viernes
7 y 9
7 y 9
Jefferson y Fernando no se conocen. Sin embargo, tienen mucho en común. Nacieron bajo el mismo cielo, crecieron en el mismo país, admiraron el mismo mar. Después, por culpa del Destino, o de las turbulencias políticas y sociales, tuvieron que emigrar. Ambos tomaron rumbo al sur; Jefferson, hacia Brasil, y Fernando, a Chile. Ayer, una sucesión de coincidencias los situó en el mismo lugar: la Terminal del Norte de Medellín. Mientras Jefferson se aferra a la idea de atravesar el Darién, Fernando desistió de su intento de llegar a México. Ambos representan dos caras de una misma desgracia.
Según el último reporte de las autoridades, en Necoclí hay 19.600 migrantes. Están a la espera de una lancha que los ayude a atravesar el Golfo de Urabá. Muchos pasan penurias: duermen en la playa, padecen sarpullidos, enferman del estómago. Como si fuera poco, desde Panamá les llegan malas noticias. Solo 500 personas pueden pasar la frontera cada día.
Pero la estocada final la recibieron desde Estados Unidos. En la frontera entre ese país y México hay 13.000 de sus compatriotas tramitando permisos migratorios. Esta semana, un grupo de ellos fue deportado hacia Puerto Príncipe, la capital haitiana. Llegaron de vuelta a su país con desespero, con la desesperanza del futuro promisorio que se hizo polvo.
Esas noticias se regaron por el mundo y calaron en el Golfo de Urabá, en donde están los 19.600 migrantes, en su mayoría haitianos. EL COLOMBIANO conoció, a través de una fuente de Migración Colombia, que cada día están dando la vuelta entre 180 y 200 migrantes. Es decir, esa cantidad de personas está desistiendo de continuar su travesía y está emprendiendo el camino recorrido.
Ese es el caso de Fernando. Hace cuatro años vive en Chile y, junto con su mujer y su hijo de dos años, decidió migrar hacia México. Pensó que allá iba a tener mejores oportunidades y que quizá podría dar el salto a Estado Unidos. Pero el camino fue más complicado de lo que imaginó. Pasó una semana entera en buses que lo llevaron hasta la cima de los Andes, en donde el oxígeno escasea, pasando por desiertos inclementes y el borde del Océano Pacífico. Para pasar a Colombia, un grupo de ilegales le exigió 180 dólares por cabeza.
Después de mucho padecer, llegó a Medellín. Pero, una vez en la ciudad, se enteró de la rudeza del paso por Necoclí y la selva del Darién. También escuchó de la deportación de sus compatriotas a Puerto Príncipe. Entonces tomó la decisión de devolverse a Chile, en donde tiene visa de residencia. “No vale la pena seguir el camino. Después de una semana entera de andar en bus, tomé la decisión de volver. Extraño mi país, pero no quisiera volver a él si me deportan”, dice Fernando.
Jefferson padece la misma desgracia que Fernando. Hace cinco años vive en Brasil, donde trabaja como domiciliario. Pero el sueldo, dice, no le alcanzaba para enviar dinero a sus familiares que viven en la isla. Se encontró con seis amigos, todos ellos desperdigados por Brasil, y comenzó el viaje el miércoles 15 de septiembre: “Conocemos las noticias de lo difícil que es el paso por la selva y de lo que está pasando en Estados Unidos, pero no tenemos otra opción. Esto es de vida o muerte y preferimos arriesgarnos. Muchos se están devolviendo, pero nosotros vamos hacia adelante, sin nada qué perder”.
Jefferson y Fernando se cruzaron ayer en la Terminal. El primero, con la ilusión intacta de atravesar Centroamérica; el segundo, con los sueños rotos. Pese a eso, se mantiene optimista, sin mostrar un ápice de tristeza o impotencia: “Es lo que nos tocó. No vale la pena sentirse triste. Hay que seguir adelante”.
La Personería de Medellín ha acompañado el tránsito de los migrantes por la ciudad. Desde esa entidad indicaron que los que regresan no tienen intenciones de quedarse en Medellín, sino que continúan su viaje hacia el sur del continente, de donde salieron hace unos meses. Esa versión la confirma una empleada de la empresa Cootransuroccidente. “Desde el lunes comenzaron a retornar desde Necoclí. Eso no había pasado antes. Muchas veces vienen los buses llenos de migrantes. Los dejan acá y se van para la Terminal del Sur a seguir con su recorrido”, dice la empleada.
Otro hecho que demuestra la intención de regresar es la solicitud para cancelar los tiquetes de lancha en el Golfo de Urabá. Hasta ayer había 7.500 tiquetes comprados, pero muchos empezaron a exigir devolución del dinero. Aunque no hay una cifra clara de cuántos han cancelado, Migración Colombia, la Cancillería y la Policía están acompañando el proceso para que los migrantes no sean estafados.
El paso por Medellín es una coincidencia más de las vidas de Jefferson y Fernando. Vaya uno al sur y el otro al norte, seguirán siendo víctimas del mismo dram