salas de cine del país, no fue fácil. El cineasta tuvo que pasar por todo un viaje de ida y vuelta, no solo físico, sino emocional, para encontrar las razones suficientes que terminarían llevándolo a perdonar y poder encontrarse con el verdadero significado de la palabra “reconciliación”.

La primera pregunta que se hizo cuando empezó con el proceso de construcción de la cinta fue si le servía o no que se creara la justicia transicional. “¿Me servía en algo que los secuestradores de mi mamá estuvieran en la cárcel?, fue la pregunta que me hice y la respuesta fue que no, pero entonces ¿qué me servía? Me pregunté sin poder responderme”, cuenta el cineasta.

Fue entonces cuando decidió volver a reabrir ese doloroso capítulo, tras diez años sin hablar del tema para esquivar el inmenso dolor que le trajo en su vida ese episodio. Recordó cada palabra que le contó su mamá sobre el cautiverio y decidió escucharla con atención a través de sus memorias.

Entonces, tomó el diario entre sus manos y fue entendiendo el proceso de aceptación que tuvo que vivir doña Beatriz para enfrentar la realidad de estar en la selva, alejada de sus hijos y viviendo una realidad que no era suya.

“Hay algo muy particular en el diario y es que mi mamá después de varios meses empezó a hablar de ella misma en tercera persona. Contaba que Beatriz estaba triste, que Beatriz no tenía ánimo, que Beatriz se sentía enferma (...) Pero también contaba cómo ‘Güerima’, el guerrillero que estaba encargado de su cuidado, hablaba con ella, cómo la cuidaba y fui entendiendo que tenía que encontrarme con él”, narra Guarnizo.

El cineasta empezó a entender que, en su viaje para perdonar, tenía que conocer al guerrillero que acompañó a su madre durante esos dos largos años de cautiverio. “No para recriminarle, sino para tratar de sanar”.

Las llamadas que los guerrilleros hicieron para pedir la recompensa, las imágenes de su casa vacía, el archivo personal de cosas que grababa en medio de su desasosiego y el proceso para encontrar a ‘Güerima’, se fueron convirtiendo, sin saberlo, en la estructura que le daría vida a la película.

Pasó un año y medio desde que surgió la idea de crear este proyecto sobre el secuestro, hasta que Iván pudo encontrar al guerrillero que acompañó a su madre en el cautiverio. Fue un proceso minado por la frustración, por el cierre de oportunidades y portazos en la cara de quienes ayudaban a Iván a encontrarse con ‘Güerima’.

“Fue un camino lleno de callejones sin salida. En el proceso de buscarlo no sabía si él había vuelto a las armas, no conocía si estaba muerto, o qué había sido de la suerte de esa persona (...) Cuando estaba a punto de rendirme, de tirar la toalla y de escribir una película sobre el fracaso del proceso de paz, él apareció de la nada. Me devolvió la esperanza”, asegura Guarnizo.

Encontrarse con el guerrillero fue un proceso de dudas en un panorama de creciente violencia donde se empezaba a ver en Colombia el asesinato de excombatientes y líderes sociales.

No obstante, cuando pudo encontrarse con ‘Güerima’ y hablar “desde el otro lado” sobre cómo vivió el guerrillero el secuestro de doña Beatriz y su primo, a quien llamaba ‘Los abuelos’, Guarnizo entendió la importancia del amor filial.

Después de transitar junto a su hermano las selvas por las que caminó su madre y vivir todo un viaje para encontrar al guerrillero, Guarnizo interiorizó lo que significa la reconciliación.

“La reconciliación puede ser una palabra vacía o puede ser algo realmente profundo. Cuando yo entendí que compartíamos (con ‘Güerima’) una historia a través de mi mamá, que yo no viví los dos años que él vivió con ella y descubrí, a través del diario, la solidaridad que él tuvo con ella en su cautiverio, aunque todo eso estuviera plagado de dolor, entendí que la vida no es a blanco y negro, que tiene un montón de matices”, dice conmovido.

Para el cineasta, tanto su madre como el guerrillero tuvieron suerte de encontrarse y así nació una relación entre ellos que incluso llegó a lo maternal. Al entender eso, fue que pudo perdonar, “no como una palabra vacía”, sino entendiendo ese ‘otro lado’ por el que tuvo que pasar también su captor.

En medio de ese tránsito de dolor, Guarnizo también ha tenido que pasar por muchos arrepentimientos, por ejemplo, de no haberse atrevido a enviar un mensaje a través de las ‘Voces del Secuestro’ a doña Beatriz, a pesar de estar dos veces a punto de hablar al aire. “No sabía lo importante que era para ella”, dice.

Ahora, a pesar de que no vive en Colombia hace más de 20 años porque a su familia la tocó de frente la guerra y, según cuenta, se “agotó” de vivir en este país, el cineasta le apuesta a la paz y dice que su amor por Colombia está intacto.

De hecho, su manera de reconciliarse con el país y pensar en que las cosas pueden ser distintas, es a través de la película, pues en todo este proceso de volver al país tras el secuestro de su madre, entendió que a través del arte se podía cambiar los sentimientos de dolor por la esperanza. También entregó su testimonio a la Comisión de la Verdad, como parte de la labor que esa entidad adelanta para explicar los más graves patrones de violencia.

“Yo prefiero esta paz imperfecta que una guerra perfecta (...) Yo veo que la mayoría de excombatientes está apostándole al cambio y aunque hay un montón de fallos vamos avanzando. Mi manera de aportar a Colombia y luchar por ella, es con esta película que acabo de hacer”, dice Guarnizo.

Ahora, el realizador de 42 años, asegura que sus relaciones familiares se renovaron, muy a pesar de las objeciones que se presentaron en el camino para la construcción de la cinta.

“Mi tía llegó a decirme que quería ‘picar en pedacitos’ al guerrillero que secuestró a mi mamá. Luego de ver la película, me dijo que lo perdonó y quiere abrazarlo”, asegura.

Este viaje de redención y dolor, concluye Iván, cambió su vida y ahora incluso goza de una amistad con el guerrillero que cuidó en cautiverio a su mamá.

Esta crónica fue escrita como parte de una alianza con la Comisión de la Verdad y OIM para contar historias de víctimas colombianas que viven en el exterior, una contribución inédita a la verdad del exilio colombiano.

El empleo que busca está a un clic

Te puede interesar

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD