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Las historias de horror que salpican a alias “Lindolfo”

El detenido, señalado de coordinar presuntamente una banda al servicio de “la Oficina”, niega su participación en extorsiones y hechos de sangre.

  • Así fue la captura de Sebastián Murillo Echeverry, alias “Lindolfo”, “Sebitas”, “Junior” o “el Bonito”. FOTO cortesía policía nacional
    Así fue la captura de Sebastián Murillo Echeverry, alias “Lindolfo”, “Sebitas”, “Junior” o “el Bonito”. FOTO cortesía policía nacional
12 de febrero de 2018
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Dentro del grupo, todos decían que querían y respetaban al “Nomo”. Pero cuando tuvieron su cadáver enfrente, no hubo gestos de compasión alguna. Solo cargaron su cuerpo, lo empacaron en una maleta y lo botaron a la calle.

Sucedió el 24 de abril de 2017 en un apartamento de Envigado, que la banda de “Caicedo”, principal tentáculo de la organización criminal “la Oficina” en el oriente de Medellín, usaba como sitio de reuniones o “roto”, según su argot.

Las cámaras de seguridad del edificio registraron que en el sitio estuvo alias “Lindolfo”, el supuesto jefe de la estructura, y se fue a las 2:40 p.m. Dos minutos más tarde arribaron sus lugartenientes “Diego Rosario” y “Kilin”, y a la media hora “Orejas” y “Nomo”.

La reunión clandestina duró cerca de una hora, hasta que los chats de Blackberry de los cabecillas comenzaron a arder por cuenta de la fatalidad.

- “Martín”: “que ese güevón del Nomo se puso a joder con un 8 y se pegó un tiro”.

- “Lindolfo”: “uh, jueputa. ¿Y por qué no lo sacan para el hospital?”.

- “Martín”: “se va a calentar el roto. Llegó a jugar y se mató, mis manos no dejan de temblar, el Nomo, mi bebé”, se lamentó el presunto colíder de la facción, llamado Martín Tamayo Cano.

Frente al dilema, “Lindolfo” dijo que consultaría a una “chapa”, que a juicio de la Fiscalía sería un policía cercano a la banda. “Imaginate que se mató un hijo en un roto. ¿Qué hago?”, le preguntó.

“Yo lo sacaría y con el dolor en el alma, tirarlo. Salga de ahí, no vaya a dar cara usted”, recomendó el corrupto.

Los personajes gestionaron la contratación de un camión de acarreos, pero al no hallar a alguien de confianza, improvisaron. A las 10:00 p.m. ingresaron seis hombres, guiados por “el Mejicano”, la persona que residía en el apartamento y al parecer mano derecha de “Lindolfo”.

Le tomaron una foto a la escena, como evidencia para los jefes, y después plegaron el cuerpo como si fuera de alambre, hasta comprimirlo a la fuerza en una maleta de lona que sacaron en un taxi.

Al día siguiente, apenas asomó el sol, un transeúnte sufrió el susto de su vida cuando encontró la tula negra en una vía de la Loma del Escobero, cuyo contenido formaba el contorno de una figura humana. Los peritos de Medicina Legal identificaron al finado como Elkin David Andrés Agudelo Gallego, de 39 años, con antecedentes judiciales.

Dos caras

Esta historia fue expuesta por la Fiscalía 65 contra la Criminalidad Organizada en las audiencias de control de garantías de siete presuntos miembros de “la Oficina”, incluyendo a su supuesto líder Sebastián Murillo Echeverry, alias “Lindolfo”.

Durante el relato, los asistentes a la diligencia en el Palacio de Justicia se preguntaban extrañados si aquel joven, de 32 años, vestido con ropa de marca y acostumbrado a codearse con las estrellas del jet set, podría estar involucrado en semejantes hechos de sangre.

Desde el pasado martes, cuando fue capturado en El Poblado, su rostro ha aparecido en los principales diarios y noticieros del país, por cuenta de su relación con la famosa modelo y presentadora antioqueña Vaneza Peláez. Según consta en documentos, se divorciaron el 22 de noviembre anterior, pero siguieron viéndose, ya que comparten la paternidad de dos niñas.

Estaban juntos el día del arresto, cuando la Dijín allanó su apartamento. Tras el ruego de los padres, los agentes hicieron el registro en puntas de pie, para no despertar a las infantes.

Sebastián es heredero del difunto Rodrigo Murillo Pardo, un comerciante señalado de haber tenido nexos con el cartel de Medellín y quien fuera dueño de la cadena Almacenes y Joyerías Felipe, muy popular en los años 80 (ver el recuadro).

Allegados al joven indicaron que tuvo una empresa de confecciones llamada Confex S.A.S., liquidada el año pasado, y que además comercia con ganado y caballos.

Pero la Policía y la Fiscalía pretenden demostrar que esa es la fachada para ocultar su otro negocio: el de un mafioso avezado en el cobro de deudas del narcotráfico, sicariato y tráfico de armas.

Plata o plomo

El 21 de febrero de 2017, la cámara de una hamburguesería del centro comercial Oviedo, en El Poblado, captó una reunión entre Murillo y la exesposa de un hombre apodado “Yerno”. Para el ente acusador, estaban acordando la manera en que se pagaría una narcodeuda.

Todo comenzó cuando a la banda le asignaron el cobro de $1.950 millones al ciudadano Henry Fierro, pero “Yerno” asumió la deuda para ganarse una comisión de $200 millones. El problema surgió porque el primero desapareció y le incumplió los pagos al segundo, y este quedó con el saldo rojo ante “la Oficina”.

