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Las familias antioqueñas se están encogiendo: mujeres ya no tienen ni un hijo en promedio

Las familias en Antioquia se están encogiendo y en dos décadas pasaron de cuatro a tres integrantes. ¿Por qué?

  • En apenas dos décadas, el tamaño promedio de las familias pasó de cuatro a menos de tres. FOTO Manuel Saldarriaga
    En apenas dos décadas, el tamaño promedio de las familias pasó de cuatro a menos de tres. FOTO Manuel Saldarriaga
hace 5 horas
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Los tiempos de las familias antioqueñas numerosas cada vez más son parte de un recuerdo remoto. En su más reciente entrega de estadísticas vitales, el Dane reveló un dato inquietante: en Antioquia el número promedio de hijos que se calcula tendrá cada mujer a lo largo de su vida cerró en apenas 0,9 en 2024.

El dato no solo es más bajo que el promedio nacional, situado en 1,1 y consolidado como el más bajo de la historia en Colombia, sino que también se muestra muy por debajo del umbral necesario al menos para mantener la población estable, calculado en 2,2 hijos por cada mujer.

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Si bien las estadísticas dan cuenta de que esta reducción se trata de un fenómeno que se está viviendo en todo el país, el panorama puso sobre la mesa una profunda transformación que está ocurriendo al interior de los hogares antioqueños y que desde ya empieza a plantear problemáticas de largo plazo.

Lo que muestran las cifras

El promedio de hijos por mujer –denominado tasa global de fecundidad (TGF)– es apenas la punta del iceberg.

Este mismo mes, otra radiografía que le puso el foco a los cambios demográficos que están transformando al departamento fue el informe de calidad de vida presentado por el programa Antioquia Cómo Vamos.

Dicho documento puso de igual manera varios datos inquietantes sobre la mesa, como por ejemplo que el promedio de personas por hogar en el departamento sigue desplomándose y se ubicó al cierre del año pasado en apenas 2,8 integrantes por cada grupo familiar.

Este dato, vale recordar, estaba en 3,8 en 2003, lo que significa un integrante menos en tan solo las dos primeras décadas de este siglo.

De igual forma, las estadísticas muestran que para 2024 los hogares con más de 5 integrantes son apenas más que una décima parte (11%) y los de cuatro personas equivalen al 16%.

En contraste, los hogares de tres personas son el 24%, los de dos personas el 30% (siete puntos porcentuales más que en 2018, cuando eran el 23%) y los de una sola persona son el 19%.

Los datos muestran además que los cambios no son solamente en números sino en los diferentes tipos de familia que ahora hacen parte del mapa antioqueño.

Por ejemplo, para 2024, Antioquia Cómo Vamos señaló que apenas el 50% de las familias se enmarcaban en la clasificación más tradicional (biparental), compuestas por un padre y una madre.

La otra mitad incluye un 26% de familias monoparentales (es decir, aquellas en las que ya solo hay un padre o una madre) y el otro 19% las familias unipersonales, que se refiere a cuando una persona vive sola en su vivienda, bien sea por una búsqueda de independencia o luego de divorciarse o enviudar.

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Finalmente el otro 5% restante corresponde a tipos aún más diversos de familias, en las que se incluyen hogares extensos, compuestos, homoparentales, entre muchos otros derivados de una sociedad cada vez más alejada de sus tradiciones.

Las razones del cambio

Para comprender cómo se fue cocinando esta transformación, hay que abordar múltiples factores, en los que se entrelazan cambios económicos, culturales y demográficos.

En la presentación de las estadísticas, la directora del Dane, Piedad Urdinola, recordó en primer lugar que el comportamiento de indicadores como la tasa de fecundidad se asocia estrechamente con la transición demográfica por la que atraviesa el país, que salió a flote sobre todo cuando se conocieron los resultados del censo de 2018.

En una radiografía que sorprendió al país, y que incluso en Antioquia fue objeto de una encendida polémica, se conoció que el crecimiento poblacional se había desacelerado significativamente.

Además de una caída en las tasas de fecundidad, las estadísticas dieron cuenta de un retroceso en la pobreza y un incremento en la esperanza de vida; todos factores asociados a nuevas generaciones que deciden tener menos hijos.

A la par de incidir lógicamente en el tamaño de las familias, este cambio ha traído consigo preocupaciones en muchos otros campos, como por ejemplo las pensiones, por cuenta de una pirámide poblacional que comienza a invertirse y que en el futuro tendrá más personas en edad de retiro que en edad productiva.

