Juan Sebastián Aguilar –el esmeraldero conocido como “Pedro Pechuga”– sabía que lo querían matar. Desde octubre del año pasado sus asesinos venían siguiéndole el rastro. Un francotirador fue el encargado de consumar el acto criminal este miércoles 7 de agosto en Bogotá.
La muerte del empresario y minero no ha dejado de causar estruendo. El hombre tenía relación con varios políticos colombianos y se movía con facilidad en el mundo del oro verde de la minería de Cundinamarca y Boyacá.
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“Hemos encontrado antecedentes en torno a esta persona. Son dos del año pasado: uno en una zona de Boyacá, en donde fue objeto de un atentado, y otro aquí en Bogotá”, señaló el director de la Policía, William René Salamanca
El primer atentado contra el hombre de 58 años se registró el 19 de octubre del año pasado. El hombre estaba en su oficina de la empresa de Esmeraldas Santa Rosa. En un piso 15. Entonces, dos proyectiles rompieron el ventanal y alcanzaron a pasar cerca de su cabeza: sicarios le dispararon con un rifle desde una terraza contigua.
Aguilar, con la muerte cerca, decidió reforzar su esquema de seguridad y se asignó 15 escoltas de su empresa Seguridad Oriental Ltda. El anillo de seguridad lo acompañaba a todos lados. Incluso permanecía vigilante en su apartamento en la urbanización Bosques del Marqués en la localidad de Usaquén de Bogotá.
Los que querían matar a Aguilar sabían que ese anillo de seguridad era difícil de penetrar. Por eso, este 7 de agosto, desde un cerro cercano, un francotirador atestó el disparo mortal contra el empresario de las esmeraldas.
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Las autoridades todavía tratan de encontrar responsables y las causas de esta muerte. Una de las hipótesis tiene que ver con una aparente disputa interna en una estructura que se conoce como la Nueva Junta Directiva del Narcotráfico.
EL COLOMBIANO ya ha reportado que ese grupo de ilegales delinquió entre 1990 y 2010 a la sobra de los carteles de Medellín, Cali y Norte del Valle. Ellos eran los exportadores de cocaína desde los Llanos Orientales y coordinaban sus operaciones desde Bogotá. El negocio de las esmeraldas sería su fachada para lavar las rentas del narcotráfico.
Se sabe que sus cabecillas fueron extraditados y poco a poco han recobrado su libertad. En su regreso a Colombia reclamaron sus dineros a sus testaferros (los esmeralderos) y en esa disputa se empezaron a cobrar vidas de cada lado.
El primer muerto fue el capo Luis Caicedo (“don Lucho”), abaleado junto a su abogado Julio Enrique Gonzáles en Teusaquillo (julio 16/21).
Siguió David Fernández Barrero (“el Gordo”) en un taller del barrio Las Villas (octubre 12/22); y luego Claudio Javier Silva Otálora (“el Patrón” o “el Rey de la Papa”), cuando sicarios enfusilados le dispararon en su carro en la localidad de Suba (noviembre 11/22).
Con la misma modalidad acribillaron a Juan Francisco Caicedo Velandia (“el Ingeniero”) cuando iba en un taxi por una vía de Barrios Unidos (febrero 10/23); y posteriormente le hicieron un atentado al abogado de los hermanos Caicedo, Ricardo Villarraga, cuando iba de pasajero en otro taxi por el barrio La Calleja, sobreviviendo de milagro (marzo 7/24).
Todo indica que en la lista seguía “Pedro Pechuga” y, de acuerdo con las fuentes, lo más seguro es que haya más crímenes, muchos de ellos orquestados desde Dubai, donde residen algunos de los jefes de la refundada organización.
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