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El futuro de Antioquia huele a café

Dos fincas cafeteras en Jericó, una que exporta toda la producción al extranjero y otra que vende dentro del país, dan cuenta del paso de mando en este gremio.

  • 1. Cultivos de café en la finca Villa Bernarda, en Jericó. 2. William Correa Gómez con su cosecha de café natural. 3. Café secándose al sol en la finca San Joaquín, Jericó. FOTOS Manuel Saldarriaga
    1. Cultivos de café en la finca Villa Bernarda, en Jericó. 2. William Correa Gómez con su cosecha de café natural. 3. Café secándose al sol en la finca San Joaquín, Jericó. FOTOS Manuel Saldarriaga
  • El futuro de Antioquia huele a café
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Jóvenes caficultores enaltecen el legado de sus ancestros
06 de noviembre de 2017
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No fue una, fueron dos las veces que Daniel Velásquez se encontró con el café de la finca de su amigo, William Correa Ortega, en el Whole Foods Market —cadena de supermercados de alimentos naturales y orgánicos— en las ciudades de Tallahassee y Naples, en Florida (Estados Unidos). En las bolsas que contenían los granos tostados y molidos que habían sido importados desde Colombia se leía: Finca Villa Bernarda, Jericó - Antioquia.

Para Willi, un emprendedor paisa, saber que el café cosechado en la finca de su familia, donde su padre, su tío, su prima y otros empleados recolectaron el grano, lo lavaron, y lo pusieron a secar al sol, llegó a pelearse un lugar entre tantas marcas sobre las estanterías del comercio gringo, fue una enorme satisfacción. El suyo es un café especial.

“Uno exporta y el cuento llega hasta ahí, pero conocer esa otra parte de la historia fue muy bonito porque es saber qué pasa luego de que uno envía a miles de kilómetros el producto al que se le pone tanto empeño”, cuenta.

Como el de Willi hay al menos 18.489 caficultores dedicados a la producción de cafés especiales registrados en la Federación Nacional de Cafeteros, esos que según los criterios de los catadores se califican con un puntaje superior a 80 sobre 100, lo cual los certifica de alta calidad.

Los atributos para medir y promediar el puntaje son: fragancia y aroma, sabor, sabor residual, acidez, cuerpo, uniformidad, dulzura, taza limpia, balance y una calificación a gusto del experto.

Antes de llegar a la taza en la cual se materializa todo un proceso, desde el campo salen las cosechas del grano por trochas y vías terciarias, muchas de las cuales aún no están pavimentadas, un compromiso de la Gobernación de Antioquia que enfocó su política de cafés especiales en mejorar la infraestructura vial.

Del grano a la taza

La tierra de la Santa Madre Laura es más que sus 16 capillas, sus carrieles y productos de cuero; sus montañas están repletas de cafetales, acompañados por sembrados de plátano, cardamomo, frijol y aguacate.

Jericó es uno de los 94 municipios cafeteros de Antioquia y las familias ancestralmente se han dedicado al cultivo de este grano. Así sucede, por ejemplo, a 3.5 kilómetros del casco urbano, en la vereda Palenque, donde se encuentra la finca Villa Bernarda.

“Mi papá nació y creció allí, por eso puedo decir que toda la vida tuve esa cultura metida en la sangre, hago parte de la sexta generación que cultiva café en la finca”, relata Willi.

El cuidado de los cultivos está a cargo de su padre, que lleva su mismo nombre, William Correa Gómez. En las marquesinas, como se llama a los patios donde se extiende el café a merced del sol, se riegan dos tipos de grano: uno con pulpa y otro sin ella.

“Aunque se demora más para secar, los conocedores del asunto dicen que el grano con la pulpa queda con mejor sabor porque recoge toda el aroma y la miel del mucílago, la cáscara”, explica William, el padre.

El 80 por ciento de la producción de Villa Bernarda la compra Campesino Specialty Coffee, la marca que creó Willi para exportar el café a países como Estados Unidos, Brasil o Chile. El restante se vende a la Cooperativa de Caficultores de Antioquia.

Cuando decidió trabajar de la mano de su padre en la finca, Willi pensó en organizar las cuentas y equilibrar las utilidades. Por la fluctuación del precio del grano, explica, muchas veces los campesinos no se dan cuenta que en lugar de tener ganancias, las haciendas cafeteras generan pérdidas.

Este año ya han exportado tres contenedores, cada uno con 19.250 kilos, y en diciembre cerrarán el año con el cuarto envío a los Estados Unidos.

“Somos un puente entre el importador extranjero y el caficultor, en varias ocasiones hemos invitado a nuestros clientes para que recorran las fincas y conozcan a las personas que hacen posible este negocio”, cuenta Willi.

Campesino Specialty Coffee vende café con trazabilidad, por eso en cualquier cafetería o supermercado que se venda su producto la gente puede saber que viene de Villa Bernarda o de cualquier otra finca a la cual la empresa le compra el grano.

La finca San Joaquín produce café de altura, los cafetales están a 2.000 metros sobre el nivel del mar, en la vereda Quebradona Arriba, de Jericó, y solo lo tuestan y lo muelen para consumo regional.

