Que el reconocimiento internacional que recibió no tenga la resonancia de la captura de una mujer en China o del crimen de otra en México no la desvela, pero le parece injusto.
Betty Pedraza, de madre chocoana y padre santandereano, fue considerada por el gobierno de Estados Unidos, el pasado 27 de julio, una de las ocho héroes mundiales en la lucha contra la esclavitud y la trata de personas.
Han pasado un par de semanas desde su regreso de la Casa Blanca. No duda que la experiencia vivida fue inolvidable. Recorrió los caminos de la esclavitud en Norte de América, y el secretario de Estado, John Kerry, le rindió el homenaje que todavía le debe su país de origen.
“El galardón también lo recibieron, una activista de Madagascar; otra de Sudán del Sur; una abogada de víctimas británica y uno de los principales accionistas del canal internacional CNN. Además representantes de Ruanda, Letonia e Irán. Kerry solo me habló para decirme que su gobierno apoyaba el proceso de paz de Colombia”, recuerda en diálogo con EL COLOMBIANO.
La perseverancia es su principal virtud. La humildad, dice, es un valor necesario para entregarse a los demás. En el quinto piso de un antiguo edificio del Centro de Medellín, donde funciona Espacios de Mujer, la fundación que creó hace una década, retoma el trabajo con el que asegura haber ayudado a 101 personas en Colombia a salir de la esclavitud o a escapar de las redes de trata.
“En Medellín y en otras ciudades colombianas hay personas encerradas, que les dan una sola comida, sin documentos, sin poder hablar con sus familias, trabajando y siendo explotados”, anota.
Colombia es considerado por el Departamento de Estado de Estados Unidos como el segundo país de Suramérica, después de Brasil, con mayor problemática de trata de personas. El mismo informe de ese Gobierno da cuenta de que en esta nación faltan acciones para erradicar ese flagelo.
Según Pedraza, nacida en Socorro (Santander) pero criada en San Jerónimo (Antioquia), más de 370.000 colombianos son actualmente víctimas de esclavitud o trata.
“Las redes de trata son estructura iguales a las del narcotráfico”, sentencia, en tanto rememora que en el año 1999 contribuyó a implementar en Medellín el programa contra la prostitución.
Al tiempo que confiesa haber recibido algunas amenazas contra su vida, desordena libros y papeles que reposan en la sala de invitados de la sede de su corporación. Muestra, con orgullo, las campañas y juegos que utiliza para prevenir el flagelo. Toma un bolso color morado en el que se ve escrito el mensaje: no te dejes engañar porque se trata de ti. Maleta de viaje.
“Lo entregamos, básicamente en los aeropuertos, porque se sigue moviendo el tráfico de personas a Asia y Europa, pero las redes también están llevando gente a Argentina, Chile, Costa Rica, México y Panamá. Les dicen a las víctimas que no les pasará nada, pues se habla español y es fácil pedir ayuda”, explica.
En la ruta de prevención y ayuda que ofrece Betty participan sicólogas, trabajadoras sociales y hay asesoría jurídica. También cuentan con unidades productivas y las mujeres pueden terminar sus estudios, sobre todo las de poblaciones en las que no les ofrecen las posibilidades de una ciudad.