“La tasa global de fecundidad 2024 para Colombia alcanzó 1,1 hijos por mujer, por debajo del nivel de reemplazo poblacional que se estima alrededor de 2,2 hijos por mujer”, señaló Urdinola, reiterando que los datos muestran que esa inversión en la pirámide poblacional tiende a mantenerse.

Si se pone la vista más décadas atrás, otro de los factores que implican la desaparición de las familias numerosas de antaño es la migración del campo a las ciudades.

“Hasta la década de 1980 nuestro país era principalmente rural y se necesitaba mano de obra para cultivar y cosechar. Esto explica en parte la existencia de familias extensas”, explicó por ejemplo Luz Dary Muñoz Ortiz, antropóloga e investigadora en temas de familia en diálogo con este diario en 2021, año en el que esos cambios ya habían sido objeto de debate.

Otros académicos como los economistas Luis Eduardo Sandoval, Laura Carolina Riaño y Rafael Andrés Barrera ponen más variables sobre la mesa, como por ejemplo un mayor nivel de educativo en las mujeres, factor asociado a la decisión de tener menos hijos por varias razones.

Una de las más inmediatas, explican, consiste en que las mujeres que acceden a niveles de educación superior son aquellas que más tienden a postergar su maternidad, no solo por tener proyectos de vida en los que los hijos no aparecen como una prioridad, sino también por tener mayor conocimiento de los beneficios de la planificación familiar.

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“La literatura sobre el tema muestra que el nivel de educación de la mujer y de la cabeza de hogar tienen un efecto negativo en el tamaño de ambas estructuras y que la planificación tiene un papel determinante en la decisión de tener hijos”, señalaron los investigadores en su texto Cambios en la estructura de familias y hogares en Colombia.

Los avances científicos son también un factor clave, dado que son precisamente las nuevas generaciones las que mayor acceso han tenido a múltiples métodos de planificación.

En su investigación, los economistas apuntan también que estos cambios sociales y culturales son los mismos que han propiciado la aparición de configuraciones de familia distintas a la biparental tradicional.

En este punto, uno de los factores clave consistiría en una fractura entre el vínculo entre el matrimonio, la sexualidad y la procreación.

“Es notable el rompimiento del vínculo entre sexualidad-matrimonio y matrimonio-procreación, por cambios en la manera de percibir el matrimonio como la institución adecuada para la crianza de los hijos. No significa esto que se retrase el comienzo de la primera unión de las cohortes más jóvenes, aun entre las más educadas, sino su inclinación a comenzar la vida conyugal con uniones libres y no con matrimonios formales, lo cual evidencia ruptura entre sexualidad y procreación o el comienzo de relaciones sexuales sin estar ligado al matrimonio o al nacimiento de hijos”, agregaron.

Las implicaciones en Antioquia

En sintonía con ese diagnóstico, la Gobernación de Antioquia apuntó que los cambios en las familias antioqueñas se asocian a una conjunción de factores sociales, económicos y culturales, en los que predomina un mayor acceso de las mujeres en los últimos años a la educación, un uso extendido de los métodos de planificación en el departamento, pero también un cada vez más elevado costo en las crianza de los niños, factor que ha llevado a las nuevas generaciones a tener menos.

Desde la planeación, la Gobernación advirtió que aunque todos estos cambios suelen asociarse a una calidad de vida que ha mejorado a lo largo de los últimos años, estos también han incidido en una reconfiguración de quienes encabezan los hogares, que por ejemplo ha posicionado a Antioquia como el tercer departamento del país con mayor proporción de hogares con jefatura femenina.

“El 48.4% de los hogares del departamento, según la Encuesta de Calidad de Vida Dane 2024, tiene jefatura de hogar femenina”, se apuntó desde la Gobernación, señalando que dicho factor ha generado que muchos de estos hogares con jefaturas femeninas sean altamente vulnerables.

A nivel institucional, este enfoque ha incidido en que las políticas para combatir el hambre se enfoque en estos hogares más vulnerables. Igualmente, en materia de adultos mayores, ha implicado incrementar los esfuerzos por amparar a aquellos que se quedan sin una red de apoyo para sostenerse, en una problemática que se ha enfrentado con políticas como la de la renta vitalicia.

Son precisamente la atención de estos hogares y adultos mayores vulnerables los que en un mediano y largo plazo se muestran como el mayor desafío a atender a medida que los nuevos nacimientos sigan contrayéndose, las familias volviéndose más pequeñas y la población envejeciéndose.

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