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Para gustos, los colores de los buses en Medellín

Hay esbozos sobre el origen de los tonos, que se tuvieron en cuenta al unificar el transporte público de Medellín.

  • Los gustos personales o políticos de los dueños de cada empresa y los colores de líneas del viejo tranvía, parecen ser el origen de los tonos que tomaron las rutas en los barrios de Medellín. Fotos: archivo El Colombiano.
    Los gustos personales o políticos de los dueños de cada empresa y los colores de líneas del viejo tranvía, parecen ser el origen de los tonos que tomaron las rutas en los barrios de Medellín. Fotos: archivo El Colombiano.
  • Para gustos, los colores de los buses en Medellín
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  • Para gustos, los colores de los buses en Medellín
27 de febrero de 2020
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Al fundador de una de las compañías automotrices más cotizadas del mundo, Henry Ford, se le atribuye la célebre frase: “Un cliente puede tener su automóvil del color que desee, siempre y cuando desee que sea negro”. Así de fríos, y de esa marca, eran los primeros buses urbanos que llegaron a Medellín importados desde Estados Unidos. No obstante, la algarabía del antioqueño desafinaba con esos tonos. Había que dotarlos de alegría, de identidad.

Esos vehículos arribaron a la ciudad entre 1940 y 1950, reseña Leonardo Botero Gómez en su libro Historia del transporte público de Medellín 1980 – 1990. Para entonces el “tranvía de mulas”, primero, y el tranvía eléctrico, después, ya estaban en el ocaso y a la villa le urgía encontrar un sistema de transporte colectivo para movilizar a sus habitantes.

Los Ford llegaban parcialmente desarmados, explicó Víctor E. Ortíz G, antropólogo y miembro de la Academia Antioqueña de Historia; las partes eran cargadas a lomo de mula o en carreta de bueyes, para ensamblarlas luego en talleres y ponerlos a punto para el servicio público. Allí mismo los comenzaron a pintar.

La coloreada tomó arraigo en la cultura local al punto que en 2017, cuando arrancó el proceso de unificación del Transporte Público de Medellín (TPM), la alcaldía socializó la estrategia con 27.109 personas en talleres en los que se preguntó a la comunidad el color de las rutas con los cuales se sentían identificados en sus barrios.

Para gustos, los barrios, los buses y sus colores

El origen

En el principio, la carcasa de los buses era como un lienzo negro. Ortiz indicó que en la ciudad comenzaron a dibujar sobre ellos figuras geométricas, paisajes, y a ponerles calcomanías de vírgenes y santos. De allí mismo, subrayó, nace el concepto de las chivas. “La gente no quería rutas tristes, sino coloridas y alegres”.

El antropólogo se aventuró a anotar que incluso las diferencias de tonos entre las empresas que surgían, tenían que ver con las filiaciones de los dueños (partidos políticos) o con los gustos familiares. Azules, rojos, amarillos, y la paleta iba aumentando el abanico.

Reinaldo Spitaletta, periodista y escritor, tiene una lectura diferente del origen de los colores. Como el sistema de buses colectivo nació de manera informal en paralelo a la existencia del tranvía eléctrico (que operó desde 1921 y 1951), las rutas que iban desde Parque Berrío y Guayaquil hacia barrios como La América, Manrique, Buenos Aires o Robledo comenzaron a adoptar los distintivos que tenían las líneas tranviarias.

Para gustos, los barrios, los buses y sus colores

Los colores ya habían sido asimilados por la ciudad, entonces los buses que iban a Aranjuez o Manrique conservaron el rojo, en Buenos Aires eran azules, y los que cubrían Sucre eran blancos.

El objetivo era que las personas no se confundieran, pues solo por el tono sabían cuál ruta tomar para llegar a su destino, concluyeron Ortiz y Spitaletta.

Las marcas también se diversificaron. El libro de Botero Gómez reseñó que en la segunda mitad del siglo XX se popularizaron los vehículos Chevrolet, que incluso siguieron rodando hasta la década de los noventa. En 1969, Medellín tenía 58 rutas y 1.333 buses asignados.

