Las cifras respaldan esta realidad. El Ministerio de Salud informó que se incrementaron los problemas asociados a la ansiedad, el estrés, la depresión y otros y que las consultas psiquiátricas aumentaron 30 % durante los primeros meses.
En Medellín, por ejemplo, la estrategia de orientación psicológica del Metro con la Alcaldía y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá llamada “Escuchaderos” y ubicada en varias estaciones reportó 1.995 personas beneficiadas y el equipo de la Línea Amiga Saludable 4444448 registró 54.338 llamadas frente a 18.234 de 2019, lo que significa un aumento del 298 %. Entre estas, se atendieron 2.349 intervenciones en crisis y 500 por riesgos de conducta suicida.
El psicólogo social Henry Holguín Osorio agregó que con la educación virtual, el control social y las redes sociales, no solo se propició la depresión y la ansiedad, sino que se dan otros trastornos asociados a las adicciones comportamentales, como el uso excesivo de elementos tecnológicos, la deshumanización, el aumento del consumo de páginas pornográficas o para conocer gente.
Ocio saludable
Con el teletrabajo o la educación virtual y con las restricciones de movilidad, los hábitos, el tiempo de descanso y de sueño y las opciones de ocio variaron. Muchos se saltan los espacios de ocio o los reemplazan por actividades insuficiente, pero Orejuela explicó que es fundamental recuperar el tiempo invertido en las labores con actividades diferentes.
“El desgaste debe tener oportunidad de recuperación. El no hacerlo genera tensión psíquica que descompensa psicopatológicamente a las personas y genera síndromes de pánico, ansiedad o trastornos depresivos”.
Para esto, es importante aumentar el líbido con opciones como el acto sexual o actividades como el arte, las relaciones con la familia, las expresiones de música o pintura, el ejercicio, entre otras.
¿Qué hacer en Medellín?
En la ciudad hay opciones para todos los gustos. Basta con una simple búsqueda en internet, en redes sociales o con descargar una aplicación para encontrar clases de baile, cocina, yoga, coctelería, pintura, maquillaje, entre muchas otras.
Para meditar y hacer yoga puede descargar aplicaciones como Down dog, Asana Rebel, Pocket Yoga, Guriming o Mindfulness y meditación, o puede optar por clases virtuales o presenciales en lugares como Govindas Yoga Inbound o Happy Yoga.
Andrea Chehebar, directora del estudio 108 Yoga que inició hace 10 años, contó que desde que comenzó la pandemia brindaron clases virtuales con personas de diferentes partes del mundo pero que, cuando se flexibilizaron las medidas, el flujo de personas de las clases virtuales disminuyó y aumentó la presencialidad.
“Las personas ya querían el contacto, estar con el profesor, salir de la casa y estar en un sitio especializado”, contó Chehebar. Por eso, adecuaron el lugar con herramientas como “mamparas” o biombos para separar el espacio de cada persona.
Nicson Galvis, coordinador de la Escuela de Gastronomía de Medellín, contó que pudieron tener clases en alternancia desde julio y que se apoyaron de metodologías a distancia, lo que les permitió mantener bajos los niveles de deserción. Para aprender a cocinar hay otras opciones como los videos de YouTube, las clases de cajas de compensación, como Comfama, o las diversas escuelas de gastronomía.
El maquillaje se popularizó y muchas personas aprovecharon la tecnología para participar de clases con maquillistas profesionales. En la ciudad hay algunos profesionales e instructores que han conservado las clases presenciales sean grupales o privadas.
Aura Lila Monsalve Suárez, rectora de la Escuela de Belleza Mariela contó que la institución también se adhirió a las clases en alternancia. “Nos apoyamos de las herramientas tecnológicas para los conceptos teóricos y en la presencialidad hacemos laboratorios y demostraciones”.
En la ciudad hay opciones presenciales y virtuales para diferentes actividades, pero es importante recordar que ambas tienen pros y contras. (Ver recuadros).
Virtualidad y hastío
Las opciones virtuales son innumerables, sin límites de tiempo ni fronteras, pero muchas personas aún prefieren la presencialidad. “Hay sobresaturación, estamos cansados de ‘reinventarnos’ y de estar todo el día frente a un computador” y por eso están quienes salen, lo que “genera consecuencias en aumento de contagios”, recordó Holguín. Además, cada actividad cultural, física o deportiva requiere dinámicas diferentes.
Al conversar con diferentes personas sobre esta metodología y sus experiencias, acordaron que, aunque aprendieron y lograron objetivos, siguen prefiriendo las opciones físicas.
Lina Marcela Herrera lleva cuatro años bailando, para no parar, tomó clases virtuales. “Fueron productivas, aprendí, pero prefiero las presenciales, aportan más a mi proceso”, contó, así que decidió arriesgarse y salir.
Con esto concordó Diana Gómez Builes, que prefirió asistir a una academia presencial que le garantizara protocolos de bioseguridad porque “necesitaba salud mental y física y que el instructor me viera, me corrigiera, me indicara dónde poner la pierna, la mirada. En las virtuales sí aprendí, pero por esfuerzo propio”.
La virtualidad, entonces, será apropiada de acuerdo con la actividad: Lorena Herrera tomó clases virtuales de maquillaje y pudo aprender a su propio ritmo y con sus propias herramientas en la comodidad de su casa.
Presencialidad: un acto de fe. Algunas recomendaciones
Las clases virtuales iniciaron con éxito pero, “después de haber pasado por un momento de restricción, al tener posibilidad de salir la gente experimenta júbilo y quieren compensar el tiempo que estuvieron regulados o eliminados”, contó Orejuela, lo que popularizó la presencialidad.
Esto, aunque es positivo para la salud mental, conlleva riesgos para la física: aumento de contagios por coronavirus. “La gente, cuando está en actividades sociales, pierde la sensación de riesgo”, agregó.
La médica epidemióloga clínica e investigadora de la Universidad CES, Jessica Giraldo, contó que es un acto de fe asistir a estos lugares porque, aunque se siguen recomendaciones generales de bioseguridad, hay muchos factores a tener en cuenta y la naturaleza de las actividades modifica el riesgo de contagio.
“Los espacios con mayor riesgo son los cerrados y sin aforo. Entre más pequeño y más personas, más riesgo de contagio, pues no hay circulación de partículas y aerosoles y las personas respiran el mismo aire”.
Contó que son más riesgosas las actividades que requieren movimientos corporales “porque es más fácil y sostenible el uso de la mascarilla en actividades de reposo”, pero que no se puede olvidar el riesgo de las actividades con contacto, como las clases de cocina, cócteles o maquillaje.
“Compartir copas, instrumentos, utensilios y demás favorecen el mecanismo de contagio por contacto. En una clase de cocina es fácil mantener la mascarilla, pero el riesgo es compartir objetos”.
Así, no basta hablar de distanciamiento físico, sino que hay momentos particulares a evaluar: Las duchas y los baños deben también tener protocolos. A mayor cantidad de personas y mayor duración de la actividad, mayor riesgo.
La ventilación debe ser natural y no por ventiladores o aires acondicionados ya que los primeros dirigen las partículas contaminadas más rápido y directo al rostro y los aires no son seguros si no tienen recirculación de aire externo, filtros y mantenimiento constante.
“No basta con higienizarse a la entrada, los espacios deben estar completamente adecuados y las personas deben ser conscientes”, puntualizó Giraldo.
Recomendó usar mascarillas certificadas, si son de tela con mínimo tres capas, usar protección visual como gafas y viseras, llevar ropa exclusiva para practicar la actividad y desinfectarse después de cada contacto con personas u objetos.
Es decir que quienes decidan dar y asistir a clases presenciales deben garantizar la seguridad grupal e individual y tener en cuenta que el riesgo, aunque se pueda disminuir, sigue presente.