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El periodista al que el covid se le llevó tres familiares

En menos de un mes murieron su madre y dos de sus hermanos, al tiempo que él mismo luchaba para sobrevivir. Es la historia de vida de Carlos Alberto Ospina.

  • Carlos recuerda a sus familiares cada día. FOTO donaldo zuluaga
    Carlos recuerda a sus familiares cada día. FOTO donaldo zuluaga
19 de octubre de 2021
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Por gustavo ospina zapata

¿Qué puede pasar por la mente y el corazón de una persona que en menos de un mes perdió a tres de sus más entrañables familiares a causa de una enfermedad de la que ella misma sobrevivió casi de milagro?

La pregunta tiene nombre propio y el protagonista se llama Carlos Alberto Ospina, un periodista de Medellín quien entre el 8 de enero y el 5 de febrero de este año vivió tres duelos seguidos: primero el de su madre, Eufemia Macías; luego el de su hermana Luz Adriana, el 31 de enero; y cinco días después el de su hermano Juan Ramón, todos por covid.

Los recuerdos pesan como una carga superior a sus fuerzas, pues aunque han pasado ocho meses, a Carlos Alberto se le quiebra la voz, especialmente cuando relata los momentos más críticos. Él trata de no hacerlo evidente. Lo que más lo golpea no son tanto las muertes de sus amados sino sentir que la humanidad no ha aprendido las lecciones que esta pandemia dejó o ha querido dejar para el mundo.

“Lo primero que he hecho en este tiempo es no sentir rabia con dios, a pesar de recordar a mi mamá en su desespero abrazándome y diciéndome ‘ayúdeme hijo’, porque eso me hace más daño. Creo que la sociedad debe cambiar, si uno no cambia esto se vuelve una porquería, no estamos entendiendo las lecciones, nos estamos dejando manipular por cuatro o cinco sinvergüenzas para generar odio”, responde cuando se le pregunta si siente resentimientos por su tragedia familiar.

Carlos busca dar la impresión de que las tres muertes no las vive como una tragedia. La convicción de que no es así se la da el hecho de que con sus hermanos y su madre vivió una relación de armonía. Y se apoya en los recuerdos para sentir que ellos, al fin de cuentas, no se han ido mientras estén en su memoria e incluso en su cotidianidad, pues a veces, en sus rutinas, hasta prepara un café para su madre.

“Al hacerlo, después recuerdo que ya no está y es un impacto. Yo creo que la clave está en recordar las enseñanzas familiares, lo que se compartió y en saber que este proceso no depende de la fortaleza sino de cómo interpretes esa fortaleza: yo con ellos tenía una excelente relación, aprendí a entender a mi mamá, porque con ella compartí el apartamento en los últimos diez años, y cuando uno no tiene deudas, al menos el corazón no se agita de inquietud porque no tiene pendientes con ellos”.

Una lucha personal

La particularidad del caso está también en que él mismo se contagió con el virus y en medio de su enfermedad le tocó no solo vivir los duelos sino luchar con su EPS para que le brindara una atención acorde a su condición. Dice que llegó un momento en el que sintió que iba a tener la misma suerte de sus familiares.

“Cuando estaba en la clínica y me sentía tan mal, me dio lo que llamamos un patatús, y hasta hoy no he podido encontrar los elementos para describir lo que sentí: mi siquis, mi mente racional no ha podido identificar aún todo ese trauma. Cuando me pasa eso, me dan el diagnóstico, me empiezan a investigar más, que exámenes de sangre, de oxígeno, que esto y lo otro, todo muy crítico. Entonces le hablé a mi mamá (ya ausente), le dije ‘¿querés que esté a tu lado?... y a las dos horas mis signos vitales mejoraron”.

Lo que ha pasado después han sido reflexiones muy profundas sobre la vida y unas secuelas físicas que lo atormentan y lo empujan a pedirles a las personas que se cuiden y eviten al máximo contagiarse de la enfermedad.

“Hay gente que dice que dios me mandó esto porque tengo mejores cosas por hacer en la vida. Noooo, todos los días, así no tengas enfermedad, tienes que hacer mejores cosas, hay que tener amor, respeto, justicia social, mi padre (Ramón Ospina, ya fallecido) decía que la mejor forma de cambiar el mundo es con justicia social, si logras ser un mejor individuo tendrás calma interior”.

Carlos no sabe si esta experiencia lo ha hecho mejor persona, pero sí dice entender que las vivencias no se pueden aplazar. El virus, al que él bautizó ‘el Maligno’ le quitó el sueño y dice que solo puede dormir una o dos horas al día, que perdió facultades físicas, se le dificulta respirar y hasta se ha afectado su voz, que ha sido su herramienta de trabajo, pues por muchos años ha sido periodista radial. Aún así no se amilana.

“A primera hora, cada día, siempre me tomo mi café, y entendí que mi primera oportunidad de la vida es hoy. Ni el covid ni ninguna enfermedad me va a avasallar, ni yo se lo voy a permitir”, es lo que dice.

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