“Le ofrecí una finca en Caucasia a ‘Lindolfo’, pero él se cerró y dijo que le pagara o me mandaba a matar”, se quejó “Yerno” en una de las llamadas interceptadas. La situación se agravó cuando “Diego Rosario” y “Kilin”, los secuaces de “Lindolfo”, llegaron a una finca donde pernoctaba la familia del deudor y lo amenazaron con hacerles daño.

Según las pesquisas judiciales, como parte del pago se habrían entregado $103 millones y un lote en Jamundí (Valle). En los elementos incautados en el apartamento donde estaba Murillo, había documentos manuscritos con cifras monetarias y a renglón seguido, entre otros nombres, los de “Yerno” y Fierro.

La Dijín detectó que la facción pretendía instalar una red de narcotráfico en la Costa Caribe, por lo que una de sus movidas implicaba el envío de armas para la célula sicarial de “Bladimir”. En uno de los chats, “Lindolfo” le escribió que ya le estaba preparando la primera encomienda.

- “Lindolfo”: “¿qué prefiere que vaya mandando, 9, 38 o de todo para el combate?”.

- “Bladimir”: “más 9 que 8, mientras yo cojo fuerza y mando por escobas (fusiles)”.

- “Lindolfo”: “¿silencios o no? (silenciadores)”.

- “Bladimir”: “por ahí dos. Yo sé que bien equipado me cojo la mina”.

En el acondicionamiento de la encomienda ilegal, al decir de la Fiscalía, habría participado Cristian Duque Echeverry (“Fantasma”), hermano medio de Murillo, quien al parecer coordinó la adecuación de la caleta en el maletero de un carro, en un parqueadero del barrio El Salvador. Incluso le envió un video a su familiar y le advirtió que el vehículo estaba en malas condiciones, que era mejor usar una camabaja.

Al celular de “Lindolfo” también llegaron fotos mandadas por “Kilin”, quien buscó las armas y cotizó los precios.

Despacharon el envío el 3 de marzo/17, rumbo a Cartagena, con una pareja de costeños a bordo. La Policía los sorprendió en la vía Las Palmas y los detuvo. En el registro al automotor encontraron cuatro pistolas 9 milímetros y dos revólveres calibre 38.

La banda estaba enterada del procedimiento en tiempo real. “Lindolfo” indicó a sus colaboradores que ya estaba “cuadrando allá con los conocidos”, refiriéndose al parecer a funcionarios públicos con quienes tendría tratos. “¿No hay forma de que cuadren al que los cogió? Ofrezca plata a ver si se deja y yo la mando”, fue una de sus sugerencias.

Al tiempo que velaban por la suerte del arsenal, gestionaron trámites fraudulentos para poner el carro decomisado a nombre de otro dueño, con el fin de no afectar a quien se los prestó. “Que hagan una compraventa sin la autenticación, a nombre de cualquier persona (...). ¿No tenemos un loco por ahí que nos firme ya una compraventa con huella? Le pagamos, pero urgente”, instó el cabecilla.

No habían pasado cuatro horas después de la incautación y ya tenían papeles de una supuesta venta del automóvil realizada dos semanas atrás.

El fin de “Pelusa”

A sus 78 años de edad, José Antonio Ocampo Obando (“Pelusa”) era un exsocio jubilado del cartel de Medellín. Estuvo en prisión, sobrevivió a guerras entre narcos, expedientes judiciales y operativos de la DEA, y en la actualidad era propietario de locales de entretenimiento en la ciudad y fincas ganaderas en Antioquia y Córdoba.

La banda lo puso en la mira el 19 de abril/17, cuando “Lindolfo” envió al PIN de “Martín” una foto del septuagenario y comenzaron a hacerle seguimiento en vehículos. La Fiscalía advirtió que tenían el apoyo de alguien muy cercano a “Pelusa”, quien les informaba de todos sus movimientos.

La silenciosa persecución duró hasta la mañana del 22 de abril, cuando Ocampo detuvo su camioneta en una estación de gasolina de la vía Las Palmas. “De hoy no pasa”, le escribió “Martín” a “Lindolfo”, quien había gestionado con un secuaz la consecución de un taxi que se sumara a las vigilancias.

El homicidio fue perpetrado por “Nomo”. Descendió de una moto amarilla, se aproximó por detrás y le disparó en la cabeza a Ocampo. Tras escapar del lugar, le escribió a “Orejas”: “ya, listo. Melo melo”, mensaje que desató una cadena de agradecimientos entre los demás implicados.

Luego, el “Nomo” llamó a una mujer, y ante su pregunta de “¿cómo van?”, le reportó entre sonrisas: “ya, gracias a dios y a las ánimas benditas del purgatorio, y a ti mami”.

La Fiscalía señaló que las vainillas calibre 7.65 encontradas en la escena del crimen, según un estudio balístico, están relacionadas con otros tres asesinatos, pero reservó las identidades de esas víctimas para proteger la investigación.

Dos días después del atentado a “Pelusa”, la muerte reclamó a “Nomo” en aquel apartamento de Envigado. Aunque la principal hipótesis es que se quitó la vida de forma accidental, las autoridades no descartan que sus amigos lo hayan eliminado para borrar la conexión con sus crímenes.

En la sala de audiencias fueron proyectadas una a una las evidencias de estos hechos, incluyendo la foto del “Nomo” envuelto en sangre. Apenas la vio, el rostro de “Martín” se descompuso, mientras Murillo tomaba notas en un cuaderno.

A “Lindolfo” le imputaron los cargos de homicidio agravado, concierto para delinquir agravado, tráfico de armas y ocultamiento de elementos materiales probatorios. Tanto él, como los otros detenidos, se declararon inocentes en el mismo estrado donde les presentaron una historia de horror.

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