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Desidia oficial pudre la última locomotora a vapor del ferrocarril de Antioquia

Desde 2015 está abandonada en un patio, a la espera, de que la Alcaldía de Medellín la ceda.

  • Primera respuesta de la Alcaldía a la petición, en 2015.
    Primera respuesta de la Alcaldía a la petición, en 2015.
  • La locomotora 75, de los Ferrocarriles Nacionales, es una de las máquinas hermanas de la 56, de marca Baldwin. FOTO archivo cip - el colombiano
    La locomotora 75, de los Ferrocarriles Nacionales, es una de las máquinas hermanas de la 56, de marca Baldwin. FOTO archivo cip - el colombiano
  • Aficionados al tema prometen aportar conocimiento técnico en la restauración y mecánicos a vapor sumarán trabajo voluntario.
    Aficionados al tema prometen aportar conocimiento técnico en la restauración y mecánicos a vapor sumarán trabajo voluntario.
27 de marzo de 2022
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Hubo un tiempo en el que todo el esplendor de Antioquia viajaba a bordo de locomotoras a vapor. La bocanada de humo de la que emergían a medida que se acercaban y el silbato que anunciaba su presencia eran los sonidos mismos de la modernidad. Tan efímero fue ese esplendor como las mismas máquinas, que terminaron apiladas y deshuesadas en cuanta manga sobrevivió. Pocos advertirán, al verlas pudrirse como chatarra en los patios de Bello, que esta tierra nada hubiera sido sin ellas.

Es que el ferrocarril fue una obsesión para Antioquia desde los tiempos del general Pedro Justo Berrío que, apesadumbrado por el rezago de la región, soñó con construir un camino carreteable entre Medellín y el río Magdalena para buscar salidas al mundo.

El ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros alcanzó a trazar y a templar 45 kilómetros de rieles en los 10 años que tenía de contrato con la Gobernación, pero fue solo hasta 1910 cuando pudo entrar la primera máquina a Medellín. El auge ferroviario se esparció por el país, donde se tiene registro de más de 100 locomotoras que funcionaron entre 1920 y 1960, en los ferrocarriles del Centro, el Pacífico, el Magdalena, los Santanderes y Antioquia.

Claro que fue la apertura del túnel de La Quiebra, en 1929, que le dio continuidad al tren hasta Puerto Berrío, la que terminó por expandir la industria férrea en el departamento, tanto, que la empresa dueña del ferrocarril hizo un pedido de 20 locomotoras a vapor a la Baldwin, un fabricante estadounidense que tenía su factoría en Filadelfia.

Alcanzaron a llegar solo dos en 1939, marcadas con el 56 y el 57, antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial y la industria norteamericana centrara todos sus esfuerzos en producir bombas y armas.

Después de 1947 se completó el pedido con las 18 máquinas restantes, marcadas desde la número 58 a la 75. Los vapores cargaron a cuestas la incipiente industria nacional hasta los años 60, cuando fueron reemplazados por las máquinas a diesel.

Ese cambio de tecnología, según lo expresa Germán Vergara Ciro, maquinista jubilado que condujo las locomotoras diesel, fue el comienzo del acabose de los ferrocarriles porque los repuestos de los vapores se hacían con facilidad en las tornamesas de Medellín, mientras que los de diesel tenían que importarse, lo que encarecía y demoraba las reparaciones.

Hoy sobreviven en Antioquia dos locomotoras a vapor que se exhiben en los parques de los municipios Cisneros (la 45) y Puerto Berrío (50); la número 1, la famosa maquinita que está en la Alpujarra; la número 25, que era originaria del ferrocarril de Girardot y se conserva en la estación Medellín, en San Juan con Carabobo; y la 56, la protagonista de esta historia, que se pudre hace 17 años sin que a ninguna autoridad le importe.

La 56 era propiedad del Fondo de Pasivos de Ferrocarriles Nacionales hasta 1997 cuando, por orden presidencial, fue entregada a la Alcaldía de Medellín. Cuando llegó ese año venía operativa de prestar servicio en Bogotá. Su último suspiro fue en 2005 cuando se disfrazó de tren navideño.

Desde entonces, ha sido desvalijada parte por parte y pieza por pieza por los buscadores de cobre y los cazatesoros; y del resto se han encargado el óxido que corrompe las latas sin afán alguno y la desidia de los funcionarios.

En el paseo de la muerte

Siete años llevan luchando los promotores del traslado de la locomotora 56 para sacarla de Bello y poderla restaurar. Desde entonces esperan una firma de su dueño, la Alcaldía de Medellín, que les permita llevarse la máquina para exhibirla en el Nordeste. La primera solicitud fue en 2015, en un oficio en el que el municipio Caracolí pidió que la locomotora le fuera donada para ubicarla frente a la antigua estación del ferrocarril e impulsar así el turismo en el pueblo.

La Subsecretaría de Gestión de Bienes de Medellín le respondió que, por ser un bien patrimonial, la figura jurídica era un comodato y remitieron la solicitud a la Secretaría de Infraestructura.

Un año después, en abril de 2016, esta dependencia contestó que el paso a seguir era solicitar el permiso al Ministerio de Cultura. Incluso, la Secretaría de Cultura dio un concepto a favor del comodato, al advertir que era oportuno y favorable para la preservación de la máquina, y porque se integraría muy bien al contexto histórico en Caracolí.

Pero Infraestructura le puso el palo a la rueda, porque en agosto de 2016 dijo que adelantaría “todos los trámites necesarios para la restauración” y para que fuera exhibido en uno de los parques de Medellín. En una oficina agonizaba la solicitud.

La locomotora 75, de los Ferrocarriles Nacionales, es una de las máquinas hermanas de la 56, de marca Baldwin. <b> </b>FOTO<b> archivo cip - el colombiano</b>
La locomotora 75, de los Ferrocarriles Nacionales, es una de las máquinas hermanas de la 56, de marca Baldwin. FOTO archivo cip - el colombiano

Pasaron dos años hasta que la misma Alcaldía de Medellín confirmó que ningún bien histórico —ni avión, ni tranvía, ni locomotora alguna— estaba previsto para instalarse en un parque porque para eso se necesitaba hacer un estudio de la importancia simbólica que tendría.

No hubo poder humano en la alcaldía de Federico Gutiérrez. Caracolí esperó el cambio de gobierno y en febrero de 2020 volvió a pedir un comodato para tener la custodia de la máquina.

Como es usual en los despachos públicos, la solicitud volvió a comenzar su trámite desde cero y, de nuevo, saltó entre los cubículos de la Alpujarra. Infraestructura volvió a pedir el aval de la Secretaría de Cultura, esta lo concedió y se cruzaron oficios, radicados y firmas de funcionarios.

A todas estas, Caracolí se cansó de esperar y le cedió la iniciativa a sus vecinos de Cisneros y Santo Domingo para que la locomotora fuera llevada a El Limón, limítrofe entre los dos municipios, para integrarla a la escena del casi centenario túnel de La Quiebra y la antigua estación del ferrocarril, para impulsar en ese punto un parque ferroviario.

Aficionados al tema prometen aportar conocimiento técnico en la restauración y mecánicos a vapor sumarán trabajo voluntario.
Aficionados al tema prometen aportar conocimiento técnico en la restauración y mecánicos a vapor sumarán trabajo voluntario.

Ese proyecto para recuperar la memoria férrea incluye rehabilitar 20 kilómetros de rieles entre Botero y Cisneros, con recursos de privados que están interesados no solo en restaurar la locomotora, sino también en verla de nuevo operativa cruzando La Quiebra, reviviendo los tiempos en los que renació Antioquia.

Pero en tres ocasiones —en febrero, abril y noviembre de 2021— las respuestas de la Alcaldía fueron reveladoras: “se están adelantando las gestiones para determinar la viabilidad jurídica, “se están surtiendo las consultas pertinentes” y “aún nos encontramos realizando el estudio”.

Buscamos a la Secretaría de Infraestructura para preguntarle por qué no han dado respuesta de fondo a la petición, en qué fase estaba el trámite y por qué la máquina está abandonada a su suerte en Bello, pero corrimos la misma suerte de las Alcaldías: al cierre de esta edición no obtuvimos respuesta.

“Es desidia. Un funcionario público, independiente del cargo y el ente territorial, debe defender lo público y mucho más lo patrimonial. No sé por qué la alcaldía no ha dado el permiso, pero esta es la fecha en que no hemos tenido respuesta”, resumió Francisco Javier López Orrego, un ferroviario de afición y quien ha liderado el pedido de traslado de la máquina al Nordeste.

Mientras que se cruzan oficios por los despachos de la Alpujarra, la locomotora 56 sigue pagando una injusta condena al abandono. Ya llegará el día en que vuelva a brillar como en los años en que llevaba a cuestas el esplendor de Antioquia.

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