Recuerdos y bautizos

La llegada de los campesinos a la ciudad y el analfabetismo de la población, indicó Ortiz, son algunas razones por las cuales la gente, antes que ver el número de una ruta, asoció el color del bus y la esquina por la que pasaba para identificar cuál le servía para moverse en Medellín.

A eso se sumó una personalización de cada vehículo, que se hizo más evidente en las décadas de los 70, 80 y 90. El antropólogo dijo que los conductores “engallaban” sus oficinas rodantes con cortinas, las famosas bolas de billar sujetas a la palanca de cambios, juguetes colgantes, consolas de espejos y bafles de sonido.

“Una característica que lastimosamente se pierde con la unificación del transporte. Se estandariza el diseño y desaparece la diferencia, porque incluso antes bautizaban los buses: el Trompirrojo, la Niña, la Chinga, entre otros”, mencionó.

Así recuerda Albeiro Bustamante a la flota Villa Hermosa. Una ruta con 62 vehículos de marcas Chevrolet y GMC que eran fáciles de identificar por su color rojo, con franjas negras y amarillas al costado.

Hasta los niños de barrios como La Mansión y Los Ángeles participaban el bautismo de los colectivos, recordó. “Uno se llamaba la Vaca (el más largo de todos), otro el Pesebre, y a uno le decíamos Chatarra”.

Juan Díaz confesó que hoy en día es más complejo encontrar el bus que le sirve y prefería cuando las empresas tenían sus propios tonos distintivos.

Aún hay personas que toman como referencia la imagen del vehículo. Natalia Andrea Cardona contó que aunque ella se fija en el número de la ruta y el nombre del barrio en la parte frontal, tiene conocidos que graban en su memoria hasta el mínimo ribete de los buses y con eso saben a cuál ponerle la mano en la calle.

“La verdad ahora es complicado para las personas que no saben leer o tienen mala visión. Pero en general los buses nuevos se ven bonitos así, como en las grandes ciudades del mundo”, manifestó Luis Fernando Bermúdez.

Para gustos, los barrios, los buses y sus colores

La unificación

Los diseños más recientes, con los cuales poco a poco avanza la renovación de la flota (ver Radiografía), se caracterizan por tener dibujado, como logo del TPM a los costados de cada vehículo, un sistema de vías que se entrecruzan formando una flor de cuatro pétalos.

La Secretaría de Movilidad indicó que desde 2017 quedaron definidos los colores de los barrios a los que prestan servicio. En Robledo, San Cristóbal, Blanquizal y San Sebastián de Palmitas, el color de base es blanco, con la trompa y la cola rojas; en Castilla y el Doce de Octubre la base es roja, pero el frente y la parte trasera son blancas; en Belén son azules; en Poblado grises; y los integrados del metro son verdes.

Hay vehículos con base blanca y franjas de otros tonos. Así sucede con las rutas Circulares, de la Salud y Comercial Hotelera que son amarillos; en San Javier, La América, Laureles - Estadio son aguamarina; y en Popular, Manrique, Aranjuez, Santa Cruz, Villa Hermosa, Buenos Aires y Santa Elena son naranja.

Ortiz expresó que, si bien pudieron haberse buscado colores más vistosos, el hecho de socializar la estrategia del TPM y buscar la identidad de cada barrio permitió que con los diseños se respetara, aunque sea poco, el patrimonio y la tradición de los buses en Medellín, dándole orden al transporte público de la ciudad.

“Con estos cambios en los vehículos se fortalece una identidad como sistema, se genera confianza debido a que el usuario percibe mayor cohesión y respaldo institucional, además permite que los usuarios reconozcan fácilmente las rutas de la ciudad”, comentó al respecto Carlos Cadena Gaitán, secretario de Movilidad.

En el proceso de construcción del TPM también los niños participaron. Con palitos de paleta y vinilos colorearon los buses, una actividad clave que permitió definir la imagen de las rutas actuales, las que ellos en algunas décadas quizás recordarán con nostalgia.

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