Carlos Andrés Rodríguez y Óscar Díaz Cadavid son dos ingenieros que se concentraron en el café de origen, así mismo como el nombre de su marca, Amati, palabra del latín que evoca raíz, tradición, amor por lo que se hace.

“He tenido la oportunidad de ver cómo se valora el café colombiano en el exterior, el movimiento en restaurantes y panaderías. Tomé toda la experiencia que adquirí en Europa y volví con una idea de negocio que le da valor agregado al café”, comenta Carlos.

En San Joaquin, Leonor Patiño cuida los cultivos y las nuevas matas que se sembrarán a un lado de las plantaciones de trigo.

Los nuevos cafetales de la finca se están sembrando loma arriba de la casa, para evitar que los campesinos tengan que cargar los bultos por empinadas laderas. En el futuro será cuestión de echarse la carga al hombro y bajar hasta la despulpadora, en un cuarto de la finca.

Leonor cuenta que San Joaquin puede producir hasta 10 toneladas de café. Sin embargo, Óscar prefiere procesar con la marca Amati una cantidad menor para lograr que el café no se quede almacenado sino que llegue fresco a los consumidores.

“Maridaje 2017 es nuestro primer evento, estamos participando con 125 kilos. Café Amati ha sido calificado con una puntuación de 85 puntos”, cuenta Óscar.

Las bolsas de café que comercializan, cuentan con una manilla con diseños indígenas que sirve para sellarla una vez se destapa. Este año conocieron a una comunidad del Putumayo y llegaron a un acuerdo con las madres cabeza de familia para adicionarle este detalle a su marca.

Aunque por el momento Óscar se dedica a vender su producto dentro de Colombia, las razones que lo llevaron a trabajar con cafés especiales son similares a las de Willi, para evitar la catástrofe financiera por la variación del precio del grano en el mundo.

“El café perdía valor y con el especial eso no varía. Mi familia vivió esa crisis y tumbó una cantidad de cafetales porque no era viable el negocio, no daba para pagar los trabajadores. Ahora es diferente”, revela Óscar.

De la taza al grano

Cuando la actual Gobernación de Antioquia modificó la política pública de cafés especiales mediante la ordenanza 61 de 2017, no destinó un monto específico como si lo había hecho la administración de Sergio Fajardo con $6.000 millones fijos para el programa.

Sin embargo, la gerente de proyectos especiales de la Gobernación, Pilar Aragón, dice que el reenfoque de la política se debe a la necesidad de mejorar el acceso a las zonas cafeteras. Esto se tradujo en que el presupuesto de los cafés especiales se sumara a los $48.381 millones orientados a vías campesinas, entre ellas las de los caficultores.

“Nos dimos cuenta que en la región los costos logísticos para sacar la producción de café eran muy altos y había una brecha que les impedía ser competitivos, si bien había fortalecimiento de otras capacidades, hacía falta ese componente”, afirma Pilar.

Según la funcionaria, durante los primeros años de la actual Administración Departamental el foco se centró en la infraestructura, pero durante la otra mitad del periodo se trabajará en aspectos como la asistencia técnica cafetera, la capacitación y acompañamiento en cultivo y producción, el empalme entre las viejas y nuevas generaciones y la participación en ferias.

El objetivo, explica Pilar, es no concentrarse solo en los cafés especiales sino también en el resto de la producción cafetera. Por eso cuentan con un programa de fortalecimiento del gremio en el que trabajan con el clúster de café de la Cámara de Comercio de Medellín y la Federación Nacional de Cafeteros, y en el que están inscritos al menos 600 caficultores de 24 municipios.

Willi dice que aún falta apoyo, pues la sensación entre los cafeteros es que el inicio de la cadena productiva está abandonado.

“Es una carencia gigante, no somos productivos porque es muy difícil sacar la producción. Las vías son estrechas y en invierno hemos tenido que recurrir a maquinaria municipal para desatascar a los carros pequeños con los que se transporta el café”, relata.

En dirección a la finca Villa Bernarda se pavimentaron 500 metros con placa huella. No obstante, hay otros campesinos que cultivan el grano más lejos y las carreteras, al menos en Jericó, son trochas.

Por su parte, Óscar cuenta que los vecinos le pidieron permiso para guardar el cemento en su finca, material que compraron entre los agricultores de la vereda para comenzar por su cuenta la pavimentación de los accesos que les impiden ser más competitivos.

Solo en Jericó hay más de 25 marcas de cafés especiales; en el resto del Suroeste antioqueño y las otras regiones de Antioquia la dinámica es igual. Con tantas iniciativas lideradas por jóvenes, el Comité Departamental de Cafeteros explica que no hay peligro de que el gremio se reduzca.

Los ancestros cafeteros trazaron el camino, perfeccionaron el cultivo y lograron a través de distintas variedades se erradicaran plagas como la broca y la roya en un 100 por ciento. Los jóvenes ahora están llevando el café de sus padres y abuelos a un nivel mayor de especialidad que permite que se vendan en las mejores cafeterías del mundo.

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