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Si la madre hubiera presentido que sería la última vez que le hablaría, tal vez no lo hubiera regañado por mentirle y llegar tarde a la casa. ¿Pero cómo adivinar que a esa hora el veneno ya devastaba las entrañas del joven?
Las consecuencias de la fiesta desaforada en un garaje de Itagüí todavía resuenan entre la opinión pública, en especial en aquellos hogares con adolescentes en etapa de rumbear. El festejo, realizado en la noche del sábado 21 de agosto en el barrio El Tablazo, dejó dos familias destrozadas.
La abogada Natalia Rodríguez, familiar de Santiago Vélez Galindo, le contó a EL COLOMBIANO que el menor de 14 años “era sano, no consumía drogas y practicaba mucho deporte” (ver el recuadro).
El fin de semana le dijo a su madre Yurany Galindo que tendría una cita con una amiga; aunque ella no estaba de acuerdo con que saliera, accedió porque él prometió que volvería temprano a su vivienda del corregimiento San Antonio de Prado, en Medellín.
“A él se le había perdido el celular antes, por lo que estaba incomunicado. No sabemos por qué razón, pero al parecer estuvo en dos ‘toques’ (rumbas con DJ en vivo) en el barrio El Limonar y después en El Tablazo”, recordó Natalia.
Santiago llegó a casa a las 5:00 a.m. del día siguiente. “La mamá lo regañó por haber llegado tarde. Él se acostó, ella al mediodía lo fue a despertar para que desayunara, y lo encontró morado en la cama”.
El reporte preliminar de la Fiscalía, conocido por este diario, indicó que el muchacho fue trasladado a la Unidad Intermedia de San Antonio de Prado, donde los médicos ratificaron que había fallecido. Por considerar que no se trató de un deceso natural, informaron al CTI, cuyos técnicos judiciales rotularon el caso como “muerte por establecer”.
Esta espantosa escena se repitió esa misma mañana en una camilla del hospital San Rafael N°1 de Itagüí, donde pereció Juan Sebastián Córdoba Díaz, también de 14 años.
Su padre Andrés Córdoba, quien se propuso denunciar lo ocurrido ante la prensa, expresó que él le había dicho que iba para un asado, pero en vez de eso fue al “toque” de El Tablazo, cerca de su residencia, y llegó a casa a las 11:30 p.m.
Andrés lo sintió muy raro, y al amanecer, cuando iba a levantarlo, lo encontró pálido y con la lengua afuera. Los forenses lo registraron también como muerte por establecer, aunque los familiares de los fallecidos coinciden en que fueron intoxicados por una mezcla de licor con tramadol, un medicamento de origen opiáceo para mitigar el dolor.
Reflexiones
La fiesta electrónica “Life and Dance” fue convocada por redes sociales, anunciando que tocarían cuatro DJ, habría venta de licor y el cover sería de $2.000. El anuncio decía que la locación era “secreta”, y resultó ser un garaje de El Tablazo.
Al sitio llegó tanta gente que no había por dónde andar, según los videos de la rumba. En declaración entregada a Caracol TV, Daniela García, una de las organizadoras, reconoció que había niños y que “se perdió el control de la fiesta”.
El secretario de Seguridad de Itagüí, Rafael Otálvaro, advirtió que el evento no tenía permisos y que se investiga si allí traficaron drogas.
Lo ocurrido ha generado dos reflexiones: la primera, de cara a quienes son padres, es acerca de la vigilancia que deben ejercer. Otálvaro hizo un llamado a los papás, para que estén más pendientes del paradero y amistades de sus hijos, y prometió fortalecer los programas para la prevención del consumo juvenil de drogas.
Eliana Mejía, especialista en Psicología Jurídica, dijo que no hay que esperar a la adolescencia para establecer las normas, límites y vínculos de confianza con los hijos. “Hay que hacerlo desde la niñez, haciéndole entender que decir la verdad es importante, y demostrándoselo con el ejemplo en vez del castigo. Esto facilitará que, al momento de experimentar con amistades o que le ofrezcan drogas o licor, ellos le cuenten a sus padres”, dijo.
Según la experta, hay que estar atentos a ciertos comportamientos, como la ansiedad, depresión y mentiras frecuentes, que pueden dar indicios de que algo está mal. “El aislamiento por la pandemia, la desconexión de los amigos, aumentó en los jóvenes la ansiedad, que ahora buscan calmar en cada oportunidad que tienen de salir”, opinó.
La segunda reflexión tiene que ver con el mercado negro de medicamentos. El tramadol solo se vende con fórmula médica, pero fuentes judiciales detallaron que lo han encontrado en otras rumbas electrónicas, en algunos casos mezclado con otros componentes para hacerlo rendir.
Esta distribución clandestina también se da con las benzodiacepinas, empleadas por delincuentes para sedar a sus víctimas y robarles. Esta sustancia reemplazó a la escopolamina como “arma” para someter la voluntad de la gente.
“No queremos que esto le vuelva a pasar a otra persona, es grave que las farmacias vendan esos medicamentos sin fórmula”, exclamó Natalia.
Las fuentes señalaron, de manera extraoficial, que todavía no hay indiciados en la investigación y que en la Fiscalía no se han instaurado denuncias, de momento. Las pesquisas buscan determinar si los adolescentes consumieron la mezcla de forma voluntaria, o si alguien se las suministró.
Andrés insistió en que “esto no se puede quedar así, porque a mi hijo le tuvieron que haber hecho algo”.
En cuanto a la familia de Santiago, aún no deciden si tomarán acciones legales. Natalia señaló que “todo es muy confuso, seguimos buscando información. La mamá todavía está en